JESÚS HA SIDO PUESTO COMO PIEDRA DE
CONTRADICCIÓN.
Introducción: Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para
caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción-
(Lc 2, 34)
Simeón, el profeta de Dios habla de las cosas
que van a suceder.
Simeón era
uno de los “anawin”, uno de los pobres de Yahvé. del resto fiel que esperaba un
Mesías espiritual que liberaría a Israel de los poderosos que oprimían al
pueblo y que traería paz y vida a los suyos. Era un hombre de Dios.
Y he aquí
que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y
piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de
haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y
cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley
prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora,
Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han
visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los
pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
Jesús es Luz
que viene a iluminar nuestros corazones y el Camino que lleva a la vida: Jesús les habló
otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) La luz de
Cristo es amor, verdad y vida (Jn 14, 6) Y los hijos de esta luz son la bondad,
la verdad y la justicia (Ef 5, 9) La piedad, el amor fraterno y la caridad (2
de Pe 1, 7-8) La humildad, la mansedumbre y la misericordia (Col 3, 12) A sus
discípulos portadores de esa Luz, Jesús les llama “Luz del mundo” (Mt 5, 13)
Jesús es la
Luz que ilumina a los gentiles y es gloria de su Pueblo. Viene a reconciliar a
judíos y gentiles en su cuerpo para que sean un solo pueblo, que vivan en paz y
en armonía (cf Ef 2, 14) Jesús viene a liberar, a reconciliar y a salvar a los
pecadores que crean en su Nombre.
33.Su padre y su madre estaban
admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su
madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser
señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a
fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» (Lc 2,
33s)
Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y
para ser señal de contradicción.
¿Quiénes son los que caen y quiénes son los que se levantan? Se quedan caídos los que no creen en Jesús, se quedan al margen
de su realización: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos
los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen
en su nombre; (Jn 1, 11- 12) Se levantan los que resucitan con Jesús porque han
muerto con él, estos son los que se hacen hijos de Dios (Gál 3, 26; Rm 5, 1s)
Se levantan los que son conducidos por el espíritu Santo que nos lleva a Cristo
para que creamos en él y nos salve (Rm 8, 14).
Simeón es un
hombre de Dios, un verdadero profeta, justo, piadoso y lleno del Espíritu Santo.
Un hombre de fe y esperanza que espera en la “Esperanza Mesiánica” que es Jesús,
llamado Cristo y que es Dios que viene a redimir y salvar a la Humanidad. Pero.
no a fuerzas, si tu quieres, como lo dirá Jesús más tarde: “Conmigo o conta mí
el que no junta desparrama” (Mt 12, 30) “El que crea en mí que se niegue a sí
mismo, que tome su cruz y me siga” (Lc 9, 23) Y cuando manda a sus apóstoles a
predicar les dice: Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se
condenará. (Mc 16, 15- 16) Jesús no engaña ni manipula y no nos hace a fuerzas
a creer en él, siempre dice: “Si tú quieres”.
¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!
La fe de la Madre es, por un lado, abandono y confianza
en las manos de Dios. Por otro lado, es donación, entrega y servicio a los
hombres y a la Obra de su Hijo. Por eso dice san Juan: Junto a la cruz
de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien
amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al
discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió
en su casa. (Jn 19, 25- 27)
María junto a la cruz de Jesús, sufría con él, y
con él se ofrecía al Padre por la salvación de los hombres. Este era el
cumplimiento del profeta Simeón. Hoy día el corazón de la Madre es atravesado
por la espalda del sufrimiento cuando un sacerdote o un cristiano abandona la
Iglesia para darle la espalda a su Hijo.
Las manifestaciones de una fe sincera siempre serán:
Estas son
las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban
veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien. (Mc 16, 17- 18).
Ana la profetisa del Señor está siempre a su servicio.
Había
también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad
avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y
permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo,
sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en
aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban
la redención de Jerusalén. (Lc 2, 25- 38)
La alabanza
a Dios y el testimonio del Niño estaban en sus labios. Era una servidora de
Dios en el Templo de Jerusalén. Servía con oraciones, ayunos y con el don de la
Palabra. Pertenecía al grupo de los “anawin” a los pobres de Yahvé. Es una de
los que Jesús dijo:
“Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos
es el Reino de los Cielos.” “Son limpios de corazón por eso pueden ver las
maravillas de Dios. Y son misericordiosos, compasivos y justos” (Mt 5, 3ss) Por eso pueden amar y seguir a Cristo Jesús.
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