JESÚS LLORÓ SOBRE JERUSALÉN Y SOBRE LOS QUE LO RECHAZAN.
En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la
ciudad, lloró por ella y exclamó: “¡Si en este día comprendieras tú lo que
puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en
que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas
partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra
sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”. Lc 19,
41-44
“¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz!”
La paz viene de la justicia, que a su vez viene de la fe,
sin fe no hay justicia y no hay paz. “Pero ahora, independientemente de
la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los
profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen -
pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de
Dios - y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención
realizada en Cristo Jesús” -(Rm 3, 21- 24)
Justicia a
Dios y justicia a los hombres.
Le hacemos justicia a Dios
cuando guardamos sus Mandamientos y guardamos su Palabra (1 de Jn 2, 3- 5; Jn
14, 21- 23) Le hacemos justicia a Dios cuando hemos sido justificados por la fe
y hemos recibido el perdón de los pecados y el el don de la caridad (Rm 5, 1-
5) La fe vine de lo que se escucha la Palabra de Dios (Rm 10, 17) Por eso no le
endurezcamos el corazón a Dios, escuchemos su Palabra y obedezcámosla.
Para hacerle justicia a los
hombres hay que poseer una fe sincera para tener la mirada de Dios que no hace
acepción de personas como tampoco invierte los valores (cf 1 de Sam 16, 7) El
que tiene fe sincera valora al hombre por lo que es y no por lo que tiene, o
por lo que hace o por o lo que sabe. Lo reconoce como persona valiosa,
importante y digna. Lo acepta como es y no como quisiera que fuera. Lo respeta
de pensamiento, palabra y obra, porque es un alguien y no un algo. Lo disculpa
y lo perdona y hasta carga con sus debilidades. Para luego abrirse a un dialogo
fraterno y amistoso, con apertura y acogida para poder caminar juntos.
Jesucristo
no hizo su Opción por los pobres, sino por lo humano.
No os mintáis unos a otros.
Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se
va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro,
escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.” Hombres y mujeres pobres
y ricos, blancos o negros (Col 3, 9- 11) Para Él y para todo el que está en
Cristo todos somos iguales en dignidad, pero diferentes en carisma.
“Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y
contempló la ciudad, lloró por ella y exclamo”
“¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte
a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos
te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te
arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre
piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”.
Jesús lloró por Jerusalén, la capital del mundo religioso
judío. Con su Templo y sus murallas. “Vino a los suyos y encontró murallas de
incredulidad, de indiferencia y de odio, rechazaron y lo mataron (cf Jn 1, 11)
Le endurecieron su corazón al que ofrecía el amor, la vida y el perdón. Por eso
profetizó la destrucción y la muerte para su pueblo. 40 años después de su
resurrección vinieron los generales romanos Tito y Vespasiano pusieron sitio a la
ciudad la quemaron, destruyeron al Templo y mataron más de un millón de personas.
No le endurezcamos nuestro corazón a Dios, escuchemos su
Palabra que es luz, poder y amor, guardémosla en nuestros corazones y pongámosla
en práctica y tendremos Vida en abundancia, no seremos destruidos. (Lc 8, 21: Lc 11, 28) Es promesa de Jesús: “A los
judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres.»(Jn 8, 31- 32) Libre s de todo lo que impide que nos realicemos y
libres para que amemos y sirvamos a Dios y a os hombres.
El que es dócil a la Palabra
de Dios abandona los terrenos del hombre viejo y camina en la verdad hacia
Cristo, el Hombre Nuevo para revestirnos de justicia y santidad. (Ef 4, 23- 24)
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