EL DISCÍPULO ES UN HOMBRE O MUJER NACIDO PARA SERVIR.
1.
El relato evangélico.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Después tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “el que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que reciba a mí, no me recibe a mí, sino aquel que me ha enviado”. Palabra de Dios. (Mc 9, 30- 37)
2.
Explicación del texto.
“Porque iba enseñando a sus Apóstoles”. Muchos son los que dicen hoy día que Jesús tenía enseñanzas secretas para sus discípulos. ¿Será eso una realidad? ¿Será una la enseñanza de Jesús para sus discípulos y otra para la gente que se acercaba a él para oírlo o para ser curadas? Leamos con sencillez la Escritura; con fe y espíritu de conversión, y nos daremos cuenta que la “enseñanza” de Jesús es una, única, y es para todos los que crean en él y se abran a su acción amorosa y liberadora. Por el “Encuentro personal” con Jesús vamos por la acción del Espíritu al discipulado. El discípulo es aquel que tiene un maestro. Jesús Maestro, elige a sus discípulos y los invita a seguirlo, a dejarse enseñar por él. Podemos ser creyentes y no ser discípulos de Jesús. Como creyentes podemos ser personas religiosas, piadosas, estudiosas de la Biblia y no haber hecho una “Opción por Jesucristo” que nos llama a la perfección cristiana” por la caridad (cf Mt 5, 48; Lc 6, 36)
3. ¿De qué discutían por el camino?
¿Qué buscaban los discípulos?
Buscaban los primeros lugares; ser los primeros; discutían sobre el poder
carismático de Jesús; no habían entendido. El hombre que se decide a seguir a
Jesús, lo acepta como su Salvador, como su Maestro y como su Señor para que pueda
estar el camino de hacerse discípulo. La vida del discípulo está marcada con
actos concretos que lo identifican con su Maestro y le ayudan a conformar su
vida con él. El llamado es para todos. Todos somos llamados a ser discípulos de
Dios. Le enseñanza de Jesús es la misma, pero se vive según el estado de vida y
el llamado recibido.
Muchos son los que dicen hoy día que
el “Cristianismo” está en crisis. Los que estamos en crisis somos los
cristianos que nos negamos a identificarnos con el Maestro. Que no queremos
tener “identidad cristiana” y conformar nuestra vida con el Pobre de Nazaret.
Los muchos conocimientos, los buenos sentimientos, los títulos humanos o
eclesiásticos, los buenos deseos o buenos propósitos, no son suficientes, y, no
nos dan la identidad cristiana. Lo que realmente nos identifican como
cristianos es “el amor fraterno”, la caridad cristiana que se expresa y
manifiesta el servicio que implica “Guardar los Mandamientos” (cf Jn 14, 21).
4.
Hacerse como niños.
“Tomando a un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó, y
les dijo: el que recibe en mí nombre a uno de estos niños a mi me recibe”. ¿Qué significa para Jesús
hacerse como niños? ¿Qué significa tener alma de niño? Jesús mismo se hizo
niño, nació como hombre para servirnos con corazón pobre y humilde, haciendo
siempre la voluntad de su Padre. El camino para hacer niños es el camino del
nuevo nacimiento: dejar de ser fariseos para hacerse publicanos que buscan los
últimos lugares, para luego hacer como niños. Estos dos hombres fueron al
templo a orar, sólo uno de ellos salió justificado, es decir, perdonado y
renovado para comenzar una vida nueva (cfr Lc 18, 10- 17)
El niño es dependiente de alguien, sus padres, sus familiares, sus amigos. Confía en los que le aman. Jesús quiere que sus discípulos sean como niños en sus manos, que se dejen moldear por él, para que un día sean como él: servidores de los demás. Hacerse niño es hacerse discípulo de Jesús para tener alma de servidor que no se busque a sí mismo.
5.
El Hecho en cuanto tal.
Muchos son hoy día los que dicen que
Jesucristo fue un “revolucionario”. ¿Un revolucionario mas? ¿Un revolucionario
como los que surgen de vez en cuando entre nosotros? ¿Revolucionario violento,
vengativo, movido por las malas pasiones? Por supuesto que no. Los revolucionarios
de este mundo, siendo realistas, no son más que buscadores de fortuna, fama,
poder o prestigio. “Ambicionan lo que no pueden alcanzar, y entonces, combaten
y hace la guerra” (Snt. 3, 16-4,3) Es cierto que Jesucristo, estoy de acuerdo,
fue un revolucionario. Él inició, una revolución, la única capaz de cambiar el
Mundo: “La revolución del servicio” a la que él designo y dejó como
mandamiento: “lavar pies”. “Ustedes me
llaman Maestro y Señor, y en verdad lo soy; si pues. Yo siendo maestro y Señor,
les he lavado los pies, hagan ustedes lo mismo” (Jn 13, 13- 14).
El Mundo cambiaría si hombres y
mujeres, camináramos por las calles, por los barrios, poblados o ciudades con
una toalla en la mano y una cubeta de agua en la otra buscando a quien lavarle
los pies. Buscando ayudar a otros a tener una mejor calidad de vida o ayudando
a crecer en la fe. Jesús: dijo: “Vayan
por todo el mundo y hagan discípulos míos, bauticen en el nombre de Padre del
Hijo y del Espíritu Santo y enseñen a obrar todo lo que yo les he enseñado”
(cf Mt 28, 20) Hacer discípulos siendo a la vez discípulos…enseñando a obrar, obrando,
es decir, hacer, vivir, poner en práctica lo que creemos al estilo del Maestro.
Esto es dar vida al mundo, a la familia, a la Iglesia…En la “revolución del
amor y del servicio, las armas son las “armas de Dios” llamadas también las
“armas de la Luz”. (Rm 13, 12-14) Estas armas son la bondad, verdad, la
justicia, el perdón, la Palabra de Dios, la fe, la oración (cf Ef 5, 9; 6,
12ss) Estas armas son poder, energía de Dios que nos ayudan a resistir al
Diablo y a lo que Pablo llama “el día malo” y después de haber vencido en todo,
permanecer firmes (Ef 6, 12ss).
“Si alguno quiere ser el
primero que sea el último y el servidor de todos.” Esto es el “Cristianismo”.
¿Servidores de quién? Y ¿servidores de qué? Servidores de Cristo, el Siervo de
Dios, que con su muerte de cruz y con su resurrección nos ganó el perdón de los
pecados y el don del Espíritu Santo, para que nosotros sigamos sus huellas.
Servidores de todos al estilo del Buen Samaritano…los enfermos, los presos, los
extranjeros, los presos, los débiles moralmente, los pobres, las viudas, los huérfanos,
la familia, la Iglesia, la Patria…Llamados a ser servidores de la verdad, de la
vida, del amor, del bien común, servidores de todos, en todo lo que ayuda al
hombre a realizarse como hombre, como cristiano y como discípulo de Jesús,
Nuestro Señor. Para que nuestro servicio sea de calidad, según el servicio de
Jesús, purifiquemos nuestro corazón de egoísmos, envidias, búsquedas de
intereses personales para que no seamos servidores de la intriga, de la
venganza, de las malas pasiones para que no seamos instrumentos de división y
no demos muerte en vez de vida.
Servicio en el “amor fraterno” es un camino seguro de realización que nos humaniza y nos hace mejores hombres y mujeres. Tratemos al otro como hermano, como a un hijo de Dios, en nombre del cual servimos. En Cristo, es decir, en nombre del amor, no por obligación, ni por quedar bien, sin buscar halagos, no por que toca, sino, porque “Somos siervos vuestros por Jesús” (2 Cor 4, 5). Cuando servimos por obligación o porque toca ese servicio no nos realiza, solo nos cansa. Sirvamos con sentido, no seamos serviles; tanto el servilismo como el proselitismo son enemigos del servicio verdadero; sirvamos en amor y con amor, y lo demás “nos viene por añadidura”. Lo demás… es el reino de Dios, y sólo los que se hace como niños entran en él. Reino que pedimos cuando rezamos el “Padre Nuestro”.
6.
Aplicación a nuestra vida.
Todos comenzamos a servir en la
carne, es decir, con defectos y en medio de muchas debilidades. Gracias a la
acción del Espíritu Santo y a nuestras decisiones, nuestro corazón se va
limpiando y purificando, vamos alcanzando la perfección cristiana, mediante la
cual disminuye “el reinado del mal” y aparece el “reinado de las virtudes
cristianas” en nuestras vidas. Es la conversión del corazón que nos trae una fe
sincera, una conciencia recta y una gran disponibilidad para servir a Dios en los
demás, en todos.
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