DICHOSOS LOS POBRES DE ESPÍRITU PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
Iluminación: La ofrenda más grata al Señor es la que ofrece aquel que cumple su ley. El que guarda los mandamientos ofrece un sacrificio de acción de gracias, el que hace favores al prójimo ofrenda el mejor trigo, el que da limosna ofrece un sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es darle gusto al Señor, evitar la injusticia es sacrificio de expiación por el pecado; no te presentes, pues, ante Dios con las manos vacías: todo esto es mandato del Señor. (Sirácida 35, 1-5)-
El que hace la voluntad de Dios es el que se salva.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. (1 de Tm 2, 3- 4)- Los hombres llegamos al conocimiento de la Verdad por la evangelización, por la predicación de la Palabra; y la salvación llega a nosotros por la recepción de los Sacramentos: Palabra y Sacramentos son los denarios que el buen Samaritano entregó al mesonero para sanar las heridas de la humanidad causadas por el pecado. (Lc 10 ) La voluntad de Dios es nuestra santificación en Cristo y por él (1 de Tes 3, 4) La voluntad de Dios es que creamos en Jesús y que nos amemos unos a los otros. (1 de Jn 3, 23)-
Dios nos amó por primero.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (1 de Jn 4, 10)- Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Jn 3, 16)- Por amor nos entregó a su Hijo, que por amor entrego su vida por todos los hombres. (Gál 2, 19; Ef 5, 2; 5, 25)-
El amor es donación, entrega y servicio.
Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. (2 de Cor 8, 9)- Su pobreza es hacerse hombre, es la Encarnación; es su pasión y su muerte, tal como lo describe san Pablo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Flp 2, 6- 8)
Jesús, el Pobre, hizo de la voluntad de Dios la delicia de su corazón. (cfr Jn 4, 34)-
Puso toda su confianza y se abandonó en las manos de Dios, hasta el último suspiro (Lc 23. 48)- Por eso Dios lo resucitó, lo sentó a su derecha y lo constituyo Señor y Mesías (Hch 2, 36; Flp 2, 9-11; Ef 2, 4- 6). Es sacerdote, profeta y rey, pudo ofrecer un sacrificio perfecto por nuestra redención y nos alcanzó el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo. (Rm 5, 1)- Y como profeta nos ha enseñado cual es la voluntad de Dios: Creer, confiar, obedecer y amar a Cristo.
El evangelio de Hoy.
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte''. Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros". Marcos 10, 28-31
Pedro había dejado una suegra, vieja y enferma que fue sanada por Jesús para luego servirlo. Había dejado una barca y unas redes viejas y remendadas; había dejado una sinagoga de la que lo habían corrido. Había también dejado muchas cosas buenas por seguir a Jesús, por eso pregunta: ¿De cómo nos toca? - ¿Nosotros que hemos dejado por Jesús y por su Evangelio?-
Yo como sacerdote decidí a renunciar a tener una esposa, hijos, hijas, bienes materiales, amistades, vehículos de lujo, y más. Nadie me obligó, esa fue mi decisión. Ha habido esfuerzos, renuncias y sacrificios, pero mientras el amor de Dios esté en mi corazón no hay lamentos, ni quejidos ni pujidos. La recompensa es el ciento por uno y persecuciones en esta vida y la vida eterna desde ahora. ¿Dónde está todo eso?.
Escuchemos a Jesús darnos la respuesta: Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 21) Son todos aquellos y aquellas que hacen la voluntad de Dios; esas son mi madre, mis hermanos y hermanas, mis hijos y mis hijas, Mi Padre es el Padre del Cielo, el Padre de todos. Mi Familia es muy grande, y todos somos Uno en Cristo Jesús (Col 3, 11)-
Las pruebas y las persecuciones por Cristo son parte del Camino: Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. (Eclo 2, 1- 4)- Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear. (Snt 1, 2- 4)-
El Camino a seguir ha sido caminado por Jesús.
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. (Mt 5, 3- 11)
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