HOMBRE DE POCA FE, ¿POR QUÉ DUDASTE?»
Después que Jesús recibió la noticia de la
muerte de Juan el Bautista. Jesús
se embarcó con los discípulos para ir a un lugar solitario, le dolió la muerte
de su Mensajero, la Voz que clama en el desierto, que lo había señalado como el
Cordero de Dios, además eran parientes. Al llegar al lugar, muchísima gente se
le había adelantado. Jesús no se molesta, lleno de compasión se puso a
enseñarles muchas cosas y a curar a los enfermos. Al caer la tarde los
Discípulos le dicen que mande a la gente a retirarse para que busquen comida y
un lugar para descansar. Jesús les dice: “Denles ustedes de comer.” Con cinco
panes y dos peces, los bendice, salen de las manos de Jesús a sus discípulos y
de ellos a la gente sobraron doce canastos para indicarnos la sobres abundancia
de Dios (Mc 6, 34ss).
Después obliga a sus discípulos a embarcarse para irse al otro
lado del lago. "Después
de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba
solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios,
zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de
la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole
caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se
pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy
yo; no temáis.» Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti
sobre las aguas.» «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar
sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le
entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» Al punto
Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué
dudaste?» Subieron a la barca y amainó el viento." (Mt 14, 23- 31)
“Remen mar adentro, no se
queden en la orilla.” (Lc 5, 4) La orilla es la
mediocridad, es la superficialidad, es charlatanería, Jesús no quiere eso para
sus discípulos, quiere que vivan la aventura de la fe: remar mar adentro,
profundicen y crezcan en la fe. Habrá tormenta y vientos huracanados que
amenazan con hundir la barca. Para enseñarnos que la Iglesia siempre será
sacudida por vientos contrarios a la fe. Jesús después de despedir a la gente
se va solo al monte a orar. Quiere estar a solas con su Padre.
Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia
ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un
fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús
diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» Jesús camina sobre las aguas
turbulentas. Caminar sobre el agua significa vencer el mal. Jesús tiene poder
sobre la enfermedad, sobre los demonios, sobre la muerte y sobre la naturaleza.
Caminar sobre el agua nos habla de un Vencedor que está sobre todo y sobre
todos. Jesús se identifica diciendo: “Animo, No temáis, soy yo.” Estoy aquí
para salvaros, para liberarlos y sacarlos del pozo de la muerte y para
llevarlos a vuestro suelo (Ez 37, 12) “Vengo para que tengan vida y la tengan
en abundancia.” (Jn 10, 10) No soy un fantasma: “Soy la resurrección y la vida”
(Jn 11, 25) Palabras que animan, que consuelan, que son “Espíritu y Vida” (Jn
6, 68)
La repuesta de Pedro: «Señor, si eres tú,
mándame ir donde ti sobre las aguas.»
Mándame a donde tú estás. Llévame a donde tú vives. La respuesta de Jesús
siempre será para Pedro y para todo discípulo: Ámame y sígueme. La respuesta de
Jesús: “VEN” Con una sola Palabra lo llama a caminar sobre el agua, a vencer el
mal, siguiendo a Jesús.
Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar
sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
Con sus ojos fijos en Jesús, el Autor y el Consumador de la nuestra fe (Heb 12,
2) Caminar hacia Jesús significa: “Aborrecer el mal y amar apasionadamente el
bien”(Rm 12, 9) “No te desvíes ni izquierda ni a tu derecha” (Jos 1, 6)Con una
vida orientada a hacia Dios. Pero Pedro viendo el viento huracanado, desvío la
mirada, se la quito a Cristo y la puso en sus preocupaciones, en sus intereses,
es sus fuerzas, en algo o en alguien más que Jesús, y comenzó a hundirse. Se
cumplía la profecía de Jeremías: “Maldito el hombre que confía en el hombre”
(Jer 17, 5) Pedro se hundió porque primero creyó y se lanzó al agua y caminó
sobre las aguas. Cuando las aguas le llegaban al cuello, Pedro recordó que
tenía un Salvador y exclamó: “Señor, Sálvame.” Al punto Jesús, tendiendo la
mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Subieron a la
barca y amainó el viento."
El peligro para hundirnos está en perder la fe. Apagar las lámparas de nuestro corazón y
despojarnos de la túnica de Jesús. Esto sucede cuando abandonamos la oración y
cuando quebrantamos la Ley de Dios para caer en el pozo de la muerte y en el
reino de las tinieblas. Dejémonos encontrar por Jesús, Él está cerca de
nosotros, despertamos nuestra fe adormecida por los vicios e invoquemos a Jesús
diciendo: Señor, Jesús, sálvame. Ten piedad de mí, que soy un pecador. Digamos
con Bartimeo, el hijo de lo impuro, que yo te vea, Señor Jesús (cf Mc 10, 46)
Él parece que siempre está con sus manos extendidas para sanarnos y para
sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos al reino de la Luz (Col 1, 13)
Extiende su mano sobre los leprosos para atraerlos hacia él, para compartirnos
el don de Dios (Mc 1, 38). Para darnos Espíritu Santo. Espíritu de la Verdad
que nos hace libres. (Jn 8, 31- 32) Para entrar en la Paz de Jesús.
No tengáis miedo, yo soy, confía en mí. Yo soy la Luz del Mundo, ámame y sígueme. Sean
mis amigos haciendo todo lo que yo les diga (Jn 15, 13) Extiendan su mano para
compartir el don que mi Padre les ha dado para que sus dones crezcan con el uso
de su ejercicio (cf Mc 3, 1-5). Extiendan su mano para ayudar a los que se
están hundiendo. Extiendan su mano y socorren a los menos favorecidos. Compartan
con los otros, su pan de vida, su tiempo, su casa y el camino, este es el modo
de poner en práctica la profecía de Miqueas: " «Se te ha declarado,
hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la
equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.»"(Mq 6, 8) Lo
que equivale a: "«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas
encendidas," (Lc 12, 35) Lo que entendemos a la luz de san Pablo: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien (Rm
12,9)
Para no hundirnos en el lodo, en el agua, pongamos en práctica las siete peticiones que
encontramos en el Padre nuestro y que nos fueron enseñadas por el mismo
Jesús. “Santificado sea tu Nombre”
“Venga a nosotros tu Reino” y “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.
Estas tres primeras peticiones hacen referencia a Dios. Las tres pueden
ser reducidas a una sola. “Hágase tu
Voluntad” La Voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts 4, 3-4) La
voluntad de Dios es que vivamos en el Reino y que éste crezca en nosotros, un
Reino de amor, de paz y de justicia (Rm 14, 17).
Lo anterior es posible cuando vivimos unidos
con Cristo por la fe (Ef 3, 17) y
cuando crezcamos en el conocimiento de Dios, guardando sus Mandamientos, su
Palabra (Jn 14, 21- 23) y cuando ponemos
en práctica las virtudes cristianas (Col 3,12; Ef 4,13)) Lo que equivale a
vivir según Cristo Jesús el Hijo de Dios. “Qué nos amó y se entregó por
nosotros” (Ef 5, 2)
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