VIVIR EN COMUNIÓN CON DIOS Y CON LOS DEMÁS.
Queridos, si
la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto
pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que
le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo,
Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. (1 de Jn 3,
21- 23)
La fe
sincera, el corazón limpio y la conciencia recta (1 e Tm 1, 5) nos garantizan que
las peticiones que hagamos a Dios, sean escuchadas y respondidas. Tenemos un
Maestro interior que nos ayuda en nuestras oraciones, el Espíritu Santo. Y de
igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no
sabemos cómo pedir para orar como conviene; más el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es
la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según
Dios. (Rn 8, 26- 27)
El Espíritu
Santo nos lleva al conocimiento de Dios y a nuestra Herencia.
“Para que el Dios de nuestro
Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de
revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón
para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál
la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la
soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la
eficacia de su fuerza poderosa.” (Ef 1, 17- 19)
La oración
del Padre Nuestro, rezada u orada en Gracia de Dios, nos garantiza la presencia
del Espíritu en nuestra oración. Las primeras tres peticiones hacen referencia
a Dios: “Santificado sea tu Nombre, Venga a nosotros tu Reino y Hágase tu Voluntad
así en a tierra como en el cielo.” La Voluntad de Dios encierra las dos primeras
peticiones: Santificado sea tu Nombre y Venga a nosotros tu Reino. La Voluntad
del Padre es nuestra Santificación ( 1 de Tes 4, 7) Como también es su Voluntad
que nazcamos y crezcamos en el reino de Dios (cf Jn 3, 1- 5; Mt 4, 17; Mc 1, 15)
Hacer la Voluntad de Dios nos
garantiza nuestra salvación y la escucha de nuestras oraciones: Muchos me dirán
aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; ¡apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23).
Por la fe somos hijos de Dios (Gál 3, 26)
Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo
nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es
porque tampoco lo ha reconocido a él. Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios,
pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él
se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo
el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan
puro como él. (1 Jn 3, 1-3)
En el Rostro de Jesús descubrimos que Dios es
Padre, es Amor, es Perdón y es Libertad (cf Jn 14, 7) El que más le gusta a
Dios que le llamemos es el de Padre: Padre Nuestro, porque donde hay filiación
hay también fraternidad. Dios quiere tener una gran Familia, en la que todos sus
hijos seamos hermanos entre nosotros. El que tiene esta esperanza tiene a Dios
como Padre y a sus hijos como hermanos; esta esperanza nos hacer puros y
limpios de corazón porque la esperanza es inseparable de la fe y de la caridad.
Medios para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y después la Vida eterna.
Dios se manifiesta en la vida de los creyentes liberándonos,
reconciliándonos, salvándonos y santificándonos. Todo para ser sus hijos, este
en nuestro destino glorioso: Ser hijos en el Hijo, el Primogénito entre muchos
hermanos. (Col 1, 15) Para reproducir la imagen de Jesús y ser con él, co- herederos
del Reino de Dios (cf Rm 8, 17)
¿Cómo viven los hijos de Dios? ¿Cómo vivó Jesús?
Se paso la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos
por el diablo (Hch 10, 38) Por un lado puso su confianza y abandono en las
manos de Dios, y por otro lado, era donación, entrega y servicio a Dios y a los
hombres. Para vivir como Jesús vivió hay que tener una fe sincera llena de confianza,
obediencia y amor a Dios para hacer de la Voluntad de Dios, que es Cristo, la
delicia de nuestro corazón.
Vivir en Comunión es el modo para vivir como Jesús vivió.
Es la tarea ara esta vida, por eso lo primero es “Dedicarse
buscar a Dios” ¿Dónde podemos encontrarlo? En la pobreza espiritual, en la
mansedumbre, en la humildad, en la misericordia, en la justicia, en la caridad
(Mt 5, 3,ss) Y de manera especial en nosotros mismos (Mt 6, ) Si lo hemos
encontrado en nosotros, ahora ve a buscarlo en los otros; y si no lo encuentras
en ellos, es que tampoco lo has encontrado en ti, sigue buscando. Si logras
encontrarlo en los otros, reconoce que te pertenecen y que tu les perteneces a ellos.
Que eres un don de Dios para ellos y ellos los son para ti. Son tu familia, no
son extraños. Para luego disponte a cargar con sus debilidades (Rm 15, 1) para
que puedas vivir en comunión con Dios y con los demás. Así podemos comprender
que lo que nos une es el Amor.
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