DISCÍPULO ES
AQUEL O AQUELLA QUE AMA Y SIGUE A CRISTO.
Iluminación: Al día
siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose
en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le
oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían
les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir,
"Maestro" - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis.»
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o
menos la hora décima. (Jn 1, 35- 39)
Discípulo es
aquel o aquella que tiene como Maestro a Cristo.
Es aquel que ha escuchado y obedecido a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. La
Palabra y el Mandamiento de Jesús es Norma para su vida. Además, ha aceptado pertenecer
a Cristo, amarlo y seguirlo. Según las palabras de Lucas: Decía a
todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda su vida por mí, ése la salvará.” Luc 9, 23- 24)😊
El que ama y
sigue a Cristo se humaniza y se hace mejor persona. La verdadera fe nos hace
ser más y mejores personas, es un camino de humanización- Nos lleva a configurarnos
con Cristo. Así le ha pasado a grandes pecadores.
Discípulo es
aquel o aquella que está abierto a la Voluntad de Dios. A este Jesús le dice: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la
Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 21) No me avergüenzo de Jesucristo
que es poder de Dios (Rm 1, 15) Porque las estrellas del cielo solo en nombre
de Jesús. el Cristo hay salvación (cf Hch 4, 12) Jesús nos dice: Crean y conviértanse
en mí” “No se turbe vuestro corazón”. Creéis en Dios: creed también en mí.”
(cfr Mt 4, 17; Jn 14, 1)
Por la fe somos justificados y recibimos el perdón de los pecados y el
don del Espíritu Santo (Rm 5, 1) y no por las obras ni por méritos personales.
(Ef 2, 4- 6) Somos hijos de Dios y templos vivos del Espíritu Santo: “Porque en
un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo,
judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.”
( Gal 3, 26; 1 de Cor 12, 13)
Discípulo es aquel o aquella que es conducido por el Espíritu Santo (Rm
8, 14) Espíritu que actualiza la Obra redentora de Cristo en nuestra vida. El
discípulo de Cristo no se deja conducir por cualquier otro espíritu porque es llevado
al pecado (cfr Rm 14, 24) Espíritu de malicia, de mentira, de envidia, de
hipocresía y de maledicencia ( 1 de Pe 2, 1) Fuera y al fuego.
Por la fe cuando es sincera rompemos con el pecado para hacernos participes
de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4b) Y poder entonces, poder ofrecer a Dios
un culto vivo, santo y agradable a Dios (Rm 12, 1) Un culto espiritual que
viene de un corazón limpio que se ha lavado en la sangre de Cristo, y que se
hace por amor. (1 de Tm 1, 5) Cuando nuestro corazón no está limpio, no
corresponde a un discípulo de Cristo y nuestros rezos y acciones no son
agradables a Dios, por que nuestra fe está muerta y vacía (Heb 11, 6; Snt 2,
14- 17)
El discípulo
de Cristo es aquel o aquella que guarda sus Mandamientos y guarda su Palabra
(Jn 14, 21. 23; 1 de Jun 2, 3- 5) Lo que significa amar y seguir a Cristo. Podemos
caer en el pecado porque somos débiles y somos pecadores, no somos perfectos,
pero tenemos un abogado que nos defiende: “Hijos míos, os escribo esto para que
no pequéis. Pero si alguna peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a
Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no
sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (1 de jn 2, 1- 2)
La
advertencia de Jesús a todos los creyentes.
«No todo el
que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que
haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en
tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás
os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)
La voluntad
de Dios es que creamos en Jesucristo, confiemos en él, lo obedezcamos y lo
amemos (cfr 1 de Jn 3, 23) La voluntad de Dios es nuestra santificación y que
caminemos en el reino de Dios (Mt 6, 9) La Voluntad de Dios es que amemos sin
fingimiento, que aborrezcamos el mal y que amemos apasionadamente ( Rm 12, 9)
La fe sincera pide y exige guardar los Mandamientos de la Ley de Dios.
El camino
del discípulo es el camino del grano de trigo.
En verdad,
en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él
solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que
odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno
me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12. 24- 26)
T:l Discíulo todo lo que hace lo hace como
su Maestro, con amor y compasión (Lc 6, 36) Lo que sale del amor y de la
compasión es la “carne” es decir es el pecado que nos paga con la muerte (cfr Rm
6, 23) “No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso
cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que
siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.” (Gál 6, 7-8)
El destino del Discípulo es
el mismo que el de su Maestro: Ser perseguido encarcelado, azotado y martirizado.
“Si a mí me persiguen, también a ustedes los perseguirán (Jn 15, 17). El discípulo
de Cristo dice las mismas palabras de Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad
de mi Padre y llevar a término su obra” (Jn 4, 34) Las oraciones y los rezos
son buenos en la medida que salgan de un corazón limpio. Para que Dios no se
tape los ojos para no ver mis acciones y se tape los oídos para no escuchar mis
plegarias porque no llevan obediencia, justicia y caridad (cfr Isaías 1, 15- 16;
Mt 7, 21- 23)
El discipulo
es aquel o aquella que es conducido por la palabra de Dios que lo libera, lo
reconcilia, lo salva y lo corrige: «¿Por qué me llamáis: "Señor, Señor”,
¿y no hacéis lo que digo? «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las
ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un
hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre
roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa,
pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no
haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre
tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se
desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.» (Lc 6, 46- 29).
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