EN EL MINISTERIO DE JESÚS ESTABA PRESENTE
EL ESPÍRITU SANTO.
Iluminación: El
Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la
Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor. (Lc 4, 18-19)
En la
acción de Jesús está presente el Espíritu Santo que es luz, fuerza y amor en el
Ministerio de Cristo. Sana a un leproso, a un paralitico y llama a Leví:
Y
sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra
que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si
quieres, puedes limpiarme.» (Son las tres acciones de la fe: ir a Jesús,
postrarse ante él y manifestarle su verdad). El extendió la mano, le tocó, y
dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra. Y él le
ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y
haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de
testimonio.» (Lc 5, 12- 14)
El leproso era un ser marginado. Vivía
al margen de la familia y de la sociedad. No podía convivir con los demás. Se
atreve a ir a Jesús, que no lo rehúsa, no le huye, lo acoge, lo escucha y se
deja tocar por él. Extiende su mano, lo toca y lo atrae hacia él con cuerdas de
ternura y con lazos de misericordia, y le die su Palabra sanadora y liberadora:
“Quiero, queda limpio”. Y la lepra desapareció.
Su fama
se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios,
donde oraba.(Lc 5, 15- 16) Se retiraba para orar con Dios porque sabía que el
corazón del hombre es torcido y duro (Jer 17, 9) Jesús sabía que su Palabra no
entraba en lo antiguo. No se puede poner
un parche nuevo a un vestido viejo (Mc
2, 21) No se puede echar vino nuevo, en corazones viejos (Mc 2, 22) Para
Jesús de nada sirve ponerle un parche a lo viejo, hay que nacer de nuevo, de
los Alto, de Dios. (Jn 3, 1- 5)
Hoy la lepra es el pecado: Que embota
la mente, endurece el corazón, atrofia nuestro ser hasta el desenfreno de las
pasiones (Ef 4, 17-18) Hablamos de los siete pecados capitales, de los vicios,
de todo lo que pertenece al hombre viejo (Ef 4, 23) Pablo dice: pudiendo hacer
el bien no puedo, siempre hago lo que no quiero, y lo que quiero no lo hago, me
siento como vendido al poder del pecado (Rm 7, 18- 20) Sólo Dios en Cristo
puede darnos vida en abundancia perdonar nuestros pecados y lavar nuestros
corazones de los pecados que llevan a la muerte (Hb 9, 14) Para entonces,
libres de la lepra, poder vivir en comunión con los demás, reconciliaros con
ellos y compartir con todos.
Jesús se encuentra con sus enemigos: Un día
que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que
habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder
del Señor le hacía obrar curaciones. (Lc 5, 17) Estos señores no creían en
Jesús y buscaban razones para ponerlo a prueba y tener de que acusarlo. Hacen
presencia desde el principio del Ministerio de Jesús, hasta su muerte a la que es
llevado por ellos.
Todo es posible para el que crea: En
esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de
introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde
meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla
a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús
la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» Los escribas
y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les
dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir:
"Tus pecados te quedan perdonados", o decir: "Levántate y
anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra
poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: "A ti te digo,
levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".» Y al instante, levantándose
delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando
a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de
temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.» (Lc 5, 18 -26)
Por tu fe tus pecados son perdonados. Primero
sana el corazón, la Casa de Dios, primero el Reino después viene la añadidura
(Mt 6, 34) Se escucha el grito Fariseo: Es una blasfema, solo Dios perdona:
¿Quién se cree ser este? No saben lo que sucedió en el río Jordán, que Cristo
fue Ungido con el Espíritu Santo para proclamar la Buena Noticia, para perdonar
los pecados y para sanar a los corazones. «¿Qué estáis pensando en vuestros
corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan
perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis
que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al
paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu
casa".» El primer milagro fue por la fe, el segundo por la incredulidad de
los fariseos y escribas, y sobre todo por la misericordia de Jesús. Mientras
unos se admiraban y daban gloria a Dios por lo que habían visto, otros, se
llenaban de rabia, y buscaban como acusar a Jesús.
Jesús llama a Leví y da una enseñanza a
todos.
Después
de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de
impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví
le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y
de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas
murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con los
publicanos y pecadores?» Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que
están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a
justos, sino a pecadores.» (Lc 5, 28- 32)
De
publicano pasa a ser apóstol de Jesús. Una palabra basta: Sígueme, él dejándolo
todo se levantó, deja su trabajo y lo sigue. Luego ofrece una gran comida para
despedirse de sus amigos de su antiguo trabajo. A la comida asisten Jesús y sus
discípulos. Que se sentaron a la mesa con publicaos y con pecadores, todos
ellos eran impuros, paganos e idolatras, lo que escandaliza a los fariseos y a
los escribas que murmuran diciendo: «¿Por qué coméis y bebéis con los
publicanos y pecadores?» ¿Qué clase de Maestro y de Profeta es ese Jesús? ¿Por
qué rompe nuestras tradiciones? Está violando la Ley de Moisés. Es un falso
profeta. Jesus les responde: «No necesitan médico los que están sanos, sino los
que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»
Jesús
se sienta a la mesa con los pecadores, publicanos y prostitutas, para darnos
una enseñanza, una parábola: Que todos ellos son invitados a sentarse a la mesa
con el Padre celestial. Jesús enseño con parábolas, pero, su misma vida es una
parábola. Se hace amigo de pecadores, para luego, ayudarles hacerse amigos de
Dios. Jesús está trabajando en la implantación del Reino de Dios en el corazón
de los hombres pecadores a los que Dios ama incansablemente e
incondicionalmente. Lucas al final de la vida de Jesús pone en sus labios estas
palabras: “Perdónales Padre porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)
Leví, pasa de un publicano a
ser un discípulo de Cristo, a uno de los doce apóstoles, a un enviado a
predicar el Evangelio. De cobrador de impuestos a ser un pilar de la Iglesia
para que continue la Obra de Jesús.
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