3. EL SENTIDO PASTORAL DE LA DEVOCIÓN AL
NIÑO JESÚS.
Objetivo:
Enseñar como la devoción del Divino
Niño, no es ajena a la pastoral de la Iglesia, ya que está al servicio de la
fe, y del cultivo de los valores del Reino, que ha llevado a muchos a crecer en
las virtudes teologales.
Iluminación:
Evangelizar es dar vida. Es sembrar el Poder de Dios en corazón de los hombres
y de las culturas. Evangelizar es enseñar el arte de vivir en comunión, el arte
de amar y de servir como discípulos de Jesús para que el mundo tenga vida en él
(DA).
1. ¿Qué
entendemos por Pastoral de la Iglesia?
La Pastoral es la acción de toda la
Iglesia para prolongar en la Historia y hacer presente, la acción redentora de
Cristo. Tres son las vertientes de esta acción pastoral: es profética, es
sacerdotal, y es regia. La predicación de la Palabra engendra la fe, según las
palabras del apóstol: “La fe viene de lo que se escucha, y lo que se escucha es
lo que se predica, la Palabra de Cristo” (Rm 10, 17) La fe cristiana es creer
que Dios se ha hecho hombre en Cristo Jesús, para salvación de todos los
hombres. La fe cristiana es Cristo céntrica, implica aceptar a Jesús como
nuestro Salvador y Redentor y adherirnos a su Persona con todo nuestro ser;
aceptando su Palabra como norma de nuestra vida, su misión como su legado y su
destino como realmente nuestro, aquello a lo que somos llamados por Dios: ser
sus hijos muy queridos y amados por Él. Nuestra fe cristiana tiene dos
dimensiones: abandonar el mal y hacer el bien. La Obediencia cristiana nos
pide: “Romper con el pecado” (1 Jn 1, 8-9), y “guardar los mandamientos”,
especialmente, el de la caridad (1 Jn 2, 1- 4) Cuando falte uno de estos
elementos podemos denunciar que “nuestras devociones son falsas y estériles”.
Nuestra Madre la Iglesia no solamente
nos evangeliza con la Palabra y los Sacramentos, sino también, con el
Testimonio y con acciones concretas que nos recuerdan las palabras de Jesús a
sus discípulos: “Sí vuestra justicia, no supera la justicia de los fariseos, no
entraréis al reino de Dios” (cf Mt 5, 20) Ellos conocían la Biblia, ayunaban
dos veces a la semana, pagaban diezmo de manera rigurosa, oraban por lo menos
tres veces al día, pero no tenían Misericordia para con los pobres. “Juzgaban y
condenaban a quienes no pensaban, creían y eran como ellos” (cf Mt 7, 1s) No
reconocían el valor de los humildes, por eso, Jesús chocaba contra ellos y
denunciaba su falseada religiosidad. Doy testimonio que la devoción al Niño de
Belén ha generado mejores personas: dignas, originales, responsables, libres y
capaces de amar.
2. La devoción de Niño Jesús es un
foco de evangelización.
La devoción al Niño Jesús tiene
presente la fe y las dimensiones de la Pastoral de la Iglesia: Cree, vive,
celebra y anuncia el amor de Dios manifestado en el Niño Jesús que se “encarnó
para redimirnos”. Para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos en los
hombres de Buen Pastor a la Casa del Padre, al Reino de Dios, un reino de amor,
paz y justicia (Col 1, 13). Evangelizar es dar vida. Es sembrar el Poder de
Dios en corazón de los hombres y de las culturas. Evangelizar es enseñar el
arte de vivir en comunión, el arte de amar y de servir como discípulos de Jesús
para que el mundo tenga vida en él (DA)
3. ¿Qué es lo que la devoción anuncia?
La devoción anuncia al Señor Jesús, en
referencia a su infancia como principio que nos llevará a poner el fundamento
de nuestra fe: Jesucristo (1 Cor 3, 11). Anuncia, “Los 12 Misterios centrales
de la infancia del Niño Jesús”. Anuncio que hace aparecer la devoción humilde,
sencilla y pobre como la “Estrella de Belén” que lleva a los hombres a Cristo.
La devoción del Divino Niño resalta los méritos de su infancia, de acuerdo al
enunciado teológico que reza: “Jesucristo es sacerdote desde el seno de su
Madre”. María es el Templo en el que Jesucristo se hizo Sacerdote. Desde el
seno de su Madre santificó a Juan Bautista y a su Madre Isabel, quien llena del
Santo Espíritu bendice, alaba y honra a María, quien es llamada: “La Bendita
Madre del Señor y Mujer dichosa por ser creyente” (cf Lc 1, 43ss). La devoción
en sí misma no es un fin, es tan solo un medio. El fin es la persona de Jesús,
el Hijo amado del Padre, justicia de Dios que sea manifestado para nuestra
salvación y la de todos los hombres. De acuerdo al anunciado paulino: “Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”
(2 Tim 1, 4). Los hombres llegan al conocimiento de la verdad por la
Evangelización, mientras que la salvación llega a los hombres mediante los
Sacramentos de la Iglesia.
El alma de la pastoral es el “Amor”,
hermosa verdad que nos hace decir que la devoción del Divino Niño, no es un fin
en sí misma, es tan solo un medio de la fe, el fin es Jesucristo, el Dios que
se hizo hombre, el único Mediador entre Dios y los hombres, con la devoción se
honra los doce primeros años de la vida del Señor Jesús. Por medio de la
devoción del Divino Niño muchas son las personas que han aprendido a orar, a
leer la Biblia, a servir a los hermanos, es decir, han sido llevadas de la
ignorancia religiosa a la fe animada por la caridad. Y ahora, llevan una vida
digna del Señor, agradándole en todo, dando frutos y creciendo en el
conocimiento de Dios (Col 1, 10).
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