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Los efectos del Bautismo
El primer efecto
del Bautismo es apropiarse de la Redención y purificación de los pecados en
virtud de la “Sangre de Cristo” (Ef. 1,7). Por el bautismo, el pecado original y todos
los pecados personales son perdonados, así como las penas del pecado. (Catic.
1263) Podemos afirmar que por el Bautismo nos apropiamos de los “Frutos de la
Redención de Cristo: El Perdón, la Paz, la Resurrección y el don del Espíritu
Santo.
Todo ser humano
nace “sin la Gracia redentora de Cristo, que nuestros padre no pudieron darla a
sus hijos por el nacimiento natural.” En eso consiste el “pecado original”. La
Biblia lo dice: “Vino a los suyos, mas los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre; éstos no nacieron de sangre, ni
de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios. (cf Jn 1, 11-13) Por el Bautismo “nacemos a la vida de la Gracia”. El nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Jn 3, 5) “Nacer
de la voluntad de Dios” (Catic 1262). El primer nacimiento fue por la acción de
nuestros padres. Por el bautismo nacemos a la vida de la Gracia.
Por el Bautismo,
al recibir el “Don del Espíritu Santo” somos hijos del
Padre. (Ef 1, 5) “Hermanos de Jesucristo, Él es el Primogénito entre muchos
hermanos” (cf Col 1, 15s) “Templos vivos
del Espíritu Santo”. (cf 1 Cor 3, 16; 2 Cor 6, 16) Por el Bautismo somos “Co-Herederos con Cristo de la Herencia de
Dios. (Rm 8 17). La herencia de Dios es el mismo Señor que se nos da en su
Palabra y en los Sacramentos.
Por el Bautismo “Somos Familia de Dios.” (cf Ef 2, 19)
Miembros del “Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. (cf 1 Cor 6, 15) Somos la
“Fraternidad” de Jesús y de todos los bautizados. Llamados a ser discípulos
misioneros del Señor (cf Mt 28, 10- 20; Mc 16, 15s) Por ser hijo y miembro de
la Iglesia el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino que es de “Aquel
que murió y resucitó por él para pertenecer al Señor” (Rm 14, 9; Gál 2, 19- 20).
De esta hermosa verdad se desprenden algunos derechos, deberes y compromisos
del cristiano bautizado.
¿Qué significa ser hijos de Dios? Es un
don y una respuesta: Significa, con la gracia de Dios, irse configurando con Jesús para reproducir su
“Imagen y semejanza.” Para tener su mente, sus sentimientos, sus
preocupaciones, sus intereses y sus luchas (cf Flp 2, 5- 8) Es el camino para
aprender de él que nos invita a ser mansos y humildes de corazón (cf Mt 11, 29)
Hacerme discípulo de Cristo, el Señor, para hacerme hijo amado del Padre y
hermano de Jesús y de sus hermanos. Un auténtico servidor del reino de Dios en
favor de la humanidad redimida por Jesús, el Cristo de Dios.
Ser hijo no es
un título ni un privilegio, ser hijo es don y respuesta. En Bautismo se nos da
para que lo vivamos como hijos de Dios, como hermanos y servidores de los demás.(cf
Gál 3, 27; Mt 23, 9; Jn 13, 13) Es una misión por cumplir: anunciar y llevar la
fe a los demás para que creyendo se salven y se integren a la “Familia de
Jesús”. (Mt 28, 19-20; Jn 20, 19, 23). Ser hijo exige ser discípulo de Jesús
para amarlo y seguirlo. Todo un proceso de vida que nos pide vivir como Jesús
que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo”
(Hech. 10, 38). Exige buscar siempre la voluntad de Dios en cada situación
concreta de nuestra vida no obstante no lo entendamos. “No todo el que me dice
Señor, Señor, entra en la casa de mi Padre, sino el que hace la Voluntad de
Dios” (cf Mt 7, 21s)
La
exigencia fundamental: Es creer en Jesús: Creer significa confiar en él,
obedecerlo, amarlo y pertenecerle para seguir y servir a Jesús, hasta las
últimas consecuencias. (ccf Lc 9, 23) Seguir a Cristo es la mejor y única
manera de vivir nuestro Bautismo: “Muriendo con él al pecado, para vivir para
Dios” (Rm 6, 10- 11) Quién se baja de la cruz abandona la fe y no vive su Bautismo
(cf Gál 5, 24). Veamos por un momento a Jesús, él Unigénito de Dios, y
escuchemos su Palabra: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a
cabo su obra (Jn. 4, 34); escuchemos a María, la hija predilecta del Padre
decirnos: “Hágase en mi según su Palabra” (Lc 1, 38) En la obediencia al Padre
seguimos a Jesús y abrazamos con amor su Voluntad y nos sometemos a ella, éste
es nuestro sacrifico espiritual (cf Rm 12, 1)
Los que no viven su Bautismo
no viven como hijos de Dios. Es una verdad que muchísimos son los bautizados, muchos los
creyentes, pocos los practicantes y poquísimos los que realmente están
comprometidos con su Bautismo. A la luz del Bautismo podemos decir que
las obras de la fe o las obras de la carne, dicen sobre la realidad de nuestro
padre (cf Gál 5, 19- 22). Si las obras son las obras de la fe, Dios Padre de
Jesucristo es nuestro Padre. Si nuestras obras son las obras de la carne,
nuestro padre sería entonces el diablo (cfr Jn 8,41)
El Espíritu de Dios nunca nos
llevará a un lugar donde podamos perder la gracia de Dios. Que nos quede
claro: recibimos el Sacramento del Bautismo para vivirlo en la “Comunión con
Cristo y con todos los “miembros de su Cuerpo”; buscando la “purificación del
corazón”; siendo “Dóciles a la acción del Espíritu”; en la donación, entrega y
servicio, especialmente a los menos favorecidos, en la Iglesia y desde la
Iglesia. Para vivir el Bautismo la Biblia nos presenta una “espiritualidad” que
la puede vivir quien tenga “Vida espiritual” para que sea conducido por el
Espíritu Santo. (cf Rm 8, 14). Ésta espiritualidad tiene algunas condiciones
para vivir en la Luz como hijos de Dios.
Primera condición: romper con
el pecado. Si decimos: «No tenemos
pecado», nos engañamos y no hay verdad en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo
es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si
decimos: «No hemos pecado», hacemos de él un mentiroso y su palabra no está en
nosotros. (1 de Jn 1, 8-10) Al reconocer y confesar nuestros pecados nos
convertimos en candidatos para se manifieste el poder redentor de Jesucristo.
(cf 1 de “Tim 1, 16)
Segunda condición: guardar los
mandamientos, sobre todo el de la caridad.
Estaremos seguros de conocerle si cumplimos sus mandamientos. Quien dice:
«Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no
está en él. (1 de Jn 2, 3- 4) El mandamiento del Padre es “que creamos en su
Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros” (1 de Jn 3, 23) “Queridos,
amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido
de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.” (1 de Jn 4, 7-8
Tercera condición: guardarse
del mundo. Os escribo a vosotros, hijos míos, porque vuestros pecados han sido
perdonados en virtud de su nombre. No améis al mundo ni lo que hay en el
mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo
cuanto hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los
ojos y la jactancia de las riquezas— no viene del Padre, sino del mundo. El
mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios vivirá
para siempre.(1 de Jn 2, 12-13. 16- 17)
Cuarta condición: guardarse de
los anticristos. Hijos míos, ha llegado
la última hora. Habéis oído que vendría un Anticristo; y la verdad es que
han aparecido muchos anticristos. Por eso nos damos cuenta que ha llegado la
última hora. Salieron de entre nosotros,
aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían
permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de
los nuestros. Vosotros habéis recibido
la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis.(1 de Jn 1, 18- 20)
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