EL ESPÍRITU SANTO ES NUESTRO CONDUCTOR

 

EL ESPÍRITU SANTO ES NUESTRO CONDUCTOR

Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días»… sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra (Hch 1, 4-5. 8)

¿Qué hacer para recibir al Espíritu Santo en nuestra vida? Lo primero es creer en Jesús, el primer Paráclito. Para apropiarnos de los frutos de la redención: el Perdón, la Paz, la Resurrección y el Espíritu Santo, y ser así, “Hombres Nuevos” con un Cristo vivo en nuestro corazón (Ef 3, 17) Jesús no entra en nuestro corazón con sus manos vacías, lleva con Él, el don del Espíritu Santo y el Perdón de nuestros pecados.

Hablamos del mismo Espíritu Santo que estaba y actúa actuaba en Jesús: Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» (Lc 4, 16- 20)

Se trata del Espíritu del Señor del que habló el profeta Isaías: “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh.” (Is 11, 2) Los siete dones del Espíritu Santo que Jesucristo infunde en las potencias del alma que está en Gracia de Dios. San Pablo nos dice que “el salario del pecado es la muerte, pero que Dios nos da la vida en Cristo Jesús” (Rm 6, 23) Somos justificados por la fe en Jesucristo, recibimos la Fe, la Esperanza y la Caridad, juntamente con el Espíritu Santo que Dios nos ha dado (Rm 5, 5) Por la presencia del Espíritu Santo somos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu, y por ende hijos e hijas de la Iglesia “Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.” (1 de Cor 12, 13).

Pedir al Espíritu Santo: Pedir con Fe al Espíritu de Jesucristo resucitado que venga a nuestros corazones, “Ven Espíritu Santo a nuestros corazones, ilumínanos, condúcenos y transfórmanos. Haz de nosotros una nueva Creación, para que nuestra vida sea un regalo de Dios para los hombres.”

Abre nuestra inteligencia para que la Palabra de Dios sea Pan de vida ´para nosotros. Sé Luz  en nuestro caminar para que podamos comprender los misterios de Dios. Y Podamos decir con Cristo: “Tú eres el Hijo de Dios, el Cristo” (Mt 16, 18)

Recibir al Espíritu Santo: “Aceptar la voluntad de Dios” “Qué nos amemos unos a los otros”. Al recibir al Espíritu Santo recibimos el Amor del Padre y del Hijo. Donde hay Amor ahí está Dios con sus dones del Espíritu Santo. En su Casa el Espíritu Santo se mueve a sus anchas.

Escuchar al Espíritu Santo. Sus palabras nos animan, nos motivan, nos consuelan, nos liberan, nos enseñan, nos salvan y nos corrigen. Sus palabras son Luz en nuestro camino. Escuchemos a Pablo decirnos lo que el Espíritu Santo le decía: “Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí. Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.” (2 de Cor 12, 6- 9)

La presencia de Cristo en nuestros corazones nos deja Luz, Poder, Vigor, Fuerza y Amor. Con el don de la Fortaleza podemos vencer el mal y hacer el bien (Rm 12. 9. 21) Podemos servir al Señor llueva o truene, haga sol y calor, frío o haya tentaciones, todo lo ponemos en las manos de Dios, Él es nuestra confianza y nuestra Fuerza. (Flp 4, 13) La virtud de la Fortaleza nos lleva a la Santidad, a la Ciencia y al Amor,

Obedecer al Espíritu Santo nos lleva a escuchar y a obedecer la Palabra de Dios (Mt 7 24) Segur sus mociones y dejarnos conducir por Él. Siempre nos llevará a Cristo a reproducir su Imagen para amarlo y seguirlo. Nunca nos llevará al pecado: “En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre. El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.” (Rm 8, 14- 17)

Para estar seguros de que el Espíritu de Dios no es de miedo y de esclavitud, sino de Fortaleza, Amor y Domino propio (2 de Tim 1, 6) A Dios no le tengamos miedo, Él es un Padre misericordioso y nos ama incansablemente. Tengamos miedo a caer o a morir en pecado mortal. Para eso Jesús y el Espíritu Santo nos dicen: “Permanezcan en mi Amor” O con Palabras de Pablo: “No se bajen de las Cruz” (cf Gál 5, 24)

 

¿Cómo podemos vivir en comunión con Dios y con la Comunidad fraterna? Dejemos que el Espíritu Santo actúe en nuestra vida el don de la Piedad: “Vivir el comunión con Dios y con los demás”. Lo que implica dejarnos conducir por el divina Espíritu para saborear sus frutos: “En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. “ (Gál 5, 23- 24).

 

Defendamos la Obra del Espíritu Santo: Hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo se salve. ¿Cómo hacerlo? Dando Testimonio de Cristo: “Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» (Hch 1, 8) Cuando el Espíritu Santo trabaja en nuestra vida, entonces podemos ser una ofrenda vida, santa y agradable al Señor que ese sea nuestro culto: hacer la voluntad de Dios. (R, 12, 1-)


Nunca olvidemos que él Espíritu Santo está con nosotros en nustro cotazón desde  nuestro bautismo, alimentemosle para que está activo y puedta realiza su Ora en favor de todos. ¿Címo lo podemos alimetar? Con nuestra oración íntima, cálida y extensa. Cin nuestros sacraentos bien celebrados, dando testimonio de Cristo caminando con Él siguiendo sus huellas, negandose a sí mismo, cargando su Cruz, amandolo y siguendol.  

 

Nunca olvidemos que el Espíritu Santo es la Casa del Amor fraterno donde Él vive a sus anchas. Él es el alma de la Comunidad fraterna, solidaria y servicial, la Iglesia, sin el Espíritu Santo no podemos hacer algo bueno e útil para la gloria de Dios y para el bien de toda la Iglesia.

 

 

 





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