Iluminación: «Estén
ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, como hombres que esperan a
que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante
le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo
os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro,
les servirá. Lc 12, 35- 37)
Mientras
mis siervos dormían.
El reino de Dios es semejante a un
hombre que sembró buena semilla en un campo. Pero, mientras su gente dormía,
vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Mientras sus
hombres dormían, vino su enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando
brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. (Mt 12,
24- 26)
¿Cuál
de los dos, el trigo o la cizaña darán fruto?
Jesús nos da la clave: Hay que nacer de nuevo, de Dios (Jn 3,
1- 5) Lo que exige ser engendrados por
la Palabra de Verdad. Esta Palabra es luz que ilumina muestras tinieblas para
que reconozcamos nuestros pecados, nos arrepintamos y le entreguemos nuestra
carga a Jesús (Mt 11, 29) Entregar la carga equivale abandonarnos en las manos
de Dios. Es la muerte del grano de trigo que para nacer tiene que morir (Jn 12,
24) El Nuevo Nacimiento nos trae el perdón, la paz, la resurrección y el don
del Espíritu Sato. Y ahora cultiva y protege tu sembrado (cf Gn 2, 15) Para que crezca y llegue a dar
frutos de vida eterna,
Frente a la faz del mundo existen dos mesas, la mesa de los
demonios y la mesa del Señor. Dos
árboles uno da fruto bueno y el otro da fruto malo (Mt 7, 17) El árbol de la Vida y el árbol de la Muerte. Y Dios impuso al hombre este
mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él,
morirás sin remedio.» (Gn 2, 17) Quien come del árbol de la Muerte le queda
bloqueada el camino para el árbol de la Vida. La decisión es tuya, tú decides
de cual árbol comer, o en cualquier mesa estar sentado, a la mesa de los demonios o la mesa del Señor.
Dios ha dado libre albedrio para meter la mano en el agua o en el fuego (Dt 30,
15: Eclo 15, 11s)
La
vida cristiana es un don y es una lucha.
Es la lucha entre el Bien y
el Mal; entre los Ángeles buenos y los ángeles malos; lucha entre el Amor y el
Ego. Los hombres no somos simples espectadores para esperar a ver quién gana;
los hombres hemos de ser protagonistas en la lucha. No luchar es estar vencido,
sin esperanza de recibir la corona. Jesús nos ha dicho: El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo,
desparrama.(Mt 12, 30) Por eso nos advierte: Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el
espíritu está pronto, pero la carne es débil.»(Mt 26, 41)
La
explicación de la parábola de la cizaña.
Y se le
acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del
campo.» El respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el
campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los
hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin
del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se
recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo
del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los
escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de
fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos
brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
(Mt 13, 37- 43)
Preparados para la lucha espiritual.
Por eso, tomad las armas de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y
revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el
Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis
apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo
de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en
oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos, y también por mí, para que
me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el
Misterio del Evangelio. (Ef 6, 13- 19)
La armadura de Dios
consiste en revestirse de Cristo (Rm 13, 14) Despojándose del hombre viejo para
poder entrar por la puerta estrecha (Mt 7, 13) Revistiéndose del Hombre Nuevo (Rf 4, 23-
24) Teniendo presente las palabras de
Pablo a su discípulo Timoteo: Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia
de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo
a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un buen
soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los
negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. (2 Tm 1- 4)
No te
enredes en los negocios de la vida, la carne, ´porE que caes en la tibieza y
san Juan nos dice: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá
fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni
caliente, voy a vomitarte de mi boca.(Apoc 3, 15- 16)
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