ELAMOR ES LA SEÑAL QUE HEMOS PASADO DE LA
MUERTE A LA VIDA.
Iluminación: "Acerquémonos a Dios con corazón sincero y plena convicción de fe,
haciendo que nuestro corazón sea rociado para purificarnos de una conciencia
culpable y nuestro cuerpo lavado con agua pura." (Hb 10, 22)
Llamados a ser hijos de Dios.
Mirad qué amor nos ha tenido el
Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce
porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal cual es. (1 de Jn 3, 1- 2) Somos hijos
de Dios por la fe en Jesucristo: Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero
a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que
creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que
nació de Dios. (Jn 1, 11- 13)
El paso de la muerte a la vida es conversión.
Nosotros sabemos que hemos
pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama
permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y
sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos
conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros
debemos dar la vida por los hermanos. (1 de Jn 3, 24- 16) Para poder amar hemos
de tener el amor de Dios derramado en nuestro corazón (cf Rm 5, 5) Todo el que
se burla, desprecia y odia a su hermano es un asesino y permanece en la muerte
(cf Mt 5, 22)
Pero al presente, libres del pecado
y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna. Pues
el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rm 6, 22- 23) Y Cristo vino al mundo
para destruir las obras del Diablo (1 de Jn 3, 8) y para darnos vida en abundancia
(Jn 10, 10) Vida crucificada, resucitada y glorificada, es decir, vida divina.
Pues este es el mensaje: que nos
amemos unos a otros.
No como Caín, que, siendo del Maligno, mató a su hermano. Y
¿por qué le mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano
eran justas. No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. La envidia
llevó a Caín al odio para luego llevarlo al homicidio, a matar a su hermano.
(cf | de Jn 3, 11- 13)
La señal que hemos pasado de la muerte
a la vida es el amor: “Si alguno dice: «Amo a
Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. (1 de Jn 4, 20) Queridos, amémonos unos a
otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce
a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. (1 de Jn 4,
7-8) Y el que ama a Dios y ama a su prójimo puede decir: En esto sabemos que le
conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no
guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien
guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir
como vivió él. (1 de Jn 2, 3- 6)
La señal es el amor.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a
la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo
el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene
vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido lo que es amor: en que él
dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los
hermanos. (1 de Jn 3, 14- 16)
Si alguno que posee bienes de la
tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede
permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca,
sino con obras y según la verdad. (1 de Jn 3, 17-18) El amor echa fuera el
miedo, la culpa y el complejo de inferioridad. (1 de Jn 4, 18)
Guardar sus mandamientos y hacer
loque él le agrada es nuestra confianza en Dios.
Queridos, si la conciencia no nos
condena, tenemos plena confianza ante Dios, y cuanto pidamos lo recibimos de
él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su
mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos
amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos
permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros:
por el Espíritu que nos dio. (1 de Jn 3, 21- 24)
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