EL FRUTO DE LA FE
ES EL AMOR UNIDO A LA PAZ Y A LA ALEGRÍA.
Iluminación: «Un hombre tenía
plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en
esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la
tierra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y
mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, (Lc 13, 6- 8)
La higuera es la religión, la
viña es el pueblo de Israel. ¿Cuál es el fruto de la religión? Es el Amor, a
Dios y a los hombres. Una fe sin obras está vacía y muerta (Snt 2, 14) No hay
obediencia, no hay justicia y no hay fidelidad, el Culto está vacío y muerto,
tal como lo describe el profeta Isaías: Vuestros novilunios y solemnidades
aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al
extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque
menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos,
limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mí vista, desistid de hacer
el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al
oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y
disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la
nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si
aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 1, 14- 19) El sacrificio
o el culto a Dios sino lleva obediencia, justicia y fidelidad.
El profeta Miqueas
nos dice lo que pide una religión verdadera: -
«Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan
sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»
(Mq 6, 8) Es decir, una vida con justicia, obediencia, amor, humildad, mansedumbre,
pureza de vida y santidad. El apóstol Santiago lo confirma diciendo: La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta:
visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse
incontaminado del mundo. (Snt 1, 27) Sin hacer mezclas ente fe y mundo, para
no escuchar las palabras lapidarias de Jesús: Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; ¡apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 22- 23) El resultado de las mezclas es la tibieza espiritual: “Conozco
tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora
bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.
(Apoc 3, 15- 16)
«¡Por
vida de Yahveh!» con verdad, con derecho y con justicia, y se bendecirían por
él las naciones, y por él se alabarían. Cultiven el
barbecho de su corazón (Jer 4, 2- 3)
Hay que preparar la tierra, tumbar
el monte, sacar las piedras y quemar la maleza. Ahora siembra, recordando lo
que dice Pablo: No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno
siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará
corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No
nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no
desfallecemos. (Gál 6, 7- 9) Mirad: el que
siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en
abundancia, cosechará también en abundancia. (2 de Cor 9, 6).
Para
nacer hay que morir: Niégate a ti mismo.
En verdad, en verdad os digo:
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da
mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este
mundo, la guardará para una vida eterna. (Jn 12, 24- 25) Para nacer de Nuevo,
hay que morir al pecado para nacer de Dios. Morir al pecado es abandonarse en
las manos de Dios. La Palabra de Dios hace su Obra: Nos ilumina nuestras
tinieblas para que reconozcamos nuestros pecados, nos lleva por el camino del arrepentimiento,
nos ayuda hacer nuestro propósito de enmienda, para levarnos a la confesión:
Señor ten piedad de mí son un pecador. Ahí, cuando recibimos el perdón, la paz,
la resurrección y el don del Espíritu Santo, se da el Nuevo Nacimiento en
nuestro corazón.
¿Ahora qué sigue? A darle de comer al
niño la lechita espiritual del Evangelio (1 de Pe 2, 2) Los medios que Dios ha
dejado a la Iglesia para ayudar a la planta de la fe están a nuestro alcance para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en
todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios; confortados
con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el
sufrimiento y paciencia; dando con alegría. (Col 1, 10. 11)
El primer medio es la Palabra
de Dios, es el agua para regar la plantita, cuatas veces sea necesario. El
segundo medio es la Oración del corazón para aflojar la dureza del corazón, equivale
a aflojar y remover la tierra para que la planta eche raíces. El tercer medio
es la Confesión para remover la yerba que impide el crecimiento y roba la humedad
de la planta. El cuarto medio es el abono, significado por la Eucaristía ara un
ano crecimiento. El quinto medio es la practica de la Caridad o Obras de
Misericordia, unidas con la práctica de las Virtudes cristianas que vienen a
ser como el fruto de la fe: entre otras, la fortaleza, la humildad, la mansedumbre,
la pureza de corazón, la santidad, la piedad, el amor fraterno y la caridad.
Quién tenga estas cosas abunda en el conocimiento de Dios, y el que no las
tenga, es estéril y no tiene frutos (Gál 5, 22-23; 2 de Pe 2, 7-8)
El fruto de la Palabra y de la
fe es el Hombre Nuevo, que ha dejado arpas al hombre viejo, para caminar en la
Verdad y revestirse de justicia, obediencia y fidelidad, un discípulo y
servidor de Cristo (Ef 4, 23- 24; Jn 13, 13) Unido a otro fruto, la Comunidad,
fraterna, solidaria, servicial y misionera. La fuerza se encuentra en la Unidad.
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