SI UN CIEGO GUÍA A OTRO CIEGO LOS DOS CAEN EN EL HOYO

 

SI UN CIEGO GUÍA A OTRO CIEGO LOS DOS CAEN EN EL HOYO

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. (Mc 12, 13s)

Los tres poderes: el religioso, el político y el económico, se unen para atacar a Jesús: El Cordero de Dios. Les envían una comisión para ponerle trampas y hacerlo caer.

 Se acercaron, pues, a él y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?”

Jamás alguien había hablado también de Jesús como lo hacen ellos. Pero no creían en él y menos trataban de ser como Jesús: sincero e íntegro. No tenían fe, ni un corazón limpio y menos una recta intención. Eran subordinados a los poderes del mundo, hacían lo que otros les decían. Otros pensaban y decidían por ellos.

Jesús, notando su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una moneda para que yo la vea”. Se la trajeron y él les preguntó: “¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?” Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados. Mc 12, 13-17

 

Jesús les descubre su hipocresía y su falsedad. Si les dice: páguenle al Cesar, entonces el pueblo y el partido nacionalista que estaba contra los romanos se enojan, y dirán de Jesús que es un vendido. Si dice no lo paguen, entonces los romanos atentaran contra él. Es una verdadera trampa. “Tráiganme una moneda para que yo la vea”. Se la entregan, y les pregunta: “¿De quién es la imagen y el nombre que lleva escrito?” Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué es lo que es del Cesar y qué es lo que es de Dios?

 

Al Cesar le pagan los impuestos para que pueda gobernar con otros y favor de otros, no es solo. Y no es dios, no se arrodillen ante él y no le ofrezcan incienso. De Dios es la conciencia de todo hombre, incluyendo la del Cesar. De Dios es el honor, la Familia y el derecho a educar a los hijos. A Dios el poder, el honor y la gloria. Sus Mandamientos están al servicio del hombre. Humillar, engañar, manipular, ofender y oprimir al hombre es ofensa contra Dios.  

De Dios es nuestra conciencia: la inteligencia, la voluntad y el espíritu, es nuestra alma, en la que Él ha puesto la Ley natural. Esta Ley viene en cuatro palabras que se escuchan en lo más profundo de nuestro corazón, son palabras de Dios: “No hagas cosas malas” Para que no caigas en la esclavitud, no te deshumanices y despersonalices. “Haz cosas buenas” Para que estés unido a Dios y te hagas generoso y así puedas permanecer como “Imagen y semejanza de Dios”. La Escritura dice: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9)

En caso de que no hayan obedecido estas dos palabras, dimos la espalda a Dios y nos vamos a vivir en el país lejano donde se derrochan los dones o la herencia recibida (Lc 15, 11ss) Dios nos da una nueva oportunidad: “Arrepiéntete.” Porque Dios nos ama a pesar de que somos pecadores (Rm 5, 6) El que se arrepiente se convierte, dejando atrás los ídolos para ir a servir al Dios vivo y verdadero (1 de Tes 1, 9) Una cuarta palabra de la Ley natural es el “Alégrate”  Porque hay alegría en el Cielo cuando un pecados se convierte y vuelve a los brazos de Dios (Lc 15, 1ss)

 

No te arrodilles ni ante el oro ni ante el poder, ni ante los ricos ni ante los poderosos. Si tú crees que Jesucristo te amó y se entregó por ti, tú le perteneces. Para Dios eres un ser original, único e irrepetible, responsable, libre y capaz de amar. Recordando siempre las palabras de Jesús: “Si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el agujero” (Mt 15, 14). Qué la luz de la Verdad ilumine nuestra vida para que podamos amar con libertad interior.

Hacer justicia al hombre es algo que le pertenece a Dios. Le hacemos justicia al hombre cuando lo reconocemos como un alguien, como persona que piensa y decide por sí mismo. Cuando lo aceptamos como es, con sus defectos y debilidades, y sus valores y sus virtudes. Le hacemos justicia cuando  lo respetamos de pensamiento, palabra y obra. Cuando compartimos con él nuestros dones y le lavamos los pies, lo que significa ayudarlo a ser lo que debe ser, una persona, digna, valiosa importante y digna.

Le hacemos justicia los demás cuando nos abrimos a un diálogo, amistoso y fraterno, donde hay apertura, acogida y respeto a la dignidad de todos. Le hacemos justicia cuando defendemos la dignidad de los demás, Defendemos la dignidad de los demás contra la manipulación, la agresividad, la calumnia, la mentira, contra toda opresión.  

Donde hay obediencia a Dios y justicia a los hombres, entonces podemos hacer que nuestra fe tenga Obras y nuestro Culto sea agradable a Dios.

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