NO LE ENDUREZCAMOS EL CORAZÓN AL SEÑOR.
Iluminación: Hagámosle caso al Señor, que nos
dice: "No endurezcan su corazón". (Cfr Sal 94, 8)
En aquel tiempo, Jesús se puso a
reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse
arrepentido. Les decía: "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque
si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han hecho en
ustedes, hace tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de
ceniza. Pero yo les aseguro que el día del juicio será menos riguroso para Tiro
y Sidón, que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta
el cielo? No. Serás precipitada en el abismo, porque si en Sodoma se hubieran
realizado los milagros que en ti se han hecho, quizá estaría en pie hasta el
día de hoy. Pero yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para
Sodoma que para ti''. (Mt 11, 20-24)
Jesús hoy reprende a las gentes que habitaban en
las ciudades donde el predicaba, hacia milagros
y muchos exorcismos, pero le habían endurecido su corazón y no habían creído en
él.
Si en las ciudades paganas de Tiro y Sidón
hubieran oído las palabras que ustedes han escuchado, se hubieran convertido. Si
ellos hubieran visto los milagros que ustedes han visto, se hubieran convertido
de corazón, y tú Cafarnaún, la ciudad de los ricos y poderosos, de los
intelectuales y famosos, ¿crees que
serás encumbrada hasta el cielo? No será como Dios, serás arrojada al abismo,
al vacío existencial El día del juicio será para Sodoma, menos rigurosa que
para ti. Porque me han endurecido su corazón y no se han convertido de corazón.
San Juan en su Evangelio nos dice: “Yo sé porque me
siguen? Les he dado de comer hasta saciarse, le he hecho miagros y los he
liberado de malos espíritus que no vienen de la fe (Rm 14, 23) Pero no se han
convertido, me han endurecido su corazón: Jesús les respondió: «En verdad,
en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino
porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el
alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el
que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha
marcado con su sello.” (Jn 6, 26- 27)
El sello de Dios es el Espíritu Santo los que han creído y
obedecido a Jesús. Pablo nos invita a no contristar al Espíritu de Dios: No
entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el
día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y
cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos
entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en
Cristo. (Ef 4, 30- 32)
Jesús
nos dice: “Permanezcan en mi Palabra y serán mis discípulos conocerán
la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31- 32) Permanezcan en
conversión, al que permanezca fiel hasta
el final se salvará (Mt 24, 13) La conversión comienza cuando Dios envía su
Palabra a nuestro corazón, le abrimos la puerta para que entre en nuestro
interior y tengamos vida espiritual (Rm 10, 10, 17; Apoc 3, 20)
Es
entonces cuando empieza la aventura de la fe en nuestro corazón que no lleva
a pasar de los terrenos del hombre viejo a los terrenos de Dios: la bondad, la verdad
y la justicia (Ef 5, 9) Es conversión de mente y corazón, así lo dice el
apóstol san Pablo: “Y no os acomodéis al mundo
presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de
forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto.” (Rm 12, 2)
Que los conocimientos de la mente bajen al corazón para pasar de
Cafarnaún a Nazaret, porque los conocimientos en la cabeza no salvan. Eso es la
conversión, que nuestros conocimientos, que hinchan, bajen al corazón para se
conviertan en amor, que es lo que edifica y transforma. Podemos saber mucho de
la Biblia y de Teología, pero si vivimos en los terrenos del Ego, permanecemos
en el pecado, endureciendo el corazón al Señor, sin conversión y sin esperanza.
A éstos Jesús nos dice[D1] :
«No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el
que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23) Echaron la Gracia en saco roto (2 de Tim 2, 14)
Mientras
vivamos tenemos tiempo de arrepentirnos, convertirnos y hacer penitencia, todo
esto es lo mismo: Volver a Dios con un corazón contrito (Slm 5, 19) para
recibir ls frutos de la Redención. El
perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo, para luego seguir
por los caminos de la rectitud, de la justicia y de la santidad, haciendo en
todo la Voluntad de Dios: “Creer en su Hijo y amarnos los unos a los otros” (1
de Jn 3,23).
¿Quiénes
son los que se salvan? Los que hacen la voluntad de Dios, los que
creen en su Hijo, los que confían en él, los que lo obedecen y lo aman.
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