LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN CONFORMAN LA
PASCUA DE JESUCRISTO FUENTE DE TODA SALVACIÓN
Introducción: “Sed para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo, y
os he separado de entre los pueblos para que seáis míos”. (Lv 20, 26)
Llamados
a pertenecer a Jesucristo por la obediencia de la fe que es purificada por
medio de las pruebas, tal como lo dice el Apóstol Pedro: Por lo cual rebosáis
de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con
diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa
que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de
alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. (1 de Pr 1, 6-
7) Ya en el Antiguo Testamento se nos habla del sentido de las pruebas:
Recordad
que Dios ha querido probarnos como a nuestros padres. Recordad lo que hizo con
Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob. Como
les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos
hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para
amonestarnos. (Jdt 8, 21b-23) “Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé,
pues, ferviente y arrepiéntete”. (Apoc 3, 19) El apóstol Pablo nos señala el
camino de la fe.
Llamados a pertenecer a Jesucristo, amados
por Dios y llamados a ser santos
Pablo,
siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de
Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras
Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de
entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro, por quien recibimos la gracia y el
apostolado, para predicar la obediencia de la fe a gloria de su nombre entre
todos los gentiles, entre los cuales os contáis también vosotros, llamados de
Jesucristo, a todos los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación,
a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
(Rm 1, 1- 7)
La
fe nos pide creer que Dios es Padre, Amor, Perdón y Libertad. No es un Dios
rigorista, ni legaliza ni perfeccionista. Creer en Dios consiste en practicar
la Justicia, obedecerlo, amarlo y servirlo: “Tú, Dios nuestro, eres bueno, leal
y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. La perfecta justicia
consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad.
(Sb 15, 1. 3) La inmortalidad hace referencia a la Resurrección de Jesucristo,
por su Resurrección somos la Nueva Creación (2 de Cor 5, 17) Somos hijos de Dios,
hermanos y santos en el Señor. Llamados a participar de la Vida Eterna.
“Bendito
todo el que confía en el Señor” (Jer 17, 7) Y el que confía en él, lo invoca y
aclama a Él: Hijos, clamad al Señor: él os librará de la tiranía y de la mano
de vuestros enemigos. Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha
venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte
del Eterno, vuestro Salvador. (Ba 4, 21b-22) Nuestros enemigos ya no son
Egipto, Asiria o Roma, nuestros enemigos son ahora los pecados y sus aliados:
el Mundo, Maligno y Carne (cf Ef 2, 1- 3) Somos rescatados del pozo de la
muerte, de las tinieblas, de la esclavitud y de la aridez, por la muerte y resurrección
de Jesucristo (Col 1, 13- 14), y en virtud de su sangre nuestros pecados son
perdonados (Ef 1, 7) Y por la acción del Espíritu Santo somos purificados y
santificados (Heb 9, 14).
Pero
no nos conformemos con decir que somos creyentes y que conocemos a Dios, hay
que poner en práctica su Palabra, tal como lo dice Santiago: Poned por obra la
Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque
si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al
que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero, en yéndose, se olvida
de cómo es. (Snt 1, 22- 24) Y el apóstol san Juan nos dice lo mismo: En esto
sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en
él, debe vivir como vivió él. (1 de Jn 2, 3- 6)
Donde hay amor hay santidad.
Que
el Señor os haga aumentar y rebosar en amor de unos con otros y con todos, así
como os amamos nosotros, para que conservéis vuestros corazones intachables en
santidad ante Dios, Padre nuestro, cuando venga nuestro Señor Jesucristo con
todos sus santos. (1Ts 3, 12-13)
Volvamos
a la carta de Santiago: En cambio el que
considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no
como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será
feliz. Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que
engaña a su propio corazón, su religión es vana. La religión pura e intachable
ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su
tribulación y conservarse incontaminado del mundo. (Snt 1, 25- 27)
Aunque
hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy
como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía,
y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de
fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque
repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo
caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no
es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su
interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia;
se alegra con la verdad. (1 de Cor 13, 1- 6)
El
Amor es inseparable de la Verdad y de la Vida, y es la Madre de todas las Virtudes,
sin las cuales no hay Santidad. Donde hay Amor hay esfuerzos, renuncias y
sacrificios, es decir, hay una Cruz, sin la cual no hay Resurrección.
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