LA EXPERIENCIA CRISTIANA ES PRESENCIA DE DIOS EN NUESTRO VIDA.

LA EXPERIENCIA RELIGIOSA ES PRESENCIA DE DIOS EN NUESTRO VIDA.

En toda experiencia religiosa Dios tiene la iniciativa. Él nos ama y nos busca por primero (1 de Jn 4, 10) Jesús es el Buen Pastor que nos busca hasta encontrarnos (Lc 15, 4) La experiencia pide y exige dejarse encontrar por Jesús: “Él nos da su Palabra para decirnos: Mi Padre te ama, así como eres, tal vez por la vida que llevas no puedes experimentar su amor.” La experiencia ilumina la mente y toca el corazón, para luego aceptar la conversión que hace reconciliar la inteligencia con la voluntad para distinguir entre el bien y el mal y rechazar el mal y hacer el bien (RM 12, 9)

El Mensaje de Pablo.

“Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso deja sentir Dios su ira sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en todo tipo de bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, denunciadlas” (Ef 5, 6-10).

Dos hombres: el viejo y el nuevo. 

Cristo Jesús ha redimido a los dos, pero uno de ellos ha endurecido el corazón a Dios y ha perdido la moral (Ef 4, 18); el otro en cambio ha creído y ha sido justificado, salvado y santificado. La llamada de Dios nos pide “Despojarse del hombre viejo” (la mentira, el odio y la injusticia) Y “revestirse del hombre nuevo” (de bondad, la verdad y la justicia). Despojarse de tinieblas y revestirse de luz (Ef 4, 22- 23; Rom 13, 12) Muchos son los llamados creyentes que han endurecido el corazón a Dios y su fe está vacía y muerte. No conocen la experiencia de Dios. Escuchemos a Pablo decirnos: “Despierta tú que duermes y levantarte de entre los muertos, y te iluminará Cristo (Ef 5, 14)

La experiencia de Dios empieza con la escucha de la Palabra de Dios y con la ayuda del Espíritu Santo nos lleva a la conversión del corazón. Conversión que nos lleva a confiar, obedecer, amar y seguir a Jesús, el Señor. Experiencia que nos lleva al crecimiento humano y cristiano. Una vida nueva alimentada por la Palabra y la Oración que son para la fe como el aire de los pulmones. Una vida nueva Centrada en la Eucaristía (Hech 2, 42) y enraizada en la Caridad (Ef 3, 17).

Cuatro son los pilares de la experiencia de Dios: La Verdad, el Amor, la Libertad y la Justicia”. El ellas vive la Santidad. ¡Cómo se hace en nosotros la experiencia? Tres palabras: “Ex – peri – encia”: La escucha de la Palabra nos hace de salir de (ex); para ir hacia (peri; realidad (encia). El hombre de fe está proyectado hacía su realidad: Dios, los demás, la naturaleza y uno mismo. Existe para vivir de encuentros para permanecer en la fe, y por lo tanto vivir en la experiencia de Dios. Salir del pecado para vivir para en la Verdad, en el Amor y la Libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1.13) La experiencia religiosa por la comunión con Cristo, es una experiencia orientada hacia Dios siguiendo las huellas de Cristo para romper los muros que dividen a los hombres y guardar los Mandamientos de Dios que se manifiestan en la verdad (1 Jn 2, 3).

La experiencia cristiana se convierte en espiritualidad cristiana, en una vida conducida por el Espíritu Santo de Dios que nos lleva a servir al Dios vivo y verdadero, dejando atrás los ídolos (1 de Tes 1, 9) Nos vamos despojando del traje de tinieblas para revestirnos del Traje de la Luz (Rm 13, 13) La experiencia nos lleva hacer de la Palabra de Dios Norma para nuestra vida. Palabra que nos lleva a ser discípulos de Jesús, a caminar en la Verdad que nos hace libres (Jn 8, 31- 32) Nos hace llevar una vida conducida por el Espíritu Santo que nos hace romper con el pecado para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4) Para llevarnos a Cristo y revestirnos de él. (Rm 13, 14)

Las columnas de la experiencia cristiana.

Las columnas de la experiencia son el Amor y el Servicio. Amor a Cristo, a su Persona, a su Palabra, a su oración ya todo lo que él ama, a su Iglesia por la que dio su vida (Ef 5, 25) Para luego hacer en nosotros el deseo de servir a Cristo y la Iglesia, y desde la Iglesia servir a toda la Humanidad. “Ámame y Sígueme” es lo que Jesús nos va pidiendo a lo largo de la experiencia de su presencia en nuestro corazón. Experiencia que se convierte en una lucha contra el mal. Lucha entre el amor y el ego, entre las virtudes y los vicios; entre el hombre viejo y el hombre Nuevo (Ef 4, 23- 24)

Guardarse de no caer en pecado, (1 de JN 1, 8) guardarse del mundo que ofrece poder, tener y placer.(1 de Jn 2, 15) y guardarse de los falsos profetas (1 de Jn 2, 18) Para poder guardar los Mandamientos y guardar la Palabra  (1 de Jn 2, 3- 5) Ya que la experiencia nos pide vivir de encuentros con Jesús: Con su Palabra, en la Oración, en la Liturgia, en la práctica de la Caridad y con la Comunidad.

La experiencia cristiana se vive en Comunión con otros.

Para formar una Comunidad fraterna, solidaria y servicial, en la que nos preocupamos de los demás. Nos reconciliamos i compartimos lo que tenemos y lo que somos, en una vida en la que nadie se realiza solo, cr4ecemos con otros y vivimos, caminamos, compartiendo el Pan, el tiempo y la casa, tal como lo dice Jesús: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermos y me visitaste, fui forastero y me hospedaste”. (Mt 25, 35) La experiencia nos pide amor y justicia.

La experiencia cristiana es pascual.

Estamos pasando de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la idolatría a la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 13) Nos sumerge en un proceso de conversión, por eso es obra del Espíritu Santo y de nosotros, somos protagonistas de la experiencia. Es el paso del hombre viejo al hombre nuevo; del odio a la amar, de la mentira a la verdad. Verdad que nos libera de todo lo malo para que hagamos el bien. El paso nos habla del cambio de vocabulario, de mente y de sentimientos, abandonando lo malo para ir practicando las virtudes mediante la escucha y obediencia de la Palabra de Dios.

La experiencia se comienza desde el encuentro con Cristo y dura hasta la muerte, hasta el último momento.

  

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