LA RESURRECCIÓN ES LA ESPERANZA MESIÁNICA.

 

LA RESURRECCIÓN ES LA ESPERANZA MESIÁNICA.

 

“Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.” (Ez 37, 12)

 

La Esperanza Mesiánica tiene dos columnas que la sostienen: La Promesa y el Acontecimiento,

La Promesa: Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Os salvaré de todas vuestras impurezas, llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré más al hambre. (Ez 36, 24- 29)

 

El Acontecimiento: Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gál 4, 4- 6)

 

¿Qué hace Dios para realizar la Nueva Alianza prometida? San Juan nos da la respuesta: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3, 16- 17) Para  Juan Jesús es el Codero de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1, 29) Porque se ofreció a sí mismo como hostia viva, santa y agradable a Dios por nuestra salvación. (cf Jn 10, 18) Con su Muerte y con su Resurrección ha sellado la Nueva Alianza. Entramos en la Nueva Alianza por la Fe y el Bautismo para incorpotarnos a la muerte y a la resurrección de Cristo (Rm 6, 4- 5;Gál 3, 26)

 

Escuchemos a Pablo decirnos con toda verdad: “Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado.  Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad.” (1 de Cor 5, 7- 8) En el Bautismo nacemos en la Nueva Alianza que perdona nuestros pecados, morimos con Cristo, resucitamos con Él y recibimos el Espíritu Santo. Somos hijos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo y templos vivos del Espíritu Santo. Y, ¿ahora qué? San Pedro nos da la respuesta: Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (1 de Pe 2, 2- 5)

 

¿Cuáles son los medios para el crecimiento? Jesucristo dio a la Iglesia la Palabra, el Espíritu Santo y los Sacramentos (Jn 20, 20- 23) Con el Espíritu Santo nos da la Oración tal como lo pide en el Padre Nuestro: “Santificado se tu Nombre, Venga a nosotros tu Reino y Hágase la Voluntad de Dios” (Mt 6, 9) En la escucha y obediencia de la Palabra nos hacemos fuertes en la fe para crecer en las virtudes que son vigor y fuerza de Dios que actúan en nuestro interior para vencer el mal. Cada vez que hacemos el bien estamos resucitando con Cristo nuestra Esperanza se despliega hacia la Caridad y nos revestimos de Cristo (Rm 13, 14)

 

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!. El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. (1 de Jn 3, 1- 3) La esperanza vine de la fe, de un corazón pobre, humilde y sencillo que se ha lavado en la sangre de Cristo (Heb 9, 14) Nace de la fe y crece hacia la Caridad. De las tres la más grande es la Caridad, pero la más importante es la Esperanza. Donde hay Esperanza hay Resurrección, hay Vida eterna.

 

¿Cómo mantener las tres virtudes unidas? Pablo nos dice: Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. (2 de Tim 2, 22- 23)

 

Pedro nos dice: Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo .Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados. (2 de Pe 1, 5- 9)

 

Jesús nos recomienda dos cosas el servicio y el amor: Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)

 

Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. (Jn 13, 13- 15) Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.  En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Jn 13, 34- 35)

 

 La Unidad de las tres virtudes nos garantizan una vida en santidad, tal como lo dice el apóstol Pablo: Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. (1 de Tes 4, 3- 7).

 

Sólo así podemos llevar una vida resucitada como la de Jesús.

 

 

 

 

 

 

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