LA CARIDAD ES LA SEÑAL QUE HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA.

 

LA CARIDAD ES LA SEÑAL QUE HEMOS PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA.



En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. Él arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor. (Is 25, 6-10)


Tres cosas hace el Señor para prepararnos el banquete de Bodas: Vence el pecado, destruye la muerte y nos enjuga las lágrimas. Lo que significa: “Perdona nuestros pecados, nos da vida eterna y nos da Espíritu Santo- Todo o hace por amor y por compasión. Por amor nos llamó a la existencia; por amor nos ha redimido y por amor nos ha dado el Espíritu Santo para que todos tengamos los mismos sentimientos de Cristo Jesús.  Para que podamos decir: Habitaré en la casa del Señor toda la vida. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas
(Sal 22, 1- 2)

 

Subió al monte y se sentó, es Maestro que enseña para conducir a los hombres al Reino de Dios. Un Reino de Amor, de Paz y de Gozo (Rm 14, 17) Un Reino de Justicia y de Santidad (Ef 4, 24) Jesús siembra este Reino con su Palabra, con sus milagros, sus exorcismos y con su Testimonio de vida. Quien acepta su Palabra y cree en Él, queda embarazado para ser conducido por la acción del Espíritu presente en su Palabra al Nuevo Nacimiento. Este nacer de Dios se da cuando nos apropiamos de los frutos de la Redención de Cristo; el perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo para sentarnos a la Mesa del Señor (1de Cor 10, 21) Y comer del Árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7) El Árbol de la Vida es Cristo, nuestro Alimento y nuestra Vida. Cristo es nuestro Salvador, nuestro Maestro y nuestro Señor.

 

El relato evangélico.


“En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.”

 

Jesús tiene poder sobre la enfermedad, sobre la muerte, sobre el pecado y sobre la naturaleza. Todo, todo, todo, lo bueno y lo malo, ha de ser puesto bajo os pies de Jesús por que él el Señor de todo:
Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo.
(cfr Ef 1, 22- 23)

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino". Los discípulos le preguntaron: "¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?" Jesús les preguntó: "¿Cuántos panes tienen?" Ellos contestaron: "Siete, y unos cuantos pescados".

Jesús todo lo hace por compasión, en Él la compasión es amar, no es lástima, no, es decir, “pobrecitos”, sino que es comprometerse con los necesitados, con los enfermos, con los pobres, con los pecadores. Es el compadecerse de los más débiles y cargar con sus debilidades. Jesús a nadie despide con las manos vacías, y hoy, confía en sus amigos para atender a los más necesitados. Por eso nos dice: “Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.” (Lc 6, 36) Lo que equivale a ser “Misericordiosos como vuestro Padre celestial, rico en amor y en compasión.”

 La Iglesia existe para servir, y lo hace, cuando ama, es compasiva y misericordiosa, pero sin olvidar que lo primero es el buscar el reino de Dios y  que lo demás viene por añadidura (Mt 5, 36) Dar de comer al hambriento; de beber al sediento; vestir al desnudo; curar a los enfermos; hospedar al forastero (Mt 25, 31ss) Sin olvidar que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de la boca de Dios (Mt 4, 4) Palabra y Oración son alimento espiritual, y que los pobres son hombres y mujeres que tienen hambre y sed de Dios. Con la escucha y obediencia de la Palabra de Dios son revestidos de Justicia y Santidad. No olvidemos que los pobres tienen necesidad de relacionarse y comunicarse con los demás, no los aislemos, busquemos la comunión con los demás. No hagamos acepción de personas, aprendamos a ser Comunidad fraterna, solidaria y servicial, para que nos busquemos mutuamente, nos reconciliemos con todos y compartamos con los demás lo que tenemos, sabemos y somos.

“Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.” (Mt 15, 29-37)

Jesús ordena que se sienten en la yerba por grupos, es decir en comunidades, así podemos entender que donde dos o tres se reúnen en su nombre, Él está presente entre ellos. (Mt 18. 20) Después tomo los panes y los pescados, da gracias a Dios, y los partió. Nos recuerda la primera misa después de la resurrección en Emaús: “lo reconocieron al partir el pan” (Lc 24. 31) Partir el pan es inmolarse y sacrificarse en la presencia de Dios en favor de la Humanidad. Luego los panes salen de las manos de Jesús a sus discípulos y de ellos a las gentes que comieron hasta saciarse y sobraron siete canastos para enseñarnos que Dios da en abundancia.

Para ser generosos como Jesús, hay que hacerse uno de sus discípulos. El discípulo es como su Maestro: manso, humilde, generoso y desprendido de sus bienes para compartirlos con los demás. Recordemos el mensaje de Juan: Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1 de Jn 3, 17- 18) ¿Dónde queda el amor o la compasión? Y lo mismo lo dice Santiago:

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «¿Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. (Snt 2, 14- 17)

No le hagamos al sordo, escuchemos el clamor de los necesitados. No le hagamos al ciego y encontraremos a los que realmente son pobres. No le hagamos al paralítico: Extendamos la mano para compartir nuestros bienes materiales, intelectuales y espirituales. (Leer Mc 3, 1- 5) Entonces le añadimos justicia y obediencia a nuestro cuto espiritual para que sea agradable a Dios.

 

 

 

 

 

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