EL KERIGMA ES EL FUNDAMENTO DE LA
COMUNIDAD PRIMITIVA
En aquellos días, los guardias
condujeron a los apóstoles ante el sanedrín, y el sumo sacerdote los reprendió,
diciéndoles: “Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo,
ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos
responsables de la sangre de ese hombre”.
Pedro y los otros apóstoles
replicaron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de
nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de
la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y Salvador, para dar a
Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos
testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los
que lo obedecen”. Esta respuesta los exasperó y decidieron matarlos. (Hch 5,
27-33)
¿Qué tenemos que hacer para apropiarnos
de los frutos de la redención de Jesús?
Creer y aceptar el Kerigma, el primer
anuncio de los Apóstoles. Con tres palabras lo podemos entender: Jesús murió,
Jesús resucitó y Jesús es Señor. Es la respuesta de los Apóstoles al Sanedrín y
al sumo sacerdote: “Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo,
ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos
responsables de la sangre de ese hombre”. La respuesta llena de valentía y de
la fuerza del Espíritu Santo la dirige Pedro: “Primero hay que obedecer a Dios
y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien
ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha
hecho jefe y Salvador,
Dios quiere salvar a todos los hombres y lo primero
que nos da es su Palabra, luego los Sacramentos. Al oír esto, dijeron con el
corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer,
hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor
Dios nuestro.» (Hch 2, 37- 39)
Los
hombres del Sanedrín y los sacerdotes, le endurecieron el corazón a Dios y
rechazaron su Palabra: no creyeron, y frente a la respuesta de los Apóstoles decidieron
darles muerte al igual que a Jesús. Tienen al igual que Jesús, el mismo destino:
ser perseguidos y martirizados.
Creer y
bautizarse para que se llenen y revistan de Jesús con su Palabra y Sacramento,
los dos denarios que Jesús da su Iglesia para que realice la salvación de los
hombres. Los dos están incluidos en el Kerigma: conviértanse y bautícense para
que sus pecados sean perdonados y reciban el Espíritu Santo. Esto es ser “justificados
por la fe” (Rm 5, 1- 5)
El Kerigma
ha de ser proclamado de una manera sencilla, pero precisa. Contiene algunos
temas que se han de proclamar. El primero es
“El amor de Dios” Dios nos ama a todos de una manera incondicional. Por
amor nos eligió en Cristo para estar en su presencia santos e inmaculados en el
amor (Ef 1, 4) El segundo tema es el pecado. Todos somos pecadores necesitados
de la Gracia de Dios, el pecado esclaviza y nos paga con la muerte (Rm 6, 23)
El tercer tema es Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre para
salvarnos. (Jn 3, 16) Jesús nos dio su
Palabra, nos hizo milagros y exorcismos, al final de su vida murió para el
perdón de nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna (Rm 4, 25) Es
nuestro Salvador, nuestro Maestro y es nuestro Señor.
El cuarto
tema es la “fe y la conversión” (Mt 4, 17) como respuesta a la Obra redentora
de Jesús. Aceptarlo que nos amó y se entregó por nosotros y aceptarlo como
nuestro Salvador que murió y resucitó por nosotros. El quinto tema es el “Señorío
de Cristo” para destruir nuestros ídolos
y sanar nuestro casa para poder amar y servir al Señor. El sexto tema es el
Espíritu Santo que actualiza la Obra redentora d Cristo en nuestra vida,
conduce nuestra vida para que vivamos como hijos de Dios (Rm 8, 14) el séptimo tema
es la Comunidad. Aprender a vivir el Nuevo Camino: “Donde dos o tres se reúnen en
mi Nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 20) Aprender a vivir en
Comunidad para poder intercambiar nuestros dones y amar y servir como Jesús.
Después
del Kerigma sigue la Catequesis en la que encontramos las columnas de la
Comunidad: Acudían asiduamente a la enseñanza de
los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
(Hch 2, 42) El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles
realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y
tenían todo en común;vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio
entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días
con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y
tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y
gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la
comunidad a los que se habían de salvar. (Hch 2, 42- 47)
Después de
la Catequesis siguió el servicio a las
mesas: Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los
helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la
asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y
dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir
a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de
buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de
este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio
de la Palabra.» Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a
Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a
Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los
presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las
manos. La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó
considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban
aceptando la fe. (Hch 6, 1- 7)
El
Kerigma, la Catequesis y el Servicio a las mesas son el fundamento de la
pastoral de la Iglesia primitiva. Y debe ser el mismo fundamento de la pastoral
de la Iglesia actual. El católico que no ha recibido el Kerigma, más tarde o
más temprano se cansa, se aburre y deja el servicio.
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