PONED EN VUESTROS OÍDOS ESTAS PALABRAS: EL HIJO DEL HOMBRE VA A SER ENTREGADO EN MANOS DE LOS HOMBRES.
Iluminación:
«Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba
velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este
asunto. (Lc 9, 44- 45)
El Señor Jesús habla
con claridad y precisión a sus discípulos, se los decía muchas veces, pero
ellos no lo entendían: les estaba velado, de modo que no lo comprendían y
temían preguntarle acerca de este asunto. Un velo les cubría su rostro y por
eso no lo entendía. Habla, nos habla a todos porque no entendemos las palabras
de Jesús: “Pero se embotaron sus
inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la
lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo
desaparece. Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está
puesto sobre sus corazones. Y cuando se convierte al Señor, se arranca el
velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad.” (2 Cor 3, 14- 17)
Habla del velo de la
incredulidad, de la idolatría, de la irreligiosidad. Mientras Jesús les habla
de padecer, sufrir, morir y resucitar, ellos hablan de poder, de los primeros
lugares, de ser famosos. La palabra de Dios es actual, es para estos días, y es
para nosotros: “Y si todavía nuestro
Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos,
cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el
resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. (2
Cor 4, 3- 4).
Mucho hablamos de
Jesús, y hasta lo buscamos, pero, no por lo que es, sino, por lo que nos da.
Buscamos nuestros intereses. La invitación del Apóstol es una luz para nuestras
vidas y para nuestros ministerios: “Por
esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos. Antes
bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni
falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la
verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de
Dios.” (2 Cor 1- 2) Para el verdadero apóstol, la verdad evangélica ha de ser
“luz en nuestro camino: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.” (2 Cor 4, 5)
Y
tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.
Los Discípulos tienen miedo seguir a Jesús, eso quiere decir, que entendían
algo de lo que su Maestro les decía: Subir con Jesús a Jerusalén, era correr la
misma suerte que Jesús: padecer, sufrir y morir con él. Es el apóstol San Pablo
que ayer como hoy, con toda sabiduría nos dice: Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría,
nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad
para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de
Dios. (1 Cor 1, 22- 23)
“Cuando
iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el
camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a
los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los
gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.(Mt
20, 17- 19) Mientras que Jesús habla a los suyos de su “obra redentora, sus
discípulos, van a destapar lo que realmente había en sus corazones: “Entonces
se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como
para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos
dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu
Reino.»
¿Cómo
fue la respuesta de Jesús? Replicó Jesús: «No
sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí,
podemos.» Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi
izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado
por mi Padre.” Al oír esto
los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos
(Mt 20, 20- 24) ¿Qué buscaban? ¿Qué esperaban de su Maestro? ¿Por qué se
indignaron los otros diez?
La
enseñanza de Jesús nos descubre el corazón y la esencia del Cristianismo:
Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan
como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de
ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre
vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros,
será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25-28)
Para el Señor gobernar es servir, es ayudar, es compartir, es dar vida, y para
esto, Él es Modelo, Maestro y Señor (Jn 13, 13)
El
primero de los apóstoles en romper el silencio, fue Tomás, llamado el Mellizo,
dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.» (Jn 11,
16) Mas tarde el apóstol Pedro en un acto de “valentía” se comprometía ir con
Jesús hasta la muerte, pero, Jesús le dijo que aún no era tiempo: “Pedro le
dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo
no.» Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el
gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.» Pero él insistía: «Aunque
tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos.”
(Mc 14, 29- 31) esa misma noche, en el huerto de Getsemaní, cuando Jesús tomado
prisionero y llevarlo a la casa del sumo sacerdote, todos lo dejaron sólo. Lo
abandonaron, uno lo traicionó y Pedro lo
negó. Así tenía que suceder, para que Jesús fuera al suplicio de la cruz, sólo
y puro a ofrecer su vida como víctima santa y agradable a Dios, en favor de
toda la humanidad.
Los Apóstoles también
irían, pero después de Pentecostés. Entonces abrazarían el destino de Jesús
como se les había dicho: “Si el mundo os
odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del
mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al
elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la
palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán.” (Jn 15, 18- 20)Después de Pentecostés se
cumplieron las palabras del Señor Jesús: Cárcel, azotes, persecuciones,
pruebas, luchas y martirio. Ahora son los testigos de su Maestro. En cada
testimonio por Cristo es palabra cumplida (cf Hch 1, 8)
Con
la venida del Espíritu Santo ha llegado “La hora de la Iglesia,”
y vemos a San Pablo proclamar con el gozo del Señor: “Ahora con la
Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y
ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio para cuyo
servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro. (2 Tim 1 -10) y
como apóstol dice a su discípulo Timoteo como debe comportarse: “Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la
gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos
confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.
Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se
dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer
al que le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha
competido según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que
tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el
Señor te dará la inteligencia de todo.” (2Tim 2, 1- 6)
Como soldado, atleta y
campesino, sé fiel a la voluntad de Dios, al Evangelio de Jesucristo y a la
docilidad del Espíritu Santo. Lo importante es vivir en Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo (Flp 1, 27) Para construir la “casa” sobre roca, en lo firme,
en la seguro, en lo real y en lo verdadero, Sobre Cristo, es la Roca: “el Amor,
la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Lo anterior teniendo como base la invitación
de Jesús a los suyos de todos los tiempos: «Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues,
¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde
o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se
avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y
en la de los santos ángeles. «Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los
aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios.» (Lc
9, 23- 27)
Oremos:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a
nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal.
Publicar un comentario