EL QUE CUMPLE LA VOLUNTAD DE
DIOS ÉSE ES MI HERMANO Y MI HERMANA Y MI MADRE.
Introducción: Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio. (1 de Jn 3, 23- 24)
¿Cuál es la Voluntad de Dios?
Esto es
bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. (1 de Tim 2, 3- 4)
Llegamos a la Verdad por la predicación de la Palabra de Dios que es Palabra de
Verdad que nos hace libres del mal para hacer el bien (Jn 8, 32) Y la Salvación
llega a nosotros por medio de los Sacramentos (Mc 16, 15- 16) Los Sacramentos
son signos y señales de la Nueva Alianza, en la que nace el Culto Nuevo, la Ley
Nueva, el Pueblo Nuevo y los Sacramentos.
La voluntad
de Dios es nuestra Santificación por la unión con Cristo Jesús. Así lo enseña
Jesús en el Padre nuestro: “Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás
en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad
así en la tierra como en el cielo.” (Mt 6, 9- 10) Las primeras dos peticiones
están implicadas en la tercera: “Hágase tu Voluntad” Dios quiere que seamos
santos y que entremos en el Reino de Dios. Esta es la Obra que Jesús realiza en
la Historia y que el Espíritu Santo actualiza hoy, en nuestra vida.
La Voluntad
de Dios es tener una gran Familia en la que todos seamos hijos de Dios y hermanos
entre nosotros. Unidos todos por el Amor para que podamos caminar en la Verdad
que nos trae la Libertad. Todo en Cristo, por Cristo con Cristo, sin él cual no
podemos dar frutos (Jn 15, 7)
La Voluntad de Dios es nuestra conversión. La fe sin conversión está vacía. Por eso nos llama a salir del
exilio, tierra de la servidumbre y de la esclavitud, para ponernos en camino de
éxodo hacia Cristo, nuestra Tierra Prometida. La conversión pide el cambio de
la manera de pensar, de sentir y de vivir para conocer la Voluntad de Dios y
ponerla en practica (Rm 12, 2; Ef 4, 17- 18)
La
conversión pide abandonar las guaridas de las zorras y los nidos, que son la
carne y los infantilismos, (Lc 9, 58) para ser discípulos de Cristo Jesús, y amar
sin fingimiento, aborrecer el mal y amar apasionadamente el bien. (Rm 12, 9) La
conversión cristiana que consiste en pasarse de la vida mundana y pagana a
Cristo, a ese paso, la Biblia le llama “Nuevo Nacimiento” Para luego dejarnos
conducir por e Espíritu Santo (Rm 8, 14)
EL Nuevo
Nacimiento pide el escuchar la Palabra de Dios para estar embarazados con la
Vida de Dios. La Palabra es luz que ilumina nuestras tinieblas para que
reconozcamos nuestros pecados y nos lleva a Cristo por el camino del arrepentimiento.
La Palabra tiene Poder para levantarnos y caminar al juicio de Cristo. (Jn 16,
8ss) El que lleva un corazón contrito, Cristo lo recibe con misericordia y
perdona todos sus pecados. Al recibir el perdón, la paz, la resurrección y el
don del Espíritu Santo, se da en nuestro corazón el Nuevo Nacimiento, Cristo nace
en nuestro interior. Hemos pasado de la muerte a la vida, del pecado a la
Gracia, de las tinieblas a la Luz, ahora somos hombres nuevos porque estamos
unidos a Jesucristo resucitado que habita por la fe en nuestro corazón (2 de
Cor 5, 17; Ef 3, 17)
Y, ¿ahora que vamos hacer?
Con
conciencia de que somos hombres nuevos (Ef 4, 24) Desechemos, abandonemos la
malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 1, 2,
1) “Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe,
de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro”.
Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran
altercados. Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable,
con todos, pronto a enseñar, sufrido. (2 de Tm 2, 22- 24)
La Voluntad de Dios es nuestro crecimiento en la fe, la
esperanza y la caridad.
“Hasta que lleguemos todos a
la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de
hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.” Para que no seamos ya
niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a
merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error
(Ef 4, 13- 14).
La fe que
nos deja luz, poder y amor, nos lleva a la bondad, a la verdad y a la justicia
que son hijas de a Luz (Ef 5 9) Ahora podemos guardar los Mandamientos y la
Palabra de Dios para alcanzar la Plenitud en Cristo (1 de NJn 2, 3- 5; Col 2,
9) Estamos en proceso de conversión, no estamos hechos, nos estamos haciendo,
con a ayuda del Espíritu Santo y nuestra decisión: “Yo decido amar, seguir y
servir a Cristo” “Yo decido romper con el pecado para participar de la naturaleza
de Dios ( 2 de Pe 1,4) “Yo decido hacer de la voluntad de Dios la delicia de mi
vida”. Algo que se dice fácil pero que sólo se puede lograr con la ayuda de la
Gracia.
El camino del hombre nuevo según san Pablo.
A revestirse de justicia y
santidad, de humildad y de mansedumbre. ( Ef 4, 24:Col 3, 12) Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual, con su
prójimo, pues somos miembros los unos de los otros.
Si os airáis, no pequéis; no se
ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo.
El que robaba, que ya no robe,
sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer
partícipe al que se halle en necesidad.
No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen.
No entristezcáis al Espíritu
Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención.
Toda acritud, ira, cólera,
gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre
vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo. (Ef 4, 25- 32)
Sed, pues, imitadores de Dios,
como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por
nosotros como oblación y víctima de suave aroma. (Ef 5, 1-2)
La Voluntad
de Dios es que creaos en Jesús, su amado Hijo, lo amemos y le sirvamos (cf 1 de
Jn 3, 23) Es la invitación de Jesús al que quiera ser de sus discípulos: Decía
a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien
se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del
hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos
ángeles. ((Lc 9, 23. 27)
Hacer la Voluntad de Dios
equivale a caminar en la Verdad que nos lleva a la Caridad.
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