LA PALABRA DE DIOS Y LA ORACÓN NOS LLEVAN A LA PLENITUD.

 

LA PALABRA DE DIOS Y LA ORACÓN NOS LLEVAN A LA PLENITUD.



Ilustración: Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dijo: “Tómalo y cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas”.

Comerse el libro significa escuchar, guardar y ponerla en práctica, para que la aprendas de memoria.

Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: “Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes”. (Apoc 10, 8-11)

La enseñanza de Jesús: Mi casa es casa de oración.

Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras. Lc 19, 45-48

Palabra y Oración son los medios para crecer en la fe, la esperanza y la caridad.

“Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Orar es invocar e implorar a Dios como Padre, como Amor y como Perdón, como Santo y como Libertad. Así nos enseñó Jesús en el Padre Nuestro. Revestirnos de Santidad y Justicia. Entrar en su Reino de Amor y de Verdad. Pedir perdón por nuestros pecados para ser libres de todo mal y ser santos como Él es santo (cfr Mt 6, 6, 12; 1 de Pe 1, 15) Para hacernos partícipes de lo que Él es; Amor, Perdón, Santidad, y Libertad.

¿Cuáles son los ladrones que pueden habitar en nuestra casa?

Son los enemigos de la fe, los siete pecados capitales y todas sus consecuencias como el miedo, el odio, el complejo de culpa y el complejo de inferioridad. Que vienen a ser fuente de enfermedades neuróticas. Realidades que embotan a mente, endurecen el corazón, vacían nuestro corazón de Amor y nos llevan al desenfreno de las pasiones, en otras palabras, nos deshumanizan y despersonalizan.

Hablamos entonces de un Vacío existencial que viene del engaño, de la parálisis y de la frustración. La mentira es la fuerza del mal para desviarnos a la izquierda o la derecha para que no lleguemos a la Meta que es Dios, nuestro Padre y Salvador.

Del Vacío viene la frustración que nos lleva al aburrimiento, a la agresividad, al aislamiento y a la pérdida de la vida. Esto nos convierte en “Lobos para nuestras familias, padres, hijos, hermanos y vecinos”- Sembradores de miedos y odios por el mal trato que les damos o por las violaciones que se padecen en la infancia o adolescencia. Personas enfermas por enfermedades neuróticas y psicosomáticas que pasan de la mente al cuerpo. Una casa convertida en cueva de ladrones. Personas llenas de depresiones, angustias, y otras cosas, pero, a la misma vez, vacías de Amor y de Dios.

Jesús enseñaba todos los días en Templo y el pueblo lo escuchaba.

La Palabra es Luz que ilumina nuestro camino nuestra mente y nuestro corazón; es Palabra liberadora y sanadora. Hay que escucharla y guardarla en nuestro corazón (Lc 11, 28) para que realice su Obra. Palabra que nos muestra que Dios nos ama a todos de manera incondicional; nos ama a pesar de la vida que estemos llevando, vida mundana, pagana y de pecado. Palabra escuchada y unida a la pequeña oración está abriendo el camino para que Dios llene nuestros Vacíos de Amor, Paz y Gozo, y cambie la muerte en vida (Rm 6, 23) La esclavitud en libertad (Jn 8, 33. 36) La tristeza en gozo (Juan 16, 20- 24) Entonces comprenderemos la Palabra que nos dice: “Del corazón del que crea brotaran ríos de agua viva” (Jn 7, 37- 38)

Palabra y Oración cambiaron mi manera de pensar, de sentir y de hablar y sin tantos pujidos, la gracia de Dios ya estaba actuando en mí e iban desapareciendo de mi cuerpo y de mi alma las enfermedades neuroéticas, y todo por que estaba viviendo la Experiencia de Dios: “Yo estoy a la puerta y llamo, si agino escucha mi voz y me abre la puerta, yo entro y ceno con él, y él cena conmigo, nos amamos” (cfr Apoc 3, 20)

Cristo entra a nuestro corazón para conducirnos por los caminos de Dios; para liberarnos y sanarnos, esto unido a la reconciliación y al perdón de los pecados, que nos deja Paz y el don del Espíritu Santo. Entonces el Espíritu Santo realiza en nosotros la Obra redentora de Cristo Jesús, nuestro Salvador; y da testimonio de que ya somos hijos de Dios y coherederos con Cristo de la Herencia de Dios (Rm 8. 17-18).

 

 

 

 

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