EL
PRIMER SERVICIO QUE LOS CRISTIANOS PUEDEN DAR AL GÉNERO HUMANO ES ANUNCIAR EL
EVANGELIO.
Iluminación.
El anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los
cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano, por estar
llamados a comunicar a todos el amor de Dios, que se manifestó plenamente en el
único Redentor del mundo, Jesucristo”. (Benedicto XVI)
El Evangelio de hoy. (25
de Sep.)
En
aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda
clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el
Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: No llevéis nada para el
camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de
repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los
pies, para probar su culpa. Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea
en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
(Lc 9, 1- 6)
Enviados con la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el
amor sin límites de Dios a la humanidad que se ha manifestado en Jesucristo: “Pero
ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado,
atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en
Jesucristo, para todos los que creen - pues no hay diferencia
alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios - y son
justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en
Cristo Jesús” (Rm 3, 21- 24).
Que verdadera es la
palabra de Dios en san Juan: “En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si
Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A
Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que
permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y
nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como
Salvador del mundo. (1 Jn 4, 10, 14)
Cuatro hermosas verdades
sostienen el “edificio espiritual del cristianismo:” El Amor de Dios a los
hombres; la realidad de que todo hombre es pecador necesitado de Dios;
Jesucristo que nos amó y se entregó por la redención del pecado; la fe y la
conversión para entrar al reino de Dios y recibir el don del Espíritu Santo que
viene a actualizar la Obra de Dios realizada por Cristo y actualizada por el
Espíritu en nuestras vidas. Es una realidad que se ha perdido el sentido
del pecado, pocos son los que se saben pecadores, la inmensa mayoría se saben
“buenas gentes” que no pecan. Escuchemos a Esdras hablando desde el fondo de su
corazón:
“A
la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración y, con las vestiduras
y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahveh mi
Dios, y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar
mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado
hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el
cielo. Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos
hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros,
nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a la
espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy
sucede. Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la
gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo:
nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio de
nuestra esclavitud. Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud
nuestro Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de
Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y
restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y Jerusalén.
Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué vamos a decir, si, después de todo esto, hemos
abandonado tus mandamientos,” (Esd 9, 5- 10)
La verdad proclamada por
San Pablo, sigue siendo de actualidad: “Doy gracias a aquel que me revistió de
fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza
al colocarme en el ministerio, a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor
y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi
infidelidad. Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la
fe y la caridad en Cristo Jesús. Es cierta y digna de ser aceptada por todos
esta afirmación: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores;” y el primero de ellos soy yo. Y si
encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo
toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para
obtener vida eterna.” (1 Tim 1, 12- 16) “En
virtud de la sangre de Cristo hemos sido redimidos y hemos recibido el perdón
de nuestros pecados” (cf Ef 1, 7)
No basta con saber que
Dios nos ama, y no basta, con saber que somos pecadores, la palabra del Señor
Jesús es actual: “Creed y convertíos” (Mc 1, 15) Sin fe y sin conversión no
somos gratos a Dios (cf Hb 11, 6) Y seguimos haciendo historia en los terrenos
de hombre viejo, desprovistos de la Gracia de Dios y revestidos de tinieblas: “Os
digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los
gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las
tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos,
por la dureza de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se
entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.
Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido,” (Ef 4, 17- 20)
Mente, voluntad y corazón, sin Cristo se encuentran vacíos de amor, de verdad y
de justicia.
Para el apóstol San Pablo
la conversión consiste en “Llenarse de Cristo” “Tener los mismos pensamientos,
sentimientos, preocupaciones, intereses y luchas de Cristo” Se trata del cambio
de mente, de voluntad y de corazón. De un cambio de Dueño, de Reino, de Casa,
de Vestiduras, y sobre todo de “Padre” para llevar en nuestro corazón las
palabras del Padre Nuestro: “Un Nombre, un Reino y una Voluntad” para
comprender que el cristianismo no es una “ideología,” sino, una Persona, Cristo
Jesús.
“Vayan
y anuncien todo lo que yo les he enseñado; el que crea y se bautice se
salvará.” (Mc 16, 15) ¿Qué enseñó Jesús a sus discípulos? El
apóstol San Mateo confirma lo anterior: Jesús se acercó a ellos y les habló
así: «Me ha sido dado todo poder en el
cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20) Discípulo
de Cristo es aquel que lo acepta como Maestro, escucha su Palabra y la obedece,
por eso es portador del Amor, de la Verdad y de la Vida (Jn 14, 6) El Amor es
Luz, es Vida, y sigue a Jesús para que pueda dar amor, luz y vida por donde
pasa o camina e irradia la luz de Cristo en el rostro de los hombres. Pero,
cuidando, que sí yo digo: “Dios te ama, y yo, no te amo, soy un mentiroso.”
La enseñanza del Maestro de Nazaret la podemos sintetizar en
tres lecciones enseñadas por amor y compasión: “El arte de vivir en comunión,
consigo mismo, con Dios, con los demás y con la creación” Lo enseño con su
Palabra y con su propia vida. “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a
los oprimidos por el diablo (Hch 10, 38)
La segunda lección es “El
arte de amar” Amar a Dios y amar a todos, también a los enemigos (Lc 6, 27)
También lo enseñó con su Palabra y dando su vida (cf Jn 10, 18) y Con toda
autoridad nos dejó su Mandamiento regio: “Ámense los unos a los otros como yo
los he amado” (13, 34) El amor es la señal que le pertenecemos a Cristo y que
hemos nacido de Dios: “Queridos, amémonos
unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto
se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo
único para que vivamos por medio de él.“ (cf 1 Jn 4, 7-9)
La tercera lección del
Señor Jesús es la “Igualdad entre los suyos” “Entre ustedes todos son hermanos” (Mt 23, 9) Con su testimonio de
vida nos dejó el Mandamiento de la humildad: “Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo
soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también
debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que
también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. «En verdad, en verdad os
digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
«Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.” (Jn 13, 13- 17)
El verdadero
discípulo de Cristo es aquel que camina en la Verdad y vive en el Amor, por
eso, evangeliza con su testimonio de vida y con su palabra. Las palabras
mueven, pero los ejemplos arrastran (San Agustín) Lavar pies es servir, es
compartir para ayudar a otros a vivir dignamente y ayuda a crecer en la fe, la
esperanza y en la caridad.”
No somos enviados con las
manos vacías: el Agente principal de la evangelización es el Espíritu Santo
(Pablo V1) Es la Promesa de Jesús: “sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá
sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra.” (Hch 1, 8)
El Espíritu Santo guía a los que son hijos de Dios (Rm 8, 14)
Nos libera, nos reconcilia, nos salva y nos santifica.
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