LA
SEÑAL QUE HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA ES EL AMOR.
Iluminación:
En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También
nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. (1Jn 3, 6)
En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1Jn 4, 9-11)
Cristo
me amó, nos amó y amó a su Iglesia. Se entregó por mí, por nosotros y se
entregó por su Iglesia: “Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo,
es Cristo quien vive en mi. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el
Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí”. Ga 2, 19b-20) “Sed, pues,
imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó
y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma”. (Ef 5, 1- 2)
“Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua,
en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que
tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada”. (Ef
5, 26- 27)
Para
eso nos ha elegido Dios en Cristo, para ser santos e inmaculados en el amor (Ef
1, 4) Nos ha redimido (Ef 1, 7) y nos ha santificado (Ef 1, 8) Para ser de todos los hombres una sola Familia,
la de Dios en la que todos somos hijos y
hermanos (cf Ef 1, 5) “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro
tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque
él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que
los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con
sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo,
haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de
la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad” (Ef 2, 13- 16).
Hombre
Nuevo es el que ha muerto, ha sido sepultado y ha resucitado con Cristo (Rm 6,
3- 4) Ha sido incorporado y revestido con Cristo por el bautismo (Gál 3, 26) Ha
entrado por la Puerta estrecha, (Mt 7, 13) despojándose del equipaje viejo para
revestirse de luz, de justicia y santidad (Ef 4, 23- 24) El hombre Nuevo camina
en Comunidad, se preocupa de los demás y comparte su vida con todos, es un
discípulo de Cristo, su seguidor. (cf Mt 18, 20) Ha roto con las guaridas de las
zorras y con los nidos de las aves, (Lc 9, 58) es decir, ha abandonado la vida
mundana y pagana para seguir a Cristo hacia su Pascua. (cf Gál 5, 16) “No está
hecho, sino haciéndose: Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la
carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu”. (Gál5, 24- 25). Está muriendo al pecado y viviendo
para Dios (Rm 6, 10) Vive en comunión con Cristo (Cabeza y Cuerpo) por eso
puede dar fruto (Jn 15, 4)
De
la misma manera que Dios nos ha amado, también nosotros, debemos amarlo a él y
amarnos los unos a los otros: Amar con amor se paga. “Queridos, amémonos unos a
otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce
a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se
manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo
único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1 de Jn 4, 7- 11)
¿Cómo
podemos amar a Dios y amarnos los unos a los otros? “Todo el que cree que Jesús es
el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el
ser ama también al que ha nacido de él” (1 de Jn 5, 1) En esto
sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Juan 2, 3- 5) “Si
alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le
cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no
amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad”.(1 de Juan 3,
17- 18)
Para
san Juan practicar la caridad equivale a practicar la justicia: “Si sabéis que
él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él”. (1 de
Juan 2, 29) Hacerle justicia a Dios es creer en su Hijo Jesucristo. Y hacer
justicia al hombre es reconocerlo como imagen y semejanza de Dios. Es aceptarlo
como lo que es: persona, valiosa, importante y digna. Es respetarlo de
pensamiento, palabra y obra. Es cargar con sus debilidades y necesidades (Rm
15, 1) Es caminar con él, como hermano que es tuyo, juntamente, aceptarlo como
regalo de Dios para ti y tú para él. Recordando al profeta Miqueas: «Se te ha
declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar
la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»(Mq 6, 8)
Publicar un comentario