NACIDOS PARA COMPROMETERSE
Objetivo: mostrar la urgente necesidad de comprometerse con la
causa del reino de Dios a favor de los otros, especialmente de los menos
favorecidos, como un camino de realización humana- cristiana.
Iluminación. La religión pura e intachable ante Dios Padre es esta:
ayudar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones y conservarse
incontaminados del mundo (Snt. 1, 27)
En
aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos
y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos,
no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino
de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí. (Mateo 19,13-15)
Todo
niño es un proyecto de Dios, desde su nacimiento hasta la muerte, es el tiempo
de realizarse. Todo niño es elegido por Dios para estar en su presencia por el
amor, y es a la vez, destinado a ser adoptado como hijo de Dios (Ef 1, 4- 5) A
los ocho días de nacido, el niño ya aprendió que llorar es un negocio. A los
tres años aprende que hacer berrinches le ayuda a salirse con la suya. Desde
allí aprende a manipular. Puede recibir experiencias negativas o positivas que
le ayudaran o le estorbaran para toda la vida. Todo niño puede aprender el bien
o el mal, dependiendo de la educación que reciba. Y lo que reciba es lo que lo
acompañará toda su vida.
¿Por
qué comprometerme?
Porque
no hay otro camino auténticamente personal que nos ayude a ser lo que debemos
ser. Es el camino más adecuado para el crecimiento como personas. La persona no
está hecha, sino, haciéndose, y se hace con otros, nadie se realiza sólo.
Recordemos las palabras de la Biblia: “No es bueno que el hombre esté solo,
démosle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18). El hombre no fue creado para vivir en
solitario, necesita de una ayuda adecuada, y a la vez, él es, ayuda adecuada
para otros, es don para los demás.
¿Qué es el compromiso? El compromiso es la respuesta a una llamada (vocación)
que invita a comprometerse por aquello que se considera “valioso”: “Ven y
sígueme, Levy se levantó y lo siguió” (Mc 2, 14) “Jesús llamó a los Doce para
que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar los
demonios” (cfr Mc 3, 13) Pero esta llamada se recibe, no sólo de Dios, sino
también, de otras personas, y nos compromete, también, a favor de otras más.
Toda llamada es vocación… soy llamado hacer algo con otros y a favor de otros.
Toda misión es compromiso. Sólo en comunidad y desde la comunidad podremos
trasformar nuestra realidad de modo realista y fecundo. Solo con otros y para otros
se puede vivir un compromiso personalizante. Es decir que nos ayude a ser más y
mejores personas.
¿Cuáles son los Pasos del compromiso? El primer paso es acercarse al necesitado para
despertarlo para que se ponga en condiciones de ayudarse a sí mismo. ¿Quién es
el necesitado? ¿Dónde se encuentra? Despertarlo ¿de qué?:
Despertar
a la persona de la cosificación a la que es sometida por otros o a la que se
somete ella misma. La persona nunca debe ser tratada como un algo, como objeto
o como cosa. De cosa pasa a ser instrumento, después a ser manipulada y luego a
ser desechada.
Despertar
a la persona de su aburguesamiento, de su conformismo o de una vida tranquila y
vacía, del individualismo atrofiante.
Despertar
a la persona de las formas degradadas de comunidad, sobre todo de la
masificación, del reino de lo impersonal y de lo irresponsable.
Despertar
a la persona del individuo en el que se ha disuelto, en la búsqueda del tener,
del placer o del poder; despertar a la persona de una vida más atenta a sus diversiones
o comodidades que a su vocación, centrada en sí y ciega para los demás:
Alcoholismo, drogadicción, etc.
Despertar
a la persona del hedonismo compulsivo y del afán de posesión y consumo,
despilfarro y de la lógica del dinero.
Despertar
a la persona del totalitarismo que hace que muchos sean conducidos por la
mentalidad dominante (hacen los que otros dicen).
El segundo paso es tratar de
restablecer en el otro la conciencia
de su dignidad de persona y el despliegue de la misma mediante el cultivo de
los valores. La persona sólo podrá emerger plenamente y desarrollar todas sus
capacidades en función de su propia vocación, es decir, la identidad más profunda,
de lo que realmente es, y de lo que está llamada a ser cada persona: un ser
original, responsable, libre y capaz de amar, de frente con otras personas a
quienes trata como tales, como seres valiosos en sí.
El tercer paso es “manos a la obra”. Incorporarse a una “comunidad o grupo de compromiso”
con la enseñanza, ancianos, niños abandonados, mujeres maltratadas, grupos de
adicciones, mejoras vecinales para poner, de manera organizada, al servicio del
bien común, las cualidades o talentos que se poseen. Es el lugar y el modo de
poner en práctica la “promoción humana”, tanto a favor de los que reciben la
ayuda como de los que la ofrecen. Recordemos que el que ama, crece como
persona.
¿Qué entendemos por persona? Ninguna persona puede realizarse como tal, sino es
abriéndose a las demás personas, porque son los demás quienes nos enseñan a ser
persona. Nadie es autosuficiente. Cada persona está llamada hacer su propia
vida, a construir libre y voluntariamente lo que ella quiera ser. Persona es la
que piensa, elige y decide lo que ella quiere ser; ella decide su futuro. Lo
puede hacer de modo libre y racional, descubriendo lo que ella es, y lo hermoso
que lleva dentro: es un valor en sí misma, y, además, llena de potencialidades;
por otro lado puede dejar que sean otros los que piensan y decidan por ella,
poniendo en peligro su realización como persona. En el primer caso es una
persona autónoma, en el segundo caso se habla de una persona heterónoma.
La persona autónoma es la que de modo reflexivo elige lo mejor para crecer
como persona, y de modo que respete su dignidad y la ajena. Vive siendo
original, responsable, libre y es capaz de compromisos firmes y duraderos. La
persona autónoma es aquella que es protagonista de su propia historia y es a la
vez capaz de llevar las riendas de su propio destino. Es creativa, fecunda,
eficaz, y tiene dominio propio. No sólo es actor, sino y esencialmente es autor
de su propia existencia.
La persona heterónoma es la que se deja llevar por la voluntad ajena, o por
sus impulsos, o por la voluntad dominante, o por las normas aprendidas de modo
acrítico e irresponsable. Es irresponsable e incapaz de comprometerse a favor
de otros; busca vivir sin tensiones, no se responsabiliza de nada, ni de sí
mismo. Cuando cumple con ciertas obligaciones es porque le pagan por ellas o
para evitar complicaciones. Su lema: “estando yo bien los demás, allá ellos”.
Se lleva así, una vida de mero individuo, vida estéril, impersonal, infecunda y
sin vocación.
¿Cómo se realiza la persona? Como ser en relación, toda persona está llamada salir
de sí misma para ir al encuentro de su “Realidad”; está llamada a hacerse cargo
de sí, viviendo de frente a sí misma, de la circunstancia y de los
circunstantes: Ser responsable desde la creatividad, es decir desde el
ejercicio de la propia vocación, desde las tareas que se desempeñan a favor de
los demás; desde la experiencia de relación con otros: La familia, los amigos,
los compañeros de trabajo, los alumnos, los otros y también con el Otro, la
Trascendencia, Dios. Toda persona está llamada a vivir en Comunión consigo
misma, con Dios, con los demás y con la Naturaleza.
Digamos
que la persona no está hecha, sino haciéndose, su vida está orientada hacia lo
que todavía no es, pero, que está llamada a ser. Estamos llamados a salir fuera
de nosotros mismos, para desplegarnos, desenvolvernos y realizarnos como
personas poseedoras de unos valores que estamos llamados a realizar en el
encuentro con los demás, razón por la que debemos comprendernos como seres en
“proyección”:
Toda persona es buscadora de valores. ¿Qué buscamos? ¿Dónde buscamos? Buscamos sentirnos
bien, agradar a los demás… En el fondo lo que todo hombre busca es ser feliz;
lo que realmente busca es a Dios, y lo hace sin darse cuenta… veces lo busca en
el poder, otras en el placer o en el tener…La felicidad tan buscada por el
hombre no es ajena a él, la lleva en su interior como un anhelo que desea ser
descubierto, liberado y realizado. La felicidad el hombre la encuentra sin
buscarla directamente; cuando se proyecta en la vida y se realiza, la felicidad
aparece por añadidura. La palabra Felicidad viene del latín “felicitas” que
viene de la raíz latina “felix” que significa fertilidad, fecundidad,
fructífero. Digamos sin miedo al error, que seremos felices en la medida de
nuestra realización como personas, y ésta sólo podrá ser posible en la medida
del cultivo de nuestras mejores capacidades, cualidades y talentos, cultivo que
sólo será posible en el “encuentro
personalizante con los demás”.
¿Qué busca el compromiso? No se busca tener éxitos, como tampoco se busca
publicidad, lo que se pretende es, ser más, y mejores personas, para poder ser
más eficaces en el servicio a la familia, a los menos favorecidos o excluidos
de la sociedad. Queremos despertar, y despertar a otros para juntos
comprometernos a vivir como personas que se cultivan y realizan sólo mediante
el encuentro personalizante, compartiendo lo que se sabe, lo que se tiene y lo
que se es.
La
persona solo se despliega desde la toma de conciencia de su vocación y desde el
compromiso con ella. Y la vocación solo se encuentra en un proceso de
interiorización y análisis existencial. Vivir la propia vida es decir “sí” a
esa vocación, que algunas veces comporta el decir “no”, aceptar límites,
rechazar posibilidades, alejarse. Vivir es elegir desde la vocación: afirmo
algunas posibilidades y rechazo otras. El compromiso cuando es auténtico busca:
Unificar la vida, ordenarla y
organizarla. Ponerla en camino de
plenitud mediante el cultivo de los valores. Que la persona sea máximamente fecunda y creativa en el amor, la
donación y la entrega.
El término compromiso. Todo compromiso
es: cum- pro- missio. Cum es siempre
trabajar con otros y a favor de otros. Nos descentraliza y nos proyecta hacia
lo que todavía no somos, pero que podemos llegar a ser: personas plenas.
Pro: a favor de. La apertura a los
otros y el ser con los otros culmina en “ser a favor de otros”, al
servicio de otros, en defensa de otros, descentrado en otros. El compromiso es
siempre donación a otro de la propia vida, del propio tiempo y esfuerzo. Quien
no se entrega nunca llega a poseerse.
Missio: es envío. Enviado ante el rostro del otro; enviado para
responder a su llamada, para responsabilizarse. Enviado para darle vida, para
liberarlo y para alimentarlo con el pan de la responsabilidad y de la libertad.
El
compromiso es aceptar de manera libre y consciente, el envío liberador con
otros, y a favor de otros. Vivir comprometidos es vivir amando; es vivir
sirviendo, es desvivirse por un algo o por un alguien. El amor auténtico es
efectivo, se concreta en una serie de actos personales: amores son acciones y no
lindas palabras.
Salir
de sí para hacerse disponible e ir al encuentro del otro. Comprender al otro,
ponerse en su punto de vista. Tomar al otro sobre sí, llorar, reír y sufrir con
él. Cargar con sus debilidades. Darse al otro con generosidad, con gratuidad,
sin medida, sin cálculo. Ser fiel al otro y confiar en él, nunca desesperar de
él.
¿Cuál es el fundamento del compromiso? Tres son las columnas que sostienen y dan consistencia
al compromiso: la verdad, la justicia y la bondad (EF 5, 8). Hay libertad donde
hay verdad, y ésta es inseparable del amor, y éste nos lleva de la mano a la
práctica de la justicia, ésta desemboca en la paz, en la armonía interior y
exterior. Las personas se comprometen en la medida que se sientan responsables;
es decir, en la medida que sean libres y que amen. Amor y libertad son la
fuerza del compromiso a favor de otras personas. Lo anterior me lleva a decir
que el compromiso exige cierto grado de madurez humana; madurez que queda
manifiesta en los valores del reino de Dios: el compartir, la dignidad de la persona, la solidaridad humana y el
servicio voluntario y desinteresado.
El compromiso y el encuentro con
otros. El encuentro es
personalizante: Nos hace más y mejores personas: más amables, más generosas y
más serviciales (Gál 5, 22). El
compromiso nos hace ser responsables de uno mismo y de otros, de su promoción,
educación, curación y cuidado, poniéndose a su servicio, es así, diaconía
responsable (Mt 20, 28): servicio al otro, que responde a su presencia
menesterosa. Poner la vida al servicio de otros trae consigo como consecuencia
el propio crecimiento. Es vía necesaria para crecer como personas.
El
compromiso se realiza en el encuentro con otras personas, por lo mismo ha de
ser personalizante, está al servicio de las personas y de su vocación. Tiene
como fin poner a cada uno en estado de poder vivir como lo que es: persona, un
fin en sí, un valor en sí misma. Que nadie se sienta autosuficiente: todos
necesitamos de los demás y los demás necesitan de nosotros.
¿Comprometerse? ¿Hasta cuándo? La actitud del compromiso debe durar hasta el último
día de la vida. La vida es don y tarea, tiene sentido, es un valor, descúbrelo
y comprométete con él. La vida de la persona aún en las circunstancias más
terribles y más dolorosas, siempre tiene un sentido, “un para qué” que ayude a
descubrir el horizonte de la vida, hacia el que orienta su crecimiento, para
que llegue a ser una plenitud. Es lo que la persona está llamada ser una
plenitud. “Llega a ser quien eres”
(Píndaro).
No
seas conformista, aprende a “dar de sí”. Ser persona es querer siempre ir a
más. Busca tu plenitud de la que dependerá tu felicidad, y ésta aparecerá en tu
vida en la medida que camines hacia tu meta; la felicidad no se busca
directamente; no esperes que te llegue sin hacer nada, lo único que verás
llegar es el ataúd para tu propio entierro.
¿Con quién comprometerse? Puedo decir que mi compromiso es con Dios que me sacó
del pozo de la muerte y con la Iglesia a la que llamó el Señor, y desde ella,
El compromiso es con las personas y a favor de las personas, buscando ayudar a
que realicen su plenitud personal. Todo lo demás está supeditado a esto. Los lugares
preferentes del compromiso son la familia, los amigos, la escuela, los
compañeros de trabajo, los grupos marginados socialmente, ancianos, adictos,
inmigrantes, viudas, huérfanos, etc. Grupos que orientan a lo público:
sindicatos, partidos políticos o cualquier tipo de vida comunitaria.
Los niveles del compromiso. Todo compromiso con las personas si quiere ser
trasformador y ser eficaz, ha de realizarse en cuatro niveles:
Nivel uno: desde el lugar del pobre (Mt 25, 31ss). El rostro del
pobre es el que me desinstala y me espolea para adquirir un compromiso. Con su
presencia me conduce hacia el campo de los valores éticos. El pobre invita con
su presencia a ser solidarios, llama a descentralizarse a su favor.
Nivel dos: desde la realidad. Es necesario conocer la realidad,
no se puede improvisar. Hace falta formarse y formarse de modo permanente para
conocer las causas de la pobreza y de la miseria en la que se haya sumergida
tanta gente. El instrumento para conocer la realidad es el estudio.
Nivel tres: presencia social. No basta con contemplar el mundo, es
necesario transformarlo, cambiarlo. Y no hay transformación sin presencia
pública. El primer lugar es la familia, el lugar de trabajo, el barrio, la
sociedad, en lo político, educativo; comprometiéndose en una organización u
otra, teniendo siempre presente la dignidad de la persona.
Nivel cuatro: la comunidad. El compromiso será siempre respuesta a
una llamada; a la llamada de lo valioso. Llamada que se recibe de otras
personas y nos compromete con otras personas. Sólo con otros y a favor de otros
se puede vivir un compromiso personalizante.
Nivel 0: desde el silencio. Toda acción ha de surgir de la
abundancia de silencio y reflexión para no caer en el activismo. Es el silencio
donde la persona se encuentra y se recupera así misma. Y es la vez, el
silencio, desde donde la persona, se abre a Dios y al compromiso con los demás.
Toda persona que se decida a comprometerse ha de tener la disponibilidad de ir
al “desierto” espiritual para llegar a prepararse para la Misión más personificante ser más y
mejor persona para ayudar, darse y gastarse en favor de los demás.
Conclusión: Comprometerse es vivir de frente a sí mismo y de
frente a los demás. Comprometerse es ser libres. Libres de todo
condicionamiento, tanto interior como exterior. Libres para amar, servir,
buscar aquello que da sentido a la vida y realizarlo. Comprometerse es el
camino para desplegar todas nuestras capacidades, tanto las naturales, como las
adquiridas y las que recibimos a lo largo de la vida: las otras personas:
padres, hermanos, esposas o esposos, hijos, amigos, etc. potencialidades con
matices estrictamente personales. Por eso es el camino para hacerse persona,
con otros y a favor de otros, es el compromiso. El mal que hago hace daño a los
demás y el bien que realizo hace bien a la humanidad. Vivamos con ética para
que nuestra vida, pensamientos y acciones están inclinadas un sentido que haga
bien a la Humanidad.
Publicar un comentario