DEJARLO TODO POR SEGUIR A CRISTO.

 

DEJARLO TODO POR SEGUIR A CRISTO.

 

Como hijos obedientes, no vivan conforme a las pasiones que tenían antes, en el tiempo de su ignorancia. Al contrario, así como es santo el que los llamó, sean también ustedes santos en toda su conducta, pues la Escritura dice: Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo.  (1 de Pe 1, 15- 16)

En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte''. (Mc 10, 28) ¿Qué dejó Pedro y los otros Apóstoles? Dejaron sus casas, sus familias, sus bienes, sus proyectos. Pedro dejó una suegra vieja y enferma, unas redes viejas y remendadas y la sinagoga de la que le echaron fuera. Pero hay algo que dejaron por Cristo: El Judaísmo, la esclavitud de la Ley mosaica y sus vicios.

Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros". (Mc 10, 28-31)

Jesús asegura tres cosas: el ciento por uno en todo, persecuciones con luchas y vida eterna. Lo que Jesús promete es para todos los que acepten ser sus discípulos, por escuchar y obedecer su Palabra, por la decisión de pertenecer a Cristo y a la misma vez, aceptar pertenecer a los Doce, a la Comunidad de Jesús. Una Comunidad fraterna, solidaria, servicial y misionera.

La entrega ha de ser total y no a medias porque entonces resultaría en tibieza: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 15- 16) La tibieza es el resultado de mezclar la luz con las tinieblas. Mateo nos lo recuerda al decirnos: “No todo el que me dice señor, señor, entra en la casa de mi Padre (Mt 7, 21) «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. «Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. (Mt 12, 30- 31)

Juan en su primera carta nos habla de la espiritualidad cristiana:

“Romper con el pecado” (1 de Jn 1, 8) Guardar los Mandamientos (1 de Jn 2, 3) Guardarse del mundo (1 de Jn 2, 15) y guardarse de los falsos profetas (1 de Jn 2, 18) El mundo es el sistema y  los adoctrinamientos que rechazan a Cristo, a su Mensaje y a su Obra. Para ofrecer su poder, su placer y su tener. La lucha es contra el mundo, el maligno y la carne. La carne hace referencia al hombre viejo, padre del Ego y de todos sus vicios. Todo el que cree en Jesús, le pertenece, lo ama y lo sirve, es un Hombre nuevo en camino de revestirse de Justicia y Santidad.

Los Apóstoles después de Pentecostés comprenden las Palabras de Jesús: Recibiréis fuerza y poder de lo Alto para dar testimonio de mí hasta los confines de la tierra (Hch 2, 8) Cuando se recibe la Gracia de Dios, comienza la lucha que viene de fuera y de dentro. Hay persecuciones que vienen de la envidia, de la codicia, la mentira, de la hipocresía y de la maledicencia (1 de Pe 2, 1) Las persecuciones o las pruebas que llegan por ser de Cristo son manifestaciones de que estamos siguiendo a Cristo, Escuchemos a Santiago decirnos: “Considerad como una gran alegría, hermanos míos, estar rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la cualidad probada por ti produce paciencia en el sufrimiento, pero la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e intactos sin renunciar a nada de lo que queréis. (Snt 1, 2- 4) La lucha es entre el Bien y el Mal; entre el Amor y el Ego, entre las Virtudes y los Vicios. Escuchemos la Palabra de Dios para recibir la Luz que ilumina nuestro camino:

Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. (2 de Tim 2, 22- 23)

Más el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis. ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1 de Cor 6, 17- 29)

Porque su divino poder nos ha concedido en cuanto a vida y piedad, mediante el perfecto conocimiento de aquel que nos ha llamado para su propia gloria y virtud, por medio de las cuales se nos han concedido preciosas y sublimes promesas, para que por ellas los seáis partícipes de la naturaleza divina, realizando la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Por eso mismo puso el mayor esfuerzo en hacer avanzar su virtud, su conocimiento, al conocimiento del tiempo, al tiempo de la tenacidad, a la tenacidad de la piedad,  a la piedad y al amor fraterno, al amor fraterno y a la caridad. Si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no quedarán inactivas ni estériles para el perfecto conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2 de Pe 1, 3- 8)

La lucha es entre el Pecado y la Gracia, por eso hay que romper contra el pecado para participar de la naturaleza divina por la comunión con Cristo y participar de sus Promesas. Él cumple lo que ha prometido: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos” (Mt 28, 20) Está con nosotros en las buenas y en las malas. Cuando rechazamos el mal y cuando nos proponemos hacer el bien. Está con nosotros porque nos ama y está en nuestra esquina para guiarnos y conducirnos: “No hagas cosas malas, haz cosas buenas, si fallamos nos dice arrepiéntete, y alégrate si has obedecido las otras tres palabras” Palabras que estás escritas en nuestro corazón como Ley interior. La victoria en Cristo nos lleva a la Unidad, al Amor, a la Verdad a la Santidad y a la Libertad.

“Vengan benditos de mi Padre a pasar la eternidad conmigo”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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