- EL BAUTISMO Y LA “BENDICIÓN DE SER HIJOS DE DIOS”.
Objetivo: redescubrir
el origen de todo don perfecto, del inicio de la historia de salvación de todo
bautizado y el momento para apropiarse de los frutos de la Redención de
Jesucristo.
Iluminación. “Bendito sea el
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por estar unidos a Cristo, nos
ha colmado de toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos. Dios nos
ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él
santamente y sin defecto alguno, en el amor.
El Plan divino
de la Salvación. Dios tiene un Plan de Salvación para ti, y
para cada hombre. “La Historia de la salvación para cada cristiano comienza el
día de nuestro bautismo. El día que Dios eligió para que nos apropiáramos de
sus bendiciones y de dones gratuitos por medio del Bautismo. El día del
Bautismo es el principio de la nueva creación, en el que se da el cumplimiento
a todas las promesas y el nuevo hijo de la Iglesia se apropia de las
bendiciones espirituales que Dios ha prometido para todo el que por la fe y el
Bautismo se incorpore a su Hijo (cf Mc 16, 15).
Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa
benevolencia, con la que nos agració en el Amado. Por medio de su sangre
conseguimos la redención, el perdón de los delitos, gracias a la inmensa
benevolencia que ha prodigado sobre
nosotros, concediéndonos todo tipo de sabiduría y conocimiento. En efecto, nos
ha dado a conocer el misterio de su voluntad, conforme al benévolo proyecto que
se había propuesto de antemano, con el fin de realizarlo en la plenitud de los
tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra. A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano
según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su
voluntad, para que alabemos su gloria los que ya antes esperábamos en Cristo.
En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, la buena nueva
de vuestra salvación, y haber creído también en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa”
(Efesios 1, 3-10).
¿Qué se entiende por bendecir? El término bendición tiene dos
dimensiones, una hacia arriba y otra hacia abajo. Hacia abajo significa que
Dios nos hace partícipes de lo que Él es, y de lo que Él tiene. Y hacia arriba
significa que nosotros le damos gracias por toda su bondad recibida. Jesús es
nuestra Bendición”, en él, somos benditos, y somos una “bendición.”
¿De qué bendiciones hablamos? Existen bendiciones naturales como el sol que sale para todos, la lluvia,
el viento que sopla para todos; los bienes y capacidades naturales como la razón, la belleza, etc. “Nada tenemos que
no lo hayamos recibido de lo Alto” (1 Cor 4, 7) El término “en los cielos, en
Cristo”, nos dice que estas bendiciones no son naturales, sino espirituales,
también son para todos, pero, “en Cristo”.
¿Cuáles son estas Bendiciones espirituales? La primera bendición es la
elección divina. “Por
cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo.” (v.4) Se trata de
una elección gratuita, es decir hemos sido elegidos por amor, sin mérito
personal. Esta elección está ahí, hay que descubrirla, apropiarse de ella y
realizarla. Además es una elección funcional, hemos sido elegidos para algo,
hay una tarea, una misión para realizar. Elegidos
en Cristo, ¿Para qué? Dios Padre, nos ha llamado a la existencia, a la vida
como primera bendición para: “ser santos e inmaculados en el amor”. La vocación
de todo bautizado es la “santidad”. Esa es la voluntad de Dios: “vuestra
santificación”. ( 1 Tes 4, 3) La santidad de Dios que nos da el “ser de hijos”
la recibimos por medio de los Sacramentos.
La segunda bendición es “la
Filiación”. “Eligiéndonos
de ante mano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (v.5)
Nuevamente, en Cristo somos benditos, por Él y en Él somos lo que somos, hijos
de Dios. Ese es el destino glorioso que Dios pensó desde la eternidad para
todos los hombres, sin excepción. Por el bautismo nos revestimos de Cristo y
nos incorporamos a él (cf Gál 3, 26- 27) “En efecto, todos los que se
dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y vosotros no habéis
recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis
recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! 16
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. 17 Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios
y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con
él glorificados.” (Rm 8, 14- 17)
La tercera bendición es la
Redención. “En Él tenemos
por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados, según la riqueza
de su gracia”. (v.7) Somos pecadores redimidos, comprados a precio de sangre. El saber esta hermosa verdad deja en
nosotros una esperanza, la esperanza
que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da el don de su Espíritu, que
clama en nosotros “Abba”, Padre. (Gál. 4, 6) San Pablo en la carta a los
Romanos nos dice: “Pues a los que de
antemano conoció también los predestinó
a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre
muchos hermanos, y a los que predestinó, esos también los justificó, y a los
que justificó , a ésos también los glorificó.” (Rom. 8, 29) Los frutos de
la Redención son el perdón y la paz, la resurrección y el don del Espíritu.
Analicemos un poco más el término Redención. Nos justificó, es decir nos hace
justos, gratos a Él (Rm 5, 1; Gál 2, 16). Se complace en nuestras oraciones, en
nuestros trabajos y en nuestras buenas obras, la razón, es que las hacemos en
el Nombre de su Hijo y en comunión con Él. Jesús nos lo había dicho:”Solamente
unidos a mí podéis dar fruto, sin mí, nada podéis hacer”. (Jn 15, 5-7)
¿Qué es la redención? La
Redención es la obra que Dios realiza en Cristo y por Cristo a
favor de los hombres para rescatarlos del poder de las tinieblas (cf Col 1, 13)
En virtud de la sangre de Cristo, pagada como rescate, nuestros pecados son
perdonados (Ef 1, 7). El
término redimir tiene por lo menos tres significados: Rescatar o sacar
de esclavitud al cautivo mediante el pago de un precio. Vencer el mal en todas sus formas. Jesucristo es el
Vencedor del Mal. Cancelar la
deuda. Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen u
obligación.
“La Redención” se relaciona
directamente con pagar un precio. Nadie es capaz de pagar su propia redención y
seguir viviendo. “Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se
logrará jamás” (Salmos 49, 8). Nuestra redención, la hemos recibido
gratuitamente por gracia, tuvo un precio muy alto: la sangre de Cristo. Es muy importante comprender que el precio que
Jesucristo pagó por nuestros pecados no fue pagado al diablo, sino a Dios, pues,
a Él era a quién habíamos ofendido. Por eso Dios se hace hombre en Jesús para
cumplir la Ley de Dios y ofrecerse a sí mismo como sustituto por nosotros. De
esta forma, en Cristo, Dios mismo es el iniciador de nuestra redención (cf Heb
12, 2). Él es nuestra redención y nuestro Redentor, es nuestra salvación y es
nuestro Redentor (cf 1 Cor 1, 30).
La cuarta bendición es el
don del Espíritu Santo:
“Que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a
conocer el “Misterio de su Voluntad” (v. 8). Conocer el “designio savífico de
Dios”: la salvación de los hombres, judíos y gentiles, por revelación del
Espíritu Santo. “Según el benévolo designio que Él se propuso de ante mano para
realizarlo en la Plenitud de los tiempos hacer que todo tenga a Cristo por
cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra.” (cf Col 2, 9) El
designio de Dios es que lleguemos, judíos y gentiles, a ser “alabanza de su
gloria” por nuestra incorporación al Cuerpo de Cristo, en quien tenemos nuestra
redención. Dios ama a todos los hombres, es una verdad, pero también es una
verdad, que Dios nos salva en Cristo y por Cristo; “El es el Plan de Dios”. El
dicho común de la gente: “Cualquier religión es buena”, no puede ser tomada
como una verdad de fe. Sólo en Cristo encontramos la salvación (Hech 4, 12).
Salvación que nos da a través de su Iglesia, por medio de los Sacramentos,
de los cuales el Bautismo es la “Puerta”
para entrar Ella. Lo grande, lo bello, lo bueno no es tanto el saber que somos
benditos, sino el vivir esas bendiciones; que nos apropiemos de la riqueza, de
la herencia que Cristo, el Hijo, comparte con nosotros sus hermanos. (cf Rm 8,
14- 17)
La quinta bendición es consecuencia de las bendiciones anteriores,
Cristo nos hace partícipes de su triple ministerio: sacerdote, profeta y rey,
para que hagamos las obras del Hijo; para que seamos colaboradores de Dios en
la obra de la salvación. “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con
Él glorificados”. (Rom 8, 16-17)
Aplicación para nuestra vida. El
Bautismo vivir todas la bendiciones recibidas: Vivir como hijo de Dios, hermano
y servidor de la Humanidad para hacer a todos los hombres de la salvación y
para que todos lleguen al conocimiento de la verdad por medio de la
Evangelización y de los Sacramentos (cf 1 Tim 2, 4)
V Tener la disponibilidad para salir e ir al
encuentro de una persona concreta para iluminarla con el Amor y la Palabra de
Cristo
V Dedicar tiempo para bendecir alabar y dar
gracias a Dios por el Plan de Salvación y crecer en la fe, la esperanza y la
caridad (cf Col 3, 1- 4).
V Profundizar en la Palabra de Dios y en la vocación
de bautizados, llamados a la santidad para con la ayuda del Espíritu Santo, ser
testigos del amor de dios manifestado en Cristo Jesús. (cf Hech 1, 8)
V Con la ayuda de Dios, luchar más
ardientemente para vencer nuestras propias debilidades. Fortaleciéndose con la
energía del Señor (cf Ef 6, 10) Para crecer en la unidad de la fe y en el conocimiento de Dios guardando
los Mandamientos y practicando las
virtudes cristiana.
V Como Misionero de Cristo tener la
disponibilidad de dar a conocer las bendiciones espirituales que Dios
gratuitamente ha derramado en Cristo para todos los hombres. (cf Mt 28, 19-20)
V Vivir el compromiso bautismal, para todos
trabajar en la edificación de la Iglesia y en la construcción del reino de
Dios. El compromiso bautimal es iluminadopor el mandamiento del Servicio:
“Lávense los pies unos a otros” (Jn 13, 13)
V Guardar los mandamientos de la Iglesia: “Oír
misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. Confesar los pecados
mortales al menos una vez cada año, y en peligro de muerte, y si se ha de
comulgar. Comulgar al menos por Pascua de
Resurrección Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa
Madre Iglesia.”
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