JESÚS LLORÓ SOBRE JERUSALÉN Y SOBRE LOS QUE LO RECHAZAN.

 

JESÚS LLORÓ SOBRE JERUSALÉN Y SOBRE LOS QUE LO RECHAZAN.



 Ilustración: No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, dice el Señor. (Cfr Sal 94, 8)


En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó: “¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”. Lc 19, 41-44

“¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz!”

La paz viene de la justicia, que a su vez viene de la fe, sin fe no hay justicia y no hay paz. “Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen - pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios - y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús” -(Rm 3, 21- 24)

Justicia a Dios y justicia a los hombres.

Le hacemos justicia a Dios cuando guardamos sus Mandamientos y guardamos su Palabra (1 de Jn 2, 3- 5; Jn 14, 21- 23) Le hacemos justicia a Dios cuando hemos sido justificados por la fe y hemos recibido el perdón de los pecados y el el don de la caridad (Rm 5, 1- 5) La fe vine de lo que se escucha la Palabra de Dios (Rm 10, 17) Por eso no le endurezcamos el corazón a Dios, escuchemos su Palabra y obedezcámosla.

Para hacerle justicia a los hombres hay que poseer una fe sincera para tener la mirada de Dios que no hace acepción de personas como tampoco invierte los valores (cf 1 de Sam 16, 7) El que tiene fe sincera valora al hombre por lo que es y no por lo que tiene, o por lo que hace o por o lo que sabe. Lo reconoce como persona valiosa, importante y digna. Lo acepta como es y no como quisiera que fuera. Lo respeta de pensamiento, palabra y obra, porque es un alguien y no un algo. Lo disculpa y lo perdona y hasta carga con sus debilidades. Para luego abrirse a un dialogo fraterno y amistoso, con apertura y acogida para poder caminar juntos.

Jesucristo no hizo su Opción por los pobres, sino por lo humano.

No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.” Hombres y mujeres pobres y ricos, blancos o negros (Col 3, 9- 11) Para Él y para todo el que está en Cristo todos somos iguales en dignidad, pero diferentes en carisma.

“Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamo”

“¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”.

Jesús lloró por Jerusalén, la capital del mundo religioso judío. Con su Templo y sus murallas. “Vino a los suyos y encontró murallas de incredulidad, de indiferencia y de odio, rechazaron y lo mataron (cf Jn 1, 11) Le endurecieron su corazón al que ofrecía el amor, la vida y el perdón. Por eso profetizó la destrucción y la muerte para su pueblo. 40 años después de su resurrección vinieron los generales romanos Tito y Vespasiano pusieron sitio a la ciudad la quemaron, destruyeron al Templo y mataron más de un millón de personas.

No le endurezcamos nuestro corazón a Dios, escuchemos su Palabra que es luz, poder y amor, guardémosla en nuestros corazones y pongámosla en práctica y tendremos Vida en abundancia, no seremos destruidos.  (Lc 8, 21: Lc 11, 28) Es promesa de Jesús: “A los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»(Jn 8, 31- 32) Libre s de todo lo que impide que nos realicemos y libres para que amemos y sirvamos a Dios y a os hombres.

El que es dócil a la Palabra de Dios abandona los terrenos del hombre viejo y camina en la verdad hacia Cristo, el Hombre Nuevo para revestirnos de justicia y santidad. (Ef 4, 23- 24)

 

 

 

 

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