DIOS NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS

 

DIOS NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS



Ilustración: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef 1, 3- 4)

La acepción de personas no solo se refiere a tratar a los demás de manera injusta, sino también a tener prejuicios o discriminaciones basadas en la raza, la nacionalidad, el género o cualquier otra característica. Como seguidores de Cristo, debemos buscar vivir de acuerdo con la palabra de Dios y amar a nuestro prójimo sin hacer diferencia alguna. Reflexionemos sobre nuestra propia conducta y examinemos si estamos cayendo en el error de hacer acepción de personas. Recordemos que Dios nos ama a todos por igual y que su deseo es que aprendamos a amarnos y tratarnos mutuamente de la misma manera. Que el amor y la justicia guíen nuestras relaciones y decisiones, y que aprendamos a ver a los demás con los ojos de Dios, sin hacer acepción de personas. Que estas palabras nos impulsen a vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios y a ser instrumentos de su amor en el mundo.

Pero Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.» (1 sw Sm 16, 7)

Hacer acepción de personas es un pecado religioso.

Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, (Hch 10, 34) Hacer acepción de personas nos puede llevar a la “Inversión de valores” y valorar a los demás por lo que tienen, por lo que saben o por lo que hacen. Cuando la verdad nos enseña que todos somos iguales en dignidad. Valemos por lo que somos, personas valiosas importantes y dignas para el Señor.

.Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado. Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio;(Snt 2, 1-2) Los son iguales en dignidad, pobres y ricos, pero al inclinarse ante el rico y despreciar al pobre, nos lleva a decir que somos idolatras al inclinarnos ante el oro o el poder. Tal como lo dice Santiago que caemos en el pecado religioso que nadie reconoce y nunca se confiesa.

“Y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». (Snt 2, 3)

Valemos por lo que somos y no por lo que tenemos o hacemos.

Ser Apóstoles es un servicio, mientras que ser cristiano pertenece al estar en Cristo, por la fe que es la misma en todos. SanPablo nos habla con toda claridad: “Y nadie vale por lo que hace, sino por lo que es: “Y de parte de los que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas - en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron”. (Gál 2, 6) La fe y la verdad no se imponen, se aceptan libre y conscientemente. Sin engaños y sin manipulaciones.

Dios nos pode justicia a Él y a los demás.

La fe y la verdad nos piden reconocer a los demás como personas, todas iguales en dignidad, sin importar raza, color, religión o estrato social. Piden aceptarlos como son y no como quisiéramos que fueran. Piden respetarlos de pensamiento, palabra y obra. Piden disculparlos o perdonarlos siempre por sus errores o debilidades. Y piden estar abiertos a un diálogo, fraterno y amistoso con todos, diálogo que tiene una apertura y una acogida, ya que todos somos seres en relación, llamados a vivir en comunión con los demás.

Hay dos clases de vocabulario: uno que divide, engaña, manipula, oprime y mata. El otro, reconcilia, libera, anima, consuela. salva y corrige. Corregir con amor, con humildad y con mansedumbre, sabiendo que nadie es perfecto. Si caminamos en la verdad y estamos siendo educados en el amor, nos estamos haciendo, pero, no estamos hechos. (cf Ef 4, 23- 24)

Cuando estamos en Cristo ya no hay divisiones: Todos somos iguales en dignidad, tanto el hombre como la mujer, el obre como el rico, el judío como el gentil, el blanco y el negro, todos somos uno en Cristo Jesús. (Col 3, 11) Meter la acepción de personas a la fe, es hacer una mezcla de la que resulta tibieza espiritual que nos lleva al pecado religioso, y la Escritura dice: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.” (Apoc 3, 15- 16)

La madurez humana la podemos alcanzar por el camino de la fe: cambiando nuestra manera de pensar (Rm 12, 2) Y nuestras actitudes y nuestras acciones para tener la mirada, la mente y los sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) Para ir cultivando la más hermosa de las noticias que Dios nos ama a todos sin hacer acepción de personas y que el Reino de Dios todos somos iguales en dignidad. Podemos compartir todo con todos, caminar juntos, trabajar juntos, orar con todos y vivir así en Sinodalidad, y entrar todos en la Casa del Padre en comunión con Cristo Jesús.

 

 

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