LLAMADOS A SER TEMPLOS VIVOS DEL ESPÍRITU SANTO.
Iluminación: He elegido y santificado este
lugar, dice el Señor, para que siempre habite ahí mi nombre. ( 2 Crón 7,
16)
El Templo de Ezequiel hace
referencia a Jesucristo Resucitado, el Nuevo Templo de Dios.
En aquellos tiempos, un hombre
me llevó a la entrada del templo. Por
debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo miraba hacia el
oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Aquel
hombre me dijo: "Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta
el Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente
que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia,
porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por
dondequiera que el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del
torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e
inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas
que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de
medicina". (Ez 47, 1-2. 8-9. 12)
Todo ser viviente que se mueva
por donde pasa el torrente, vivirá.
¿Qué hacer para tener vida y dar
frutos de vida eterna? La respuesta es creer e y convertirse a Jesús. Tal como
lo describe Nehemías que el pueblo de Dios al salir del exilio de Babilonia se dio
a la tarea de reconstruir el Templo y las murallas de la ciudad (Neh 1-ss)
Jeremías habla de los justos, de los que han sido justificados, perdonados y
salvados (Rm 5, 1; Gpal 2, 16) “Bendito sea aquel que fía en Yahveh,
pues no defraudará Yahveh su confianza. Es como árbol plantado a las orillas
del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando
viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta
ni se retrae de dar fruto.” (Jer 17, 7-8)
Con la escucha y obediencia de la
Palabra construimos la Casa sobre el Fundamento que es Cristo y a la vez se construye
la Muralla (cf 1 de Cor 3, 11) ¿Cómo se hace para hacer lo anterior?
Abandonando el mundo del Hombre Viejo, despojándose de las tinieblas para
entrar por la Puerta estrecha que es Cristo Crucificado para entrar en su
Pascua y revestirse de Cristo en Justicia y Santidad, Bondad, Verdad, Justicia,
humildad, Mansedumbre, Misericordia, Amor fraterno y Caridad. (Ef 4, 23- 24; Ef
5, 9; Col 3, 12; 2 de Pe 1. 7-8) Para revestirse de Cristo y ser piedras vivas
del Templo del Señor. “Porque todo ser viviente que se mueva por donde pasa el
torrente, vivirá, pero, lo que es carne y sangre no entra en el Reino de Dios. (1 de Cor
15, 50) Nada de lo que es pecado: soberbia, mentira, envidia, odio, hipocresía
y maledicencia (1 de Pe 2, 1) La clave está en despojarse de las tinieblas y
revestirse de Luz, es decir de Cristo (Rm 13, 13)
Hermanos: Ustedes son la casa que Dios edifica. Yo, por mi parte,
correspondiendo al don que Dios me ha concedido, como un buen arquitecto, he
puesto los cimientos; pero es otro quien construye sobre ellos. Que cada uno se
fije cómo va construyendo. Desde luego, el único cimiento válido es Jesucristo
y nadie puede poner otro distinto. ¿No saben acaso ustedes que son el templo de
Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de
Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son
ese templo. (1 Cor 3, 9-11. 16-17)
Somos templos de Dios dentro del
Templo grande que es Cristo Resucitado. Somos casitas de Dios dentro de la Casa
grande que es la Iglesia, Cuerpo de Cristo.
El relato evangélico.
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró
en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas
con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con
todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al
suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de
aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre". En ese momento,
sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los
judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para
actuar así?" Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres
días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años
se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres
días?" Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó
Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho
aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. (Jn 2,
13-22)
"Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi
Padre".
“No la conviertan en cueva de
ladrones” Jesús viene a liberar, reconciliar, salvar y hacer de todo hombre un “Templo
vivo del Espíritu Santo” Para eso murió y resucitó para deshacer las obras del
Diablo (Hch 10, 38) Tan solo nos pide escuchar y obedecer su Palabra, es decir,
creer y convertirse en lo que estamos llamados a ser hijos de Dios, hermanos y
servidores de Dios y de los demás. Y poder ofrecer sacrificios con un corazón
limpio, puro y santo que sea capaz de hacerlo por Amor para la gloria de Dios y
para los demás. Sacrificios de comunión, de alabanza y de arrepentimiento: Guardar
los Mandamientos, practicar la Caridad y darle muerte al hombre viejo (Eclo 46-
2- 4) Esto es posible si con la Fuerza del Espíritu Santo nos sometemos a la
Voluntad de Dios: la santidad (1 de Pe 1, 15)
¡cuánto
más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin
tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir
culto a Dios vivo! (Heb 9, 14)
Trabajemos
con pasión y amor en la construcción en la Casa de Dios que son todos los que
han creído en Cristo, lo obedecen y lo aman, los que han sido sacados de la
sepultura y han sido levados al Reino del Hijo de su Amor y han sido sellados
con el espíritu Santo (Ez 37. 12; Col 1, 13; Ef 4, 30) Y viven como Hijos de
Dios, hermanos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu, para ser miembros
del verdadero Pueblo de Dios y de una Comunidad fraterna, solidaria, servicial
y misionera. Comunidad donde hay una preocupación mutua, una reconciliación
continua y un compartir permanente, y que tiene como Meta al mismo Dios,
nuestra Herencia (Rm 8, 17)-
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