AL
VENCEDOOR SE SENTARÁ CONMIGO EN MI TRONO
Al
Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y
veraz, el Principio de la creación de Dios. (Apoc 3, 14)
“Conozco tu conducta: no eres ni frío
ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio,
y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.” (Apoc 3, 15- 16)
“Para Dios somos transparentes, nada podemos
ocultarle, como tampoco podemos presumir lo que hacemos”. ¡Ojalá fueras frí0 o
caliente¡ Pero no eres ni una cosa ni la otra, sino tibio, porque haces cosas
buenas y haces también cosas malas: eres tibio, tu fe está en decadencia, por
eso voy a vomitarte de mi boca.
No hay lugar para la presunción, ni
para creerse mejor que los demás. Ni para sentirse superior a los otros. Dios
nos conoce hasta los huesos, nada podemos ocultarle, y a lo malo le llama malo
y a lo bueno, le llama bueno no hay lugar para la hipocresía. Ni para las
palabras bonitas y elegantes, por eso nos dice:
“Tú dices: «Soy rico; me he
enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado,
digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro
acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te
cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio
para que te des en los ojos y recobres la vista.” (Apoc 3, 17ss)
Eres digno de compasión: eres pobre,
sin la gracia de Dios, ciego, no sigues a Cristo habitas en las tinieblas y
desnudo, desprovisto de los dones y de las virtudes de Cristo. Te has
enriquecido con bienes materiales, crees que nada te falta, el dinero es tu
Señor. Y no se puede servir a Dios y al dinero (Lc 6, 46) Dos cosas te
aconsejo: que vayas al horno del sufrimiento, para que seas probado por el
fuego. Y te laves los ojos con el colirio de mi Palabra para que recubras la
vista, y puedas vivir una vida consagrada a mí.
“Yo a los que amo, los reprendo y
corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
con él y él conmigo.” (Apoc 3, 19- 20)
Yo a los que amo los reprendo y los
corrijo con sabiduría, con entendimiento, con prudencia, con amor y con
disciplina. Vuélvete a mí con fervor; con un corazón arrepentido; ven a mí y
traedme tu carga para que tus pecados sean perdonados y recibas el Espíritu
Santo y puedas permanecer en mi Voluntad, en mi Palabra (Mt 11, 28-29; Jn 15,
4- 7) Escúchala y obedécela para que construir tu casa sobre Roca, sobre Cristo
(1 de Cor 3, 11) “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me
ha dicho. (Jn 15, 14- 17)
Con
Cristo seamos vencedores.
“Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y
me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo el Espíritu dice
a las Iglesias.” (Apoc 3, 21- 22)
El vencedor está sentado a la Mesa del
Señor, comiendo del Árbol de la vida que está en el Paraíso de Cristo. (Apoc 2,
7) El trono de Cristo es la Cruz, desde donde le damos muerte al pecado y
vivimos para Dios (Gál 5, 24)
El Mensaje es para todos, hombres y
mujeres, pobres y ricos, judíos y gentiles, buenos y malos… (Col 3, 11) Por que
el espíritu llama a la Iglesias. A todos nos llama a la conversión. Por eso
recordemos a san Mateo decirnos: «No todo el que me diga: "Señor,
Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi
Padre celestial. Muchos
me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces
les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"
(Mt 7, 21- 23)
Lo anterior es para los religiosos,
para los servidores de la Iglesia. Arrepiéntanse para que sus pecados sean
perdonados y puedan ser hijos de Dios y
hermanos unos de los otros, con amor y servicio.
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