CRISTO SIGNIFICA MESÍAS Y UNGIDO CON EL ESPÍRITU SANTO PARA SALVARNOS.

 

CRISTO SIGNIFICA MESÍAS Y UNGIDO CON EL ESPÍRITU SANTO PARA SALVARNOS.



Iluminación: Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. (Is 11, 2- 4)

El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria. (Is 61, 1- 3)

Hoy se cumple esta Escritura, nos dice Jesús.

Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» (Lc 4,17- 21)

Jesús recibió dos unciones, la Primera es una unción dentro, para su santificación la recibe en su Encarnación. La segunda es la unción sobre para ser Mesías, Salvador, Maestro y Señor. La recibió en su Bautismo.

El Gran Acontecimiento: el Bautismo de Jesús.

Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Lc 3, 15- 16)

Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.» Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía hijo de José, hijo de Helí, (Lc 2, 21- 23)

Jesús es conducido por el Espíritu Santo y es tentado por el Diablo.

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»

Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.»

Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.

Jesús venciendo al Maligno se confirma como el Hijo y el Mesías de su Padre: “Sí Padre, sí te serviré”. Pedro lo recuerda: “Cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10, 38) Para eso fue consagrado para anunciar, consolar, liberar, reconciliar y salvar a los pecadores. Todo bajo la fuerza del Espíritu Santo

La Misión de Jesús, sembrar el Rino de Dios en el corazón de los hombres para llevarlos a la salvación.

“Mi Padre siempre me escucha porque yo hago lo que a Él le agrada” (Jn 8, 29) El Celo de Jesús por su Misión lo hizo decir: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su Obra”: La liberación y la salvación de los hombres. Por eso anuncia, predica y proclama la Palabra de Dios. Los hombres al escuchar la Palabra de Jesús y creer en ella, quedan embarazados de la Vida de Dios. Así es como Jesús siembra en el corazón de los hombres el Reino de su Padre. Lo siembra y lo riega, hasta llevarlos al Nuevo Nacimiento. Su anuncio de la Palabra es acompañado de los milagros y exorcismos, y de su  espiritualidad, su estilo de vida.

Jesús invita a la conversión al Reino de Dios. (Mt 4, 17)

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; (Jn 16, 7- 9)

El no creer en Jesús es el pecado contra el Espíritu Santo.

La Obra del Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en Jesús para que creyendo se salve, porque bajo las estrellas del Cielo sólo en Cristo hay salvación (Hch 4, 12) Fuera de Cristo Jesús ¿Quién podrá salvarnos? El Espíritu Santo y la Palabra de Dios son inseparables, hacen la misma función: Mostrar al mundo sus pecados, llevarnos al Juicio y conducirnos por los Caminos de la Rectitud.

Nos lleva al Nuevo Nacimiento.

Por la escucha de la Palabra quedamos embarazados con la Luz de Cristo para reconocer nuestros pecados, nos arrepentirnos, hagamos el propósito de romper con el pecado y con un corazón contrito nos lleva  al juicio de Cristo para perdonar nuestros pecados y darnos el Espíritu Santo- Todo es Gracia de Dios con nuestra disposición de convertirnos y dejarnos conducir por el Espíritu, tal como lo dice san Pablo: .En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.

El deseo eterno de Dios es el darnos el Espíritu Santo, y Jesús vino a traerlo.

Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. (Gál 4, 4- 7; Rm 8, 17).

Para Jesús Fe y Obras son inseparables; lo mismo que Fe y Conversión; Fe y Amor; Palabra y Comunidad. Cuando encuentra a la oveja perdida la levanta y la lleva al rebaño, a su comunidad, no la sana y la deja sola, sino que la incorpora. ( Mt 4, 17; Mc 1, 15; Lc 15, 4s; Gál 3, 26- 27) El árbol bueno da frutos buenos y los frutos son la obras de Caridad (Mt 7, 20; Gál 5, 22, 23)

 

 

 

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