ESTEBAN Y
PABLO SON SERVIDORES DE CRISTO POR VOLUTAD DEL PADRE.
En aquellos
días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: “Hombres de cabeza dura,
cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo;
ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres?
Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes
han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no
la han observado”. Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se
enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno
del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba
de pie a la derecha de Dios, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al
Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.
Entonces
los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a
una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a
apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven,
llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: “Señor
Jesús, recibe mi espíritu”. Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz:
“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Diciendo esto, se durmió en el
Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que
mataran a Esteban. (Hechos 7, 51–8, 1)-
Esteban el protomártir, es un hombre de Dios, lleno con el
Fuego del Espíritu Santo para denunciar el pecado del pueblo: “Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de
oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus
padres.” Y para anunciar
la buena Nueva que Jesucristo, el que ustedes dieron muerte en la cruz, ha
resucitado y ha sido glorificado, Ahora se encuentra de pie a la derecha de Dios.
Para el Sanedrín y para todos judíos, esto era blasfemia.
Esteban era un blasfemo y debe morir, al igual que Jesús, había sido condenado
por ser un blasfemo. Entonces
los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a
una se precipitaron sobre él.
Los falsos
testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras
lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tomes en
cuenta este pecado”. Diciendo esto, se durmió en el Señor.
De
perseguidor de la Iglesia a apóstol de Cristo.
Allí estaba
el joven Saulo, fariseo rabioso perseguidor de la Iglesia. Miró el rostro de
Esteban; escuchó sus palabras; lo miró caer de rodillas y escuchó su oración.
Muchos estudiosos de la Biblia dicen que Saulo, en su conversión comenzó de
cero, me atrevo a decir que no es cierto. Lo que Saulo miró y oyó, le entró en
su mente y lo goleaba con fuerza; veces con odio y otras veces como Luz de la
Verdad, Dios estaba trabajando en él.
Por el
Camino de Damasco, cayó Saulo.
Entretanto Saulo, respirando
todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo
Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que, si
encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar
atados a Jerusalén. Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de
Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una
voz que le decía:
«Saúl, Saúl, ¿por qué me
persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
(Hch 9, 1- 6)-
Tres cosas
aprendió el joven Saulo en el encuentro con Jesús: la primera
que Jesús es el Mesías prometido al pueblo de Israel. Lo mataron. pero está
vivo, ha resucitado. La segunda, que Jesús habita en todos los que creen en él.
En aquellos a los que Saulo persiguen para ponerlos presos o para darles
muerte: hombres, mujeres, jóvenes o niños. Y la tercera, su vocación como
apóstol de los gentiles.
Saulo se levantó del suelo,
y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le
hicieron entrar en Damasco. (Hch 9, 8)- Estaba ciego, en crisis, lo habían
tumbado del caballo de la soberbia. Venían a su mente las palabras de Esteban: “Veo
a Jesús de pie a la derecha del Padre.” Venía a su mente las palabras de Jesús:
“Yo soy Jesús a quien tu persigues”. Esta vivo, ha resucitado y ha sido glorificado.
Tres días de oración y ayuno pasó Saulo mientras permanecía en crisis.
Dios usa a
la Iglesia para ayudar a Saulo.
Había en Damasco un discípulo
llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí
estoy, Señor.» Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en
casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración y ha visto
que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la
vista.» Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de
los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén y que está aquí con
poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu
nombre.» El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de
elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.» (Hch 9,
9- 16)-
Ananías
evangelizó a Saulo, le habló de Jesús y de su Obra.
Fue Ananías, entró en la
casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el
Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que
recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante cayeron de sus
ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó
alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de
Damasco, y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era
el Hijo de Dios. (Hch 9, 17- 20)-
En el encuentro con Jesús
muere Saulo el fariseo, el rabioso perseguidor de la Iglesia, y nace Pablo, el
apóstol, el misionero y servidor de Cristo por voluntad del Padre. Pablo, el
enamorado de Cristo y de su Iglesia, se pasó la vida al servicio de la Obra
redentora del Señor en medio de luchas, persecuciones, azotes, cárceles,
debilidades y fragilidades, en medio de todo pudo decir: “Tú Gracia me basta, Tú
Amor es todo lo que yo necesito” (2 de Cor 12, 9)- “Todo lo puedo en Aquel que me conforta.” (Flp 4,
13)-
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