LA IGLESIA HA NACIDO CON ESTE FIN: EVANGELIZAR

 

LA IGLESIA HA NACIDO CON ESTE FIN: EVANGELIZAR

168. Cristo vino para anunciar y realizar entre los hombres la Buena Noticia. La Iglesia nació y vive únicamente para evangelizar a los hombres, a todos los hombres. Ella es el sacramento universal de salvación: la anuncia y realiza. Su renovación constante tiene aquí su objetivo: potenciar su actividad misionera universal, buscar nuevos cauces por los que los hombres conozcan, acepten y vivan el plan de Dios, despojarse de todo aquello que impide, en cada momento, la evangelización, realizar todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad del Evangelio. Dice el Concilio Vaticano II: "La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de ellos, ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Iglesia lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas maneras" (AA 2).

La vocación cristiana es vocación también al apostolado. "¡Ay de mí, si no evangelizare!"

169. La Iglesia la formamos todos los creyentes en Cristo. A todos nos compete la responsabilidad de evangelizar, como dice San Pablo: "Anunciar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y, ¡ay de mí, si no evangelizare!" (1 Co 9, 16). "La vocación cristiana es por su misma naturaleza vocación también al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la actividad vital del cuerpo, de igual manera en el cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, todo el cuerpo crece según la operación propia de cada uno de sus miembros (Ef 4, 16). No sólo esto. Es tan estrecha la conexión y trabazón de los miembros en este cuerpo (Cfr. Ef 4, 16), que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo" (AA 2).

Hacia una comunidad evangelizada y evangelizadora

170. "Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen, pues, en el nombre de Jesús para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es a la vez evangelizada y evangelizadora. La orden dada a los Doce: "Id y proclamad la Buena Nueva", vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. Por esto Pedro los define "pueblo adquirido para pregonar las excelencias del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P 2, 9). Estas son las maravillas que cada uno ha podido escuchar en su propia lengua (cfr. Hch 2, 11). Por lo demás, la Buena Nueva del reino que llega y que ya ha comenzado es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido y que están reunidos en la comunidad de salvación pueden y deben comunicarla y difundirla" (Pablo VI, EN 13).

Evangelizar, misión de las comunidades eclesiales

171. La Iglesia universal se concreta en comunidades eclesiales más pequeñas (diócesis, parroquia, grupos de cristianos, movimientos apostólicos, familias cristianas, etc.): De todas ellas hay que decir, guardando la proporción, lo que el Concilio señala de la diócesis: "En ella está y obra la Iglesia de Cristo que es una, santa, católica y apostólica" (CD 11).

Toda comunidad debe, por tanto, ser misionera, por ser condensadamente, presencia eficaz de la única Iglesia de Cristo. Las actitudes de campanario son una traición al ser cristiano de una comunidad y el medio más eficaz de autodestrucción: "La gracia de la renovación en las comunidades no puede crecer, si no expande cada una los campos de la caridad hasta los confines de la tierra y no tiene de los que están lejos una preocupación semejante a la que siente por sus propios miembros" (AG 37).

Pablo VI dice: "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa" (EN 14).

La Universalidad, referencia a la totalidad

172. La universalidad, anunciada por los profetas (Gn 22, 18; Ga 3, 16; Is 2, 2ss; 54, lss; Mi 4, lss; Za 8, 20; Ml 1, 11; Sal 2, 7ss; 71, 8-17; etc.) y encomendada por Jesús a sus discípulos (Mt 28, 18ss), ha chocado siempre con la tentación de secta. La actitud sectaria se caracteriza por la falta de referencia a la totalidad. La secta no refiere los aspectos particulares del mensaje al conjunto de la Revelación; no sitúa los hechos particulares de la vida en una estructura de conjunto; no manifiesta la relación de la Iglesia con la totalidad del mundo, la cultura, la historia humana.

La Iglesia de Cristo es católica

173. La realidad de la Iglesia en su vertiente universalista no es algo vago o puramente ideal, sino que tiene rostro concreto en esta comunión de fe y caridad, de participación en los mismos sacramentos, que es inseparable de la unión de fe con el Papa y los Obispos. Por ello la expresión "Iglesia católica" tiene una significación concreta, que no es sustituible por lo que tiene de abstracción la fórmula más vaga de "Iglesia universal". La Iglesia, fundada por Cristo, es católica. "Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia Católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negaran a entrar o a perseverar en ella" (LG 14).

El Pueblo de Dios, para todos los hombres

174. "Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por lo cual este pueblo sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos que estaban dispersos, determinó luego congregarlos (Cfr. Jn 11, 52)... El único Pueblo de Dios está presente en todas las razas de la tierra, pues de todas ellas reúne sus ciudadanos... La Iglesia... no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario, fomenta y asume, y al asumirlas las purifica, fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno. Pues es muy consciente de que ella debe congregar esa unión de aquel Rey, a quien han sido dadas en herencia todas las naciones (Cfr. Sal 2, 8). Este carácter de universalidad que distingue al Pueblo de Dios es un don del mismo Señor con el que la Iglesia católica tiende, eficaz y perpetuamente, a recapitular toda la humanidad, con todos sus bienes, bajo Cristo Cabeza, en la unidad de su Espíritu (Cfr. S. Ireneo, Adv. Haer. 16, 6; 22, 1-3)" (LG 13).

Plenamente consciente del plan salvador de Dios realizado por medio de Jesucristo

175. El plan salvador de Dios no se refiere solamente al hecho de la salvación, sino también al modo de realizarla a través de Cristo: Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Tm 2, 4-5). 0 como dice el Evangelio de San Juan: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17, 3). Dios quiere que todos los hombres se salven siendo plenamente conscientes de su plan salvador realizado por medio de Jesucristo (Cfr. AG 7). La Iglesia, en su actividad misionera, discierne y asume las "semillas de la Palabra" sembradas por Dios en medio de todos los pueblos. Pero se siente urgida "a hacerse presente de modo plenamente actual" en medio de las gentes por la predicación explícita del Evangelio, "por los Sacramentos y demás medios de gracia, de manera que les haga patente el camino libre y seguro para la total participación en el misterio de Cristo" (AG 5). La Iglesia sabe que a ella le incumbe "el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo" (AG 5), aportando los bienes de la Alianza definitiva a todos los hombres y naciones, no de manera esporádica y ocasional, sino de modo estable y pleno.

Los que inculpablemente desconocen el Evangelio

176. La salvación de Dios alcanza también a los que inculpablemente desconocen el Evangelio y se esfuerzan, ayudados por la gracia, en conseguir una vida recta, siguiendo el dictamen de la propia conciencia: "Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan en cumplir con las obras de su voluntad conocida por el dictamen de su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que hay en los paganos, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres, .para que al fin tengan vida" (LG 16). Los esfuerzos con los que los hombres buscan de muchas maneras a Dios, para ver de dar con El, si es posible, y encontrarlo, aunque no está lejos de cada uno de nosotros (Hch 17, 27) necesitan ser iluminados y sanados, si bien es verdad que, por benevolente designio de la Providencia divina, pueden alguna vez considerarse como pedagogía o preparación para el Evangelio (Cfr. AG 3).

El Evangelio ilumina el misterio humano

177. El anuncio de la Buena Noticia no sólo busca el establecimiento de unas relaciones filiales del hombre con Dios, sino también provoca en el hombre un verdadero conocimiento de sí mismo, de su dignidad personal, de la dignidad de los demás, del valor de las cosas, del sentido de las circunstancias y situaciones humanas: vida, trabajo, alegría, sufrimiento, enfermedad, muerte, esperanza. Dios es la verdadera raíz de los derechos humanos, la fuente del verdadero compromiso en la transformación del mundo, el quicio de la verdadera paz, de la justicia, de la unidad. El verdadero humanismo será una utopía mientras no se funde en el Evangelio: Cristo "manifiesta plenamente el hombre al propio hombre" (GS 22).

"Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"

178. La llegada de la Buena Noticia a los hombres que aún no la conocen —¡son tantos!, la mies es mucha (Lc 10, 2)— se realiza en la actividad misionera de la Iglesia. En esta misión la Iglesia no sustituye a Cristo. Cristo, presente eficazmente en la Iglesia, sigue evangelizando hoy en medio de nosotros: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).

 

 

 

 

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