VEN QUE VOY A ENSEÑAR A LA NOVIA, ESPOSA DEL CORDERO.
Uno de los ángeles me habló y me dijo: "Ven, que te voy a enseñar a
la novia, a la esposa del Cordero". Entonces me transportó en espíritu a
una montaña elevada y me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del
cielo, resplandeciente con la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una
piedra preciosa, como el de un diamante cristalino.
Tenía una muralla ancha y elevada, con doce puertas monumentales, y sobre
ellas, doce ángeles y doce nombres escritos, los nombres de las doce tribus de
Israel. Tres de estas puertas daban al oriente, tres al norte, tres al sur y
tres al poniente. La muralla descansaba sobre doce cimientos, en los que
estaban escritos los doce nombres de los apóstoles del Cordero. Apoc 21,
9-14
Uno de los ángeles me
habló y me dijo: "Ven, que te voy a enseñar a la novia, a la esposa del
Cordero". La novia y la esposa del Cordero es la Iglesia. Redimida por la
sangre de Cristo. Tal como lo dice el Apóstol: Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,
(Ef 5, 25- 26) Es la Iglesia de los santos que ya están en el Cielo que
resplandece con la gloria de Dios.
La
Iglesia peregrina la que está sobre la tierra, camina y lucha para construir
una muralla ancha y elevada, construida sobre el único Fundamento que es Cristo
Jesús (1 de Cor 3, 11) y sobre los Apóstoles. ¿Cómo se construye el Fundamento
y la Muralla? Con una fe sincera, con un
corazón limpio y con una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Trabajando y
protegiendo la fe(Gn 2, 15) En le escucha y obediencia de la Palabra (Mt 7, 24)
Se están cultivando las Virtudes para construir la Casa espiritual en la que
nada de lo que es carne y sangre entra en el Reino de Dios (1 de Cor 15, 150)
Construida
sobre los Apóstoles y sobre la piedra Angular. Cristo en
vida lo prometió y después de la resurrección lo cumplió: . Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.(Mt 16,
16- 18)
A ti te
daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los
cielos.»(Mt 16, 19) Las palabras que Jesús dirigió a Pedro eran para
todos los Apóstoles y para toda la Iglesia. Así lo entendió el Apóstol:
Así pues, ya no sois
extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo
mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo
santo en el Señor, (Ef 2, 19- 21) Toda la
Iglesia ha recibido el Ministerio de la Palabra y de la Reconciliación.
Después de su resurrección Jesús, el Cristo nuestra fe
cumple lo que había prometido: “Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío. »Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23)
La paz, el perdón, el gozo,
la resurrección y el don del Espíritu Santo son fruto de la Redención,
la Iglesia nace de la Pascua de Cristo. Ahora Jesús resucitado hace a la Iglesia partícipe de su misma Misión que
el Padre le había encomendado (cf Jn 4, 34)
La Misión de Cristo es
anunciar, liberar, reconciliar, salvar y santificar a los hombres de las garras
del Pecado. Para que la Iglesia haga la Obra de Jesús, recibe los dos denarios
(Lc 10, 35) Qué son la Palabra de Dios y los Sacramentos, juntamente con el don
del Espíritu Santo para que actualice hoy en nuestras vidas la Obra redentora
de Cristo Jesús. Los Sacramentos son signos
de la Nueva Alianza y son siete.
La
fe, la esperanza y la caridad vienen de la escucha y obediencia de la Palabra
de Dios. (cf Rm 5- 5; 10, 17) La unidad de las tres hacen que la gloria
de Cristo brille en nuestros rostros como en el rostro de Dios brilla la gloria
del Padre: Mas todos nosotros, que con el
rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos
transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el
Señor, que es Espíritu. (2 de Cor 3, 18)
La descendencia de las tres:
la fe, la esperanza y la caridad son: la fortaleza, la continencia, la
sencillez, la pureza de corazón, la santidad, la ciencia y el amor Para
construir la muralla ancha y alta, para revestirnos de Cristo. Sin las virtudes
no hay vida, sólo hay muerte (Rm 6, 23)
Hijos míos, os escribo esto
para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el
Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros
pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. (1 de
Jn 2, 1-2) Juan está escribiendo a cristianos que son parte de una Comunidad,
llamada a pertenecer a la Luz, pero, porque sabe que son frágiles y débiles y
pueden caer y pecar, les recuerda que en el Cielo tenemos un Paráclito que nos
dejó el Sacramento de la confesión para reconciliarnos con Dios y con la
Iglesia. La Confesión es el segundo Bautismo que renueva la Nueva Alianza, para que los pecados sean perdonados y
nuestros corazones queden limpios de los pecados que llevan a la muerte. (Hb 9,
14)
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