EL ESPÍRITU
DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MI.
Iluminación: En aquellos días, Balaam levantó los ojos y divisó a Israel acampado
por tribus. Entonces el espíritu del Señor vino sobre él y pronunció este
oráculo: “Oráculo de Balaam, hijo
de Beor, palabra del
varón de ojos penetrantes, oráculo
del que escucha la palabra de Dios y
conoce la ciencia del Altísimo y contempla en éxtasis, con los ojos
abiertos la visión del
todopoderoso. Yo lo veo, pero no
en el presente; yo lo contemplo,
pero no cercano: de Jacob se
levanta una estrella y un cetro
surge de Israel’’. (Nm 24, 15-17)
El Espíritu del Señor irrumpe en
un profeta pagano y le cambia sus intenciones.
Ahora ve,
escucha, habla, discierne las Maravillas de Dios; bendice y no maldice, no
juzga y no condena, sino que hace caer sobre el pueblo de Dios una lluvia de bendiciones.
Y entra en éxtasis con los ojos abiertos
habla las cosas antes de que sucedan, es un profeta de Dios: “De Jacob se levanta una estrella y un cetro surge de Israel’’. Es
Jesús el descendiente de David: Saldrá un vástago del tronco de
Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios
(Mt 16, 16)
Sobre Jesús
está dentro y sobre el Espíritu Santo, el espíritu de Dios.
Reposará sobre él el espíritu
de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y
fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de
Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. (Is 11, 1- 3)
El espíritu del Señor Yahveh
está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a
los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los
cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia
de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que
lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido
de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de
justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria. (Is 61, 1- 3)
Jesús se
apropia del texto de Isaías.
El Espíritu del Señor sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido
hoy.» (Lc 4, 18- 19. 21)
La pregunta
que pide una respuesta.
En
aquellos días, mientras Jesús enseñaba en el templo, se le acercaron los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: “¿Con qué derecho haces
todas estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”
Jesús les
respondió: “Yo también les voy a hacer una pregunta, y si me la responden, les
diré con qué autoridad hago lo que hago: ¿De dónde venía el bautismo de Juan,
del cielo o de la tierra?”
Ellos
pensaron para sus adentros: “Si decimos que del cielo, él nos va a decir:
‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’ Si decimos que de los hombres, se nos va a
echar encima el pueblo, porque todos tienen a Juan por un profeta”. Entonces
respondieron: “No lo sabemos”. Jesús les replicó: “Pues tampoco yo les digo con
qué autoridad hago lo que hago”. (Mt 21, 23-27)
El Gran acontecimiento: el Bautismo
de Jesús.
¿De dónde le viene la autoridad
a Jesús?
Jesús purifica el templo de
Dios, llamado a ser Casa de Oración y convertido en cueva de ladrones. Jesús
supera la Ley de Moisés: Habrán oído que se dijo más yo les digo… (Mt 5, )
Jesús no dice porque soy Dios… por eso lo habían matado a pedradas. Él conocía
quien era: El Hijo de Dios, el “Yo Soy”, pero no se lo dice, más bien les hace
otra pregunta: El bautismo de Juan era del Cielo o de la Tierra, tienen miedo a
la respuesta, y entonces les dice, tampoco Yo se los digo.
La Autoridad
de Jesús viene por lo que le sucedió en el río Jordán, fue “Ungido con el Espíritu
Santo” para ser el Mesías de Dios y realizar la Obra de Padre: la salvación de los
hombres, y ser así, sacerdote, profeta y rey: Sucedió que
cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en
oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma
corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy
te he engendrado.» (Lc 3, 21- 22).
El Espíritu
Santo es inseparable de Jesús. Lo condujo al desierto para que se prepara para
su Misión: Anunciar el Reino de Dios, reconciliar a los hombres con Dios y
salvar a a la Humanidad. Por la acción del Espíritu Santo en Él, Jesús predicó
su Palabra, hizo milagros, hizo exorcismos, murió en la cruz y resucitó. Para
realizar la Obra del Padre y que el Espíritu Santo actualiza en nuestra vida.
El objetivo
y el sentido de la vida de Jesús era la “Glorificación al Padre y el amor a los
hombres
“Por eso nos
dijo: Jesús les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si
alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo
por mi cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que
busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura en él.
(Jn 7, 16- 18)
La Obra del
Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en Jesús para que creyendo se salve. Es
el Autor de la Encarnación de Jesús en el seno purísimo de María y de la encarnación
de Cristo en nuestros corazones. El que rechace la acción del Espíritu en su
vida, no se salvará (Mc 16, 16) Pablo resume la acción del Espíritu en nuestra
vida al decirnos:
En efecto,
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no
recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos
de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. (Rm 8.
14- 17) Porque no nos dio el Señor a nosotros un
espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. (2 de
Tm 1, 7) Para que nos revistemos
de Cristo Jesús.
Por la
acción del Espíritu Santo podemos ser Voz de la Palabra de Cristo y ser sus ministros,
discípulos del Maestro de Nazaret para seguir sus huellas y ofrecernos con Jesús
al Padre por la conversión de los pecadores.
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