SOMOS
PECADORES LLAMADOS A SER SANTOS E INMACULADOS POR EL AMOR.
Iluminación: Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes
de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el
amor. (Ef 1, 3- 4)
Genealogía
de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac
a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a
Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a
Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed, Obed a
Jesé, y Jesé al rey David.
David
engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá
a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam
a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías,
Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.
Después del
destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel,
Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a
Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob
engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De modo que el total de generaciones, desde Abraham
hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de
catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce. Mt 1, 1-17
Jesús es humano, es un hombre verdadero, pertenece
a la raza humana, igualito a nosotros en todo menos en el pecado ( ) Hijo de
Dios e Hijo de María, por gracia de Dios, Inmaculada. En su ascendencia
encontramos grandes pecadores y grandes santos, justos e impíos- Encontramos
cinco mujeres: Tamar, Rajab, Rut la
Moabita, pagana, pero, de un corazón grande y noble; Betsabé la madre de
Salomón, y María, madre de Jesús que es el Cristo y es Dios. (Rm, 9, 5)
Jesús,
el hombre verdadero, entregó su vida para salvarnos, así lo dice san Pablo: Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo
por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud
de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha
ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. (Ef 5, 5, 25- 27)
Jesús eligió a los Doce, que
no eran perfectos, sino pecadores; y los puso como Fundamento de su Iglesia que
es Una, santa y Apostólica, pero también es pecadora, necesitada de la Gracia
de Dios y de mucha purificación. Así es la iglesia de Jesús: elegida, redimida
y santificada (cfr Ef 1, 3- 8) Pablo la propone como una casa grande donde hay
instrumentos de oro, de plata, de cobre, de madera, de barro,… el que quiera
ser de uso especial que se consagre al Señor (cfr 2 de Tm 2, 20)
Muchos son los que quieren
una Iglesia perfecta, yo mismo era de esos, pero el Señor me dijo: “Acepta a ti
Iglesia como es, no como tú quieres”. “El que quiera una Iglesia perfecta que vaya
y la funde, pero, no será la de Jesús, será la mía o la tuya”. El la Iglesia de
Jesús hay santos y hay pecadores, hay fuertes y hay débiles, hay sanos y hay
enfermos. “El que quiera ser de uso especial que se consagre al Señor”.
La Iglesia es bendecida y su Bendición
es Cristo, su Fundamento, santo e inmaculado, (1 de Cor 3, 11) pero, en sus
miembros tiene la necesidad de ser purificada para ofrecer sacrificios vivos,
santos y agradables a Dios (Rm 12, 1). Siempre en camino de conversión y de
renovación. Invitada por el mismo Señor a ser santa e inmaculada por el amor
(Ef 1, 4). La Iglesia es fuerte cuando escucha y obedece la Palabra de Dios (Mt
7, 24)
Cuando la Iglesia de
Jesucristo es conducida por el Espíritu Santo, es dócil y fiel a su Fundador,
como el profeta Balam, el hijo de Beor, (Nu 24. 1- 11) tiene el oído atento, el
ojo abierto y con la disponibilidad de hacer la voluntad de Dios: ser canal de
su Gracia; ser una Bendición. Bendecir significa que Dios nos hace partícipes
de lo que Él es y de lo que Él tiene- Dios es Amor, Verdad y Vida, Santidad, Libertad
y Humildad.
La Iglesia
de Jesucristo existe pata bendecir.
El Hijo de Dios no vino a juzgar, ni a condenar, ni
a maldecir, ni a maltratar a nadie, Él vino a bendecir, a liberar, perdonar,
reconciliar y salvar a todos los que quieran. La Iglesia portadora del Espíritu
Santo no debe juzgar ni condenar, ni maldecir, ni maltratar a nadie, porque ha
sido enviada a Bendecir. Así podemos entender el evangelio de María: “Hagan lo
que él les diga” (Jn 2, 5)Y Jesús nos dice: “Conmigo o contra mí, el que no
junta desparrama” (Nr 12, 30) Son libres para hacer el bien o hacer el mal,
pero, de lo que hagan serán responsables (cfr Dt 30, 15s).
Jesús dice a los suyos: “Permanezcan
en mi amor”.
Para
permanecer en el amor de Jesús hay que romper con el pecado para vivir en Comunión
con Cristo y poder dar frutos de vida eterna (cf Jn 15, 4- 10)Hay que
permanecer en la cruz de Cristo para morir al pecado y vivir para Dios (Gál 5,
24) Guardemos el Mandamiento Regio de Jesús para evitar juzgar, condenar o maltratar
a los hombres, eso es pecado: “No juzguéis, para que no
seáis juzgados.” (Mt
7, 1) No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena,
apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque
con la medida con que midáis se os medirá.» (Lc 6, 37- 38)
Todos somos pecadores y el pecado
nos priva de la gracia de Dios. (Rm 3, 23)
¿O cómo vas
a decir a tu hermano: "¿Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la
viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás
ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mt 7, 4-5). Jesús nos
recomienda; «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos,
haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los
que os difamen. (Lc 6, 27- 28) Jesús llama e invita a su Iglesia a ser santa y
perfecta, mediante a Caridad (cfr Lc 6, 36). Por eso y para eso nos dejó su
legado: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que,
como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En
esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los
otros.» (Jn 13, 34- 35)
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