EL ARBOL SE
CONOCE POR SUS FRUTOS, BUENOS O MALOS.
Pero
Yahveh dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le
he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el
hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.» (1 de Sm 16, 7)
Dios
no se figa en la acción, sino en la intención. Si la intención es mala. Toda la
acción es mala. Para Dios el hombre vale por lo que tiene ni por lo que hace:
su dinero, sus trapos, sus lujos, sus propiedades… Para Dios el hombre vale por
lo que es, persona, valiosa e importante y digna, por eso la mira con amor,
pero también ama a las cosas, porque están al servicio de los hombres. Ama a
todos y no hace acepción de personas. Pero tal vez por la vida que llevamos no
podemos experimentar su amor.
El relato
evangélico.
En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No hay árbol bueno que produzca
frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce
por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los
espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón;
y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la
boca habla de lo que está lleno el corazón. ¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y
no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a
mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que,
al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos
sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la
pudo derribar, porque estaba sólidamente construida. Pero el que no pone en
práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de
tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y
quedó completamente destruida". Palabra del Señor. (Del santo Lucas 6,
43-49)
Mateo 7, 15- 20, nos presenta el mismo texto de Lucas: Los
dos árboles, uno es bueno yel otro es malo. Nos recuerdan los dos árboles del
Paraíso; El árbol de la Vida y el árbol de la Muerte (Gn 2, 17) De este último
no hemos de comer por que su fruto nos lleva a la muerte: No hay obligación,
nosotros decidimos hacer el bien y hacer el mal. Somos libre para decidir sobre
una cosa u otra (Deut 30, 15: Eclo 15, 11) Pero eso sí de lo que hagamos somo
responsables.
El culto a Dios pide un corazón limpio y una fe sincera (1 de
Tim 1, 5) Para que todo lo hagamos con Amor, por que sin él nada es grato a
Dios (Heb 11, 6) Lo que pide ser hombres y mujeres nuevos y nuevas (Ef 4, 24)
Lo que pide romper con el pecado para participar de la Naturaleza divina (2 de
Pe 1, 4) Esto es fruto de la comunión con Cristo. Feito del Nuevo Nacimiento
(Jn 3, 1- 5) Ahora somos Familia de Dios llamados a vivir en la dignidad de los
hijos de Dios. Llamados a dar fritos buenos como son el amor, la paz, El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en
su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su
corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón. la justicia. la verdad, la humildad y
la mansedumbre (Rm 14, 17: Ef 4, 9; Col 3, 12)
El hombre
bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo
dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo
que está lleno el corazón.
La boca
habla de lo que hay en el corazón. Si somos hombre y nuevos, nuestro corazón es
nuevo y podemos hablar las palabra de Cristo: amables, limpias y veraces:
Nuestras lenguas son optimistas, positivas y creativas; podemos animar,
motivar, exhortar para toda obra bien; podemos consolar, liberar, salvar y
corregir con amor a los demás y nunca hablar las lenguas sucias y groseras para
dividir, confundir, manipular, sofocar y matar que son las lenguas del hombre
viejo que no conoce a Cristo (cf Ef 2,
23) Por sus frutos los reconoceréis (Mt 7, 20) Las álabras denuncian y anuncian
lo que se lleva en el corazón: La Malicia, la mentira, la envidia, la
hipocrecía y la maledicencia (1 de Pe 2, 1) O en cambio la piedad, el amor
fraterno y la caridad ( 2 de Pe 1, 7)
¿Por qué me
dicen 'Señor, Señor’, ¿y no hacen lo que yo les digo? Y no hacen la voluntad de
mi Padre que está en los Cielos (Mt 7, 21) La voluntad de Dios es que le
ofrezcamos sacrificios con un corazón limpio para que nuestro culto sea
espiritual es decir que venga del corazón y que sea haja por amor (Rm 12, 1) La
voluntad de Dios es que rechacemos el mal y que amemos apasionadamente el bien
(Rm 12, 9) Y que amemos a su Hijo y a los demás como Él nos ha amado (1 de Jn
3, 23) La voluntad de Dios es que creamos en su Hijo, lo amemos y lo sigamos.
Mateo 7, 24-25 nos habla del texto de lucas: Construir la
casa sobre roca, es decir sobre el Fundamento que es Cristo (1 Cor 3, 11) El
amor, la Verdad y la Vida (Jn 6, 14) ¿Cómo hacerlo? En la escucha de la Palabra
para que nazca La fe en nuestros corazones, y en la obediencia en la Palabra
seamos discípulos de Cristo. El fruto de la obediencia a la Palabra es el Amor,
la Paz y el Gozo (Rm 14, 17) Santiago lo dice: “No se contenten con ser
oyentes, hay que ser practicantes” (Snt 1, ) Para poder soportar los vientos y
las tormentas que pueden llegarnos y pegarnos, pero. una fe sincera, férrea y
fuerte, todo lo soporta en Cristo nuestra fuerza.
Por otro lado, los que escuchan, pero, no obedecen la
Palabra, son los que creen, pero viven como si Dios no existiera. No importa el
puesto que tengamos en la Iglesia, hay una Palabra para nosotros: “Apártese de
mí los que obran el mal” (Mt 7, 23) Y viven sin arrepentirse, sin conversión,
permanecen en su Pecado. Su casa está convertida en ruinas y se la lleva el
río. Pierden la sal, la echan fuera para que la pisen, la critiquen y se burlen
de ellos. (cf Mt 5, 13)
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