EL REINO DE DIOS ESTÁ ENTRE USTEDES Y QUIERE ENTRAR
DENTRO DE SUS CORAZONES.
Ilustración: Querido hermano: Recibí gran
alegría y consuelo, con motivo de tu caridad con los hermanos, porque gracias a
ti se sienten reconfortados. Por eso, aunque como apóstol de Cristo tengo pleno
derecho a ordenarte lo que debes hacer, prefiero pedírtelo en nombre del amor.
Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero por la causa de Cristo Jesús,
quiero pedirte algo en favor de Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado para
Cristo aquí en la cárcel. Él en otro tiempo te fue inútil, pero ahora es muy
útil para ti y para mí. Te lo envío. Recíbelo como a mí mismo. (Fmn 7-20)
¿Cuándo y Cómo llega a nosotros el Reino de Dios?
En aquel tiempo, los fariseos le
preguntaron a Jesús: “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?” Jesús les respondió:
“El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘Está aquí’ o
‘Está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”. ”. (Lc 17, 20s)
Cristo es Jesús el Hijo de Dios, el don de Dios a
los hombres: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. (Jn 3, 16) La fe viene de lo que se escucha: La Palabra de Dios
(Rm 110, 17) La Palabra es la Semilla del Reino que entra en nosotros por la
escucha y la obediencia de la Palabra. Jesús lo dijo con toda claridad: Crean y
conviértanse para que entren en el Reino de Dios o de los Cielos (Mt 4, 17; Mc
1, 15) Wn el Apocalipsis nos dice la Palabra: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre
la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo". (Apoc 3, 20)
Jesús entra al templo de nuestro corazón a deshacer las obras
del Diablo (Hch 10, 38) Viene a purificar, limpiar[um1] y expulsar los demonios de nuestro
corazón. La Palabra no hace ruido, ni alboroto, tan solo es sembrada, entra
como Luz que ilumina las tinieblas de nuestro corazón para que reconozcamos nuestra
pecaminosidad, nos arrepintamos y vayamos al juicio, a Cristo Crucificado y le
entreguemos nuestra carga (cf Jn 16, 8ss)
La Palabra nos guía por el camino del arrepentimiento al
Nuevo Nacimiento: Que Cristo nazca en nuestro corazón, viva y crezca en nuestro
interior, al igual que el grano de trigo: En verdad, en verdad
os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si
muere, da mucho fruto. (Jn 12, 24) Al creer en Jesús morimos con él y
resucitamos con él, nuestros pecados son perdonados, recibimos la paz, la
resurrección y el don del Espíritu Santo, somos justificados y nacemos como
hijos de Dios (Rm 5, 1-5; Gál 3, 26-27)
Lo anterior es un momento de
nuestra conversión, es el paso del hombre viejo al Hombre Nuevo que habita por
la fe en nuestro corazón, estamos en el Reino, ahora hay que desechar la
malicia, la mentira y la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2,
1) Para luego darle de comer al Niño para revestirlo de justicia y santidad y
para que crezca en nuestro corazón el Reino de Dios, (cf 1 de Pe 2, 2-3; Ef 4,
24; Mt 6, 12) Lo que significa abandonar el Reino de las tinieblas para entrar
en el Reino de la Luz y poder vivir en el reinado de Dios y de Cristo.
Lo
anterior Mateo lo explica como un intercambio de nuestra miseria con la
misericordia de Dios, manifestada en Cristo: «Venid a mí todos
los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt 11, 28- 30)
Jesús siembra con
su Palabra, con sus milagros, con sus exorcismos y con su personalidad, pero,
es con su pasión, con su sufrimiento y con su muerte y resurrección con lo que
lo lleva a su madurez. Abre el camino para que el Espíritu Santo venga a
nosotros y todos los que crean y le obedezcan puedan entrar en el Reino de Dios
del Padre.
«No temas, pequeño
rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. «Vended
vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro
inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. «Estén ceñidos
vuestros lomos y las lámparas encendidas. (Lc 12, 32- 35)
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora,
el Reino de los Cielos sufre violencia, y los
violentos lo arrebatan
(Mt 11, 12) Se trata de violencia interior, pide esfuerzos, renuncias y
sacrificios para caminar en la Verdad que nos hace libres (Jn 8, 32)
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