LA CRUZ DE CRISTO ES FUENTE DE AMOR, LUZ, UNIDAD Y SANTIDAD
Iluminación: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío. (Lc 14, 27)
Sin cruz no hay seguimiento y sin seguimiento no hay Gracia
de Dios y sin Gracia no hay Amor. Hablamos del Amor que ha sido derramado en nuestro
corazón con el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5, 5).
Para nosotros la cruz de Jesús ya no es de madera ni de metal
ni de perlas preciosas es un estilo de vida, el estilo de vivir de Jesús que
abrazó la voluntad de su Padre para realizar la Obra redentora y salvadora de
las Humanidad (cf Jn 4, 34) Nosotros. ¿Cuál voluntad estamos haciendo, la de
Dios o la nuestra? Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por
obra porque están haciendo la voluntad de nuestro Padre. Por otro lado, si
hacemos lo que nos da la gana, hacemos nuestros gustos y caprichos, hacemos
nuestra voluntad, y nos bajamos de la cruz. Lo que significa vivir din Dios.
Lo primero para saber es que ser discípulo de Jesús significa
aceptar su Palabra y obedecerla, tomar la firme decisión de pertenecer a Cristo
y a los Doce, para vivir en Comunión con Dios y con la Iglesia. En la oración
del Padre Nuestro decimos: “Hágase tu Voluntad así en el cielo como en la tierra
(Mt 6, 9) Porque si estoy haciendo mi vida al margen de Dios, estoy fuera, vacío
de Dios y de su Amor. En mi corazón cuando está vacío se enraíza en él la
mentira, las parálisis y la frustración, y en él nacen y crecen las neurosis
que nos complican la vida.
La recomendación de Jesús es permanecer en su Amor.
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en
mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho
esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el
mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie
tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. (Jn 15, 7- 14)
Permanezcan en mi amor, lo que para Pablo significa:
No se bajen de la Cruz por que ustedes
son de Cristo, lo aman y le sirven: Pues los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu. (Gál 5, 24- 25) Bajarse de la cruz
es abrazar el estilo de la carne que es una vida mundana y pagana. Vida de
Pecado que no es agradable a Dios (Rm 8, 8)
Permanecer en el Amor es una vida conducida por el Espíritu Santo que
guía a los hijos de Dios (Rm 8, 14) Y que hace de nuestra vida un “sacrificio vivo,
santo y agradable a Dios” que este sea nuestro culto espiritual (Rm 12, 1) Este
sacrificio es el culto que podemos ofrecer a Dios y que está unido a otros
sacrificios espirituales como son el sacrificio de comunión o de acción de
gracias (Guardar los Mandamientos); el sacrificio de alabanza que es la práctica
de la caridad y el sacrificio de expiación o de renuncia al pecado. (Eclo 35, 1-5)
Permanecer en la Cruz o
permanecer en el Amor, es lo que san Pablo nos dice: Amen sin fingimiento,
rechacen el mal y amen apasionadamente el bien (R, 12, 9) Porque amar con
fingimiento es ser hipócritas que encuentra sus raíces en la malicia, la
envidia y el odio y encuentra su fuerza en la mentira (cf 1de Pe 2, 1) Con la
gracia que nos da el estar crucificados con Cristo encontramos el Amor que echa
fuera el odio y la envidia, la Verdad que echa fuera la mentira y la Vida que
echa fuera la muerte. La Cruz de Cristo es fuente de amor, santidad, unidad y
libertad.
Sin la Cruz de Jesús se dan las
divisiones, las confusiones, los engaños, las manipulaciones, los atropellos y
hasta los crímenes. En cambio, desde la cruz, llevamos una vida unida, reconciliada,
liberada. corregida y salvada. Dos estilos de vida, la carne y el Espíritu. Con
diferentes frutos. Unos son de muerte y os otros de vida. Dos sacrificios el de
los demonios y el del Señor; dos mesas la de los demonios y la mesa del Señor. (1
de Cor 10, 20 ss) ¿En cuál mesa estamos sentados? ¿Cuál voluntad estamos haciendo,
la nuestra o a de Dios? ¿Cuál carga queremos llevar la de Cristo o la nuestra?
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)
El yugo de Cristo es el Amor, que unido a nosotros,
comparte nuestro yugo, que es nuestra carga o nuestras cruces. Con Cristo
podemos caminar y trabajar con Él, y podemos aprender de Él a cargar con el
yugo del Amor que es suave y ligero. El discípulo de Jesús no camina solo, Él
está con nosotros, tal sólo nos pide dos cosas: Ámame y sígueme para que seas
de los míos. ¿Cómo hacerlo? Creyendo y siguiendo su camino, cargando su
Cruz: Decía a todos: «Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése
la salvará. (Lc 9, 23- 24)
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