LA EXPERIENCIA DEL
PROFETA ELÍAS EN LA MONTAÑA DE DIOS.
Al llegar al monte
de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El
Señor le dijo: “Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque
el Señor va a pasar”. (1 de Re 19, 11- 12)
Elías
había luchado y había vencido a los 450 profetas de Baal, pero tuvo que huir al
desierto para protegerse de la reina Jezabel que buscaba al profeta para
matarlo como venganza por los falsos profetas que le servían a la reina. Su Meta
era llegar a la Montaña de Dios, monte Horeb. Cuarenta días hasta alcanzar la
Montaña de Dios. Al llegar a la Montaña entró en una cueva y permaneció allí
esperando el Encuentro con Dios. En la cueva encontraba cierta seguridad y protección,
pero Dios le dijo: “Sal fuera, pero, permanece en la Montaña.” Rompe con toda
seguridad, para que puedas poner tu confianza en Mí, dice el Señor. Elías se
queda en la entrada de la cueva esperando la visita de su Dios.
Así lo hizo Elías,
y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las
montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se
produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego
vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se
escuchó el murmullo de una brisa suave. (1 de Re 13ss)
Dios
no estaba en el viento huracanado. No estaba en el terremoto y tampoco estaba
el fuego. El profeta encontró a Dios en una suave brisa. Hoy día nosotros, ¿Dónde
encontramos a Dios? Muchos lo buscan en el Poder, otros en el Tener y muchos
más lo buscan en el Placer. Son los ídolos que nos llevan al pozo de la muerte:
al Individualismo, al Conformismo, al Totalitarismo que vienen del ruido de las
Ideologías que deshumanizan y despersonalizan. A Dios lo encontramos en las
cosas diarias de la vida, en la verdad, en la sinceridad, en la integridad y en
la fidelidad a todo lo que es realmente del hombre, su dignidad y su libertad,
Al oírlo, Elías se
cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva. Entonces oyó
una voz que le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?” Él respondió: “Me consume el
celo por tu honra, Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han
abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus profetas;
sólo quedo yo y me andan buscando para matarme”. (1 de Re 19, )
Me consume el celo
por tu Casa, por tu Ley, mi pueblo ha caído en la Idolatría y me buscan para
matarme. A lo que Dios le responde: El Señor le dijo: “Desanda tu camino hacia
el desierto de Damasco. Ve y unge a Jazael como rey de Siria; a Jehú, hijo de
Nimsí, como rey de Israel; y a Eliseo, hijo de Safat, úngelo como profeta,
sucesor tuyo”. (1 Reyes19, 9. 11-16)
Siria e Israel son enemigos, siendo parte de un solo pueblo
se han dividido, desde la época de Roboam, hijo de Salomón. Damasco y Jerusalén
son sus capitales. Aunque los pueblos se odian Dios los ama y se preocupa por
los dos. Por eso le dice a Elías vuelve a tu Patria para que pongas en práctica
mis planes: “Unge los reyes de los dos pueblos y a Eliseo, tu sucesor.” Regresa
para allá y no tengas miedo, yo estaré contigo para protegerte.”
Dios ha puesto su
mirada en tres hombres fieles a la Ley; fieles a Dios, servidores del
Señor. Elías, padre del profetismo de Israel, es enemigo de la Idolatría, el
pecado del Pueblo que ha ido en busca de sus ídolos: el Poder, el Placer y el Tener,
y ha dado la espalda al Dios vivo y verdadero. Todos los profetas del Señor son
defensores de la Ley, de los 10 Mandamientos y de todo lo que atenta contra la
Verdad que solo puede venir del Señor. Así Isaías defiende el culto a Dios que
ha de ser vivo y verdadero:
Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros.
Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre
llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista,
desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus
derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid,
pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana,
cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana
quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 1, 15- 19).
Jeremías, descendiente divide a la humanidad en
dos: malvados y justos: Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en
hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón. Pues
es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando viniere. Vive en los
sitios quemados del desierto, en saladar inhabitable.
Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su
confianza. Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la
corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje
frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto El corazón
es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce? Yo, Yahveh, exploro el
corazón, pruebo los riñones, para dar a cada cual según su camino, según el
fruto de sus obras. (Jer 17, 6- 10)
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