LA CONVERSIÓN CRISTIANA ES PASAR DEL YO AL NOSOTROS Y DE LO MÍO A LO NUESTRO.

 

LA CONVERSIÓN CRISTIANA ES PASAR DEL YO AL NOSOTROS Y DE LO MÍO A LO NUESTRO.

Es pasar del hombre viejo al hombre nuevo y pasar a la Comunidad de Jesús: “Dónde dos o tres se reúnen en mi Nombre, Yo estoy en medio de ustedes” (Mt 18, 20) El peor enemigo de la salvación es el “individualismo” que reza: “Estando yo bien, los demás me vale”. No hay preocupación, no hay interés por los demás. Se cae en las manos de la avaricia y de la codicia, al servicio del poder, del tener y del placer, sin vida y sin salvación. 

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su mano. (Mc 3, 1- 5)

La mano seca, paralizada no abrazada, no compartía, no ayudaba, estaba vacía de amor y de los valores del Reino. Jesús lo pone en medio de la asamblea y luego pregunta: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Jesús no encuentra respuesta, y con enopjo y compasión, le ordena al enfermo: Extiende tu mano, y quedo restablecida ahora puede trabajar, puede servir y compartir su vida con su familia y con su comunidad.

 

Con el servicio el hombre vence el poder, con el compartir vence el tener y con la renuncia y el sacrificio vence el placer, las deseos desordenados de la carne (Mt 20, 25- 28; Jn 13, 34; Lc 9, 23) Ahora puede rechazar el mal y puede hacer el bien (Rm 12, 9) Y con el bien vencer al mal (Rom 12, 21) Lo que significa despojarse de las tinieblas y revestirse de la luz (Rm, 13, 13) Revestirse de Jesucristo, el Hombre Nuevo (Ef 4, 24).

Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»

Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."» (Mc 2, 1- 11)

 

El hombre fue llevado por cuatro varones que le ayudaron, sin ellos no hubiera recibido el milagro de levantarse caminar y hacer responsable: Levántate, ya no te arrastres, hazte responsable de ti mismo, de tu familia y de la comunidad, ahora puedes ayudar con tus manos a los necesitados, eres un regalo para todos (Ef 4 28)

 

¿Símbolos o milagros? Jesús tenía poder para todo eso y más: Podía hacer milagros y dar su Palabra. Levantar a los caídos, hacer hablar a los mudos, hacer oír a los sordos, resucitar a los muertos y dar de comer a las multitudes: Sus milagros son también enseñanzas, están llenos de símbolos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: "¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?" Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan". Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "Díganle a la gente que se siente". En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

 

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien". Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.

Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: "Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo". Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo. (Jn 6, 1- 15)

Para muchos este es un símbolo, no es un milagro, para otros es un verdadero milagro. Cómo símbolo hizo que todos compartieran lo que tenían, es la solidaridad y la caridad. Jesús los sacó del yo y los convierte en nosotros, de lo mío a lo nuestro, los saca del individualismo y los hace ser una Comunidad donde todo es para todos, que nadie pase necesidades. ¿No es este un verdadero milagro? ¿Hacernos personas y mejores personas? ¿Sacarnos del egoísmo y llevarnos a la caridad? Nuestra vida se convierte en dos: antes del encuentro con Jesús éramos tinieblas, después del encuentro con Jesús somos luz y los frutos de la luz son la verdad, la bondad y la justicia (Ef 5, 7-9) La humildad, la mansedumbre y la misericordia (Col 3, 12)

Como milagro la multiplicación de los panes hace referencia a la Eucaristía: “Lo reconocieron al partir el pan” (Lc 24, 30- 31) Para Jesús partir el pan es darse, es entregarse, es inmolarse y sacrificarse en la presencia de Dios, por eso nos invita hacer lo mismo que él ha hecho: Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» (1 de Cor 11, 23- 24)

 

Jesús nos invita a participar a los demás de nuestros dones que Dios ha dado para nuestra realización y para la realización de los demás. No seamos mezquinos, seamos generosos y misericordiosos como él ha sido con nosotros. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 34- 36)

 

¿Porqué hay tanta hambre entre la gente? ¿Por qué muchos se mueren de hambre?  Jesús después que le dio de comer al gentío le dice a sus discípulos: Recojan lo sobrante: 12 Canastos, lo que significa que Dios es muy generoso que nos da de más. No quemes tu comida, no la tires, ni tu ropa, ni tus medicinas: No hagas fiestas con dinero prestado, no gastes en lujos innecesarios, esto es un fraude. Acuérdate de los más pobres y comparte con ellos. No basta con que reces o hagas cosas buenas, más bien rechaza el mal y haz el bien, esta es la voluntad de Dios. Y comparte tus dones con los demás.

 

En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3- 5) El que se aísla no se realiza, hay que tener una comunidad para que en ella, amando y sirviendo hagamos la voluntad de Dios: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt 18, 20)

 

La gente tenía un Mesías triunfalista que les hiciera todo para ellos. Todo hecho, Jesús los dejó y se aleja de ellos, que no nos pase lo mismo, aférrate a Cristo “Extiende tu mano de tu mesa a la puerta” No hagas lo del rico Epulón. Para no ser rechazado por Dios.

 

 

 

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