JESÚS ES
SEÑOR PARA GLORIA DE DIOS PADRE.
En aquel
tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: “Dichoso
aquel que participe en el banquete del Reino de Dios”. Entonces Jesús le dijo:
“Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó
la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que
vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a
disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego
que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a
probarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y
por eso no puedo ir’. Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el
señor se enojó y le dijo al criado: ‘Sal corriendo a las plazas y a las calles
de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a
los cojos’.
Cuando
regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay
lugar’. Entonces el amo respondió: ‘Sal a los caminos y a las veredas;
insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que
ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete’ ”. ( Lc 14,
15-24)
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho;
porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un
lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también
vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino.» (Jn 1, 2- 4) Todos, todos, todos, pueden
entrar menos todo, es decir no puede entrar el pecado, según las palabras de
Pablo: “Nada de lo que es carne y sangre entra en el reino de Dios” (1 de Cor
15, 50)
Los primeros invitados son los del pueblo de Israel, los judíos. Son los
dueños de la Alianza y de las Promesas. Esperaban un Mesías, vino, llegó, pero,
no lo recibieron, no creyeron en él. Lo rechazaron y lo mataron. San Juan dice
que tan solo unos pocos lo recibieron, y a ellos les concedió llegar a ser
hijos de Dios, creyeron en la persona de Jesús, en su Mensaje y en su Obra (cf
Jn 1, 11- 12)
Después de la Resurrección de Jesús, todo el que cree en Jesús se
apropia de los frutos de la Redención, recibe el perdón de los pecados y el don
del Espíritu Santo. A partir de la muerte de Esteban se desata la primera persecución
contra la Iglesia, y salen los discípulos de Jerusalén y por donde pasan van
sembrando la Palabra de Dios, la Semilla del Reino, a judíos y a gentiles, entre
ellos está Felipe, y los que creen reciben los frutos de la redención de
Jesucristo, por igual, para descubrir que Jesús murió por todos, y que todos
son llamados al “Banquete de Bodas”. (Hch 8, 24s) Más tarde Pedro predica en la
casa de Cornelio a los paganos que creen en Jesús y reciben el Espíritu Santo (Hch
10, 24ss) Luego aparece Pablo el apóstol de los gentiles que hizo llegar el
reino de Cristo al corazón de muchos paganos (Hech 9 ).
Los
Evangelios sinópticos nos hablan de la parábola de Bodas, lo mismo que Marcos,
pero, profundizan más la parábola; «Entró el rey a ver a los comensales, y al
notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" Él se quedó callado. Entonces
el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las
tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque
muchos son llamados, más pocos escogidos.» (Mt 22, 11- 14)
¿De qué
traje se trata? ¿de dónde podrían los ciegos, los cojos, los pobres y los
limosneros comprar su traje? Todos, pobres y ricos, al llegar al a la Puerta
del salón de la fiesta: Puerta santa y estrecha (Jn 10 7; Mt 7, 13-14) Se
despojaban de sus harapos o de sus trajes, para recibir el Baño con la Gracia
de Dios. (Se apropiaban de los frutos de la redención. Se apropiaban de una fe
sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta 1 de Tm 1, 5) Así lo ha
entendido a Iglesia desde los primeros tiempos, hasta nuestros días. La Gracia
de Dios es el don gratuito, salvador, para todos, los que crean y se conviertan.
«Entró el
rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de
boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" No
hay respuesta, no sabemos si su traje era muy elegante y muy costoso, con
perlas y con diamantes. No tenía el
Traje de Bodas, es decir, no tenía La Gracia de Dios, se encontraba vacío de
Dios y de Amor. Por esto la Iglesia pide a sus fieles que no pasen comulgar del
Pan eucarístico si se encuentran en pecado mortal. El pecado es lo que no cabe
en el Reino de Dios y paga con la muerte para privarnos de la Gracia de Dios (Rm
3, 23; 6, 23) Podemos ir a Misa, hacer oración, escuchar la Palabra de Dios, practicar la caridad y
ofrecernos, pero no recibamos la Comunión para no hacerlo de manera indigna,
tal como lo dice san Pablo ( 1 de Cor 11, 25s)
"Atadle de pies y
manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de
dientes." Pero como eso puede ser posible, si Dios a todos ama y Cristo
murió por todos. Muy cierto, pero, Cristo murió para sacarnos del pozo de la muerte,
para sacarnos del pecado y llevarnos a la Casa del Padre y para eso nos pide “creer
y convertirse” Para reconciliarnos con Dios y con los demás. Donde hay
reconciliación hay perdón de los pecados y hay Gracia de Dios. Hay Vida en abundancia
(Jn 1o, 10) Cree que el amor de Dios se ha manifestado en Cristo Jesús para ser
nuestro único Redentor, nuestro Salvador y nuestra Salvación. Jesús es nuestro
Maestro y nuestro Señor.
Nuestra vida la podemos ver en tres etapas: La primera, Jesús
está fuera de nuestra vida, nosotros somos el rey y señor de nuestras vidas,
sentados en nuestro trono rodeados de poder, placer y tener, lujos y vicios. La
segunda etapa es cuando tenemos un encuentro con Cristo y entra en nuestra vida.
Jesús entra limpiando y purificando la casa, pero todavía estamos sentados en
nuestro trono. Pareciera que somos turistas del reino, salimos y entramos, Él
quiere que seamos ciudadanos, no residentes, ni turistas. Jesús avanza y llega hasta
nuestro trono. No engaña ni manipula, si tú quieres, entrégame el trono de tu
corazón para que Yo puede ser tu Señor y tu Rey, y puedas revestirte de
justicia y santidad, caminar en la Verdad y abrazar la voluntad mi Voluntad, para
que tu corazón me pertenezca, me ames y me puedas servir.
La fe sin conversión está vacía, y la conversión sin
arrepentimiento no alcanza el perdón, y sin el perdón de los pecados no hay
Espíritu Santo, y sin el Espíritu estamos sin la Gracia de Dios. “El Amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones juntamente con el Espíritu Santo
que Dios nos ha dado.” (Rm 5, 5) El Traje de Bodas en es la Gracia de Dios.
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