VIVIR
COMO HIJOS DE DIOS Y COMO HERMANOS DE LOS OTROS.
Por
la fe somos hijos de Dios y hermanos de los otros, pero la fe es, la respuesta
que damos a la Palabra de Dios. La fe es confianza y obediencia a Dios, es
amor, donación y entrega a los demás. Podemos entonces hablar de algunas
condiciones para vivir como hijos de Dios:
La
primera condición es romper con el pecado.
Pero,
alguien podrá decir: Yo no tengo pecado. Y la Escritura nos responde: Si
decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos
mentiroso y su Palabra no está en nosotros.(1 de Jn 1, 8- 10)
La
Palabra nos sigue diciendo: Todo el que comete pecado comete también la
iniquidad, pues el pecado es la iniquidad. Y sabéis que él se manifestó para
quitar los pecados y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él, no peca.
Todo el que peca, no le ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie os engañe.
Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es
del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se
manifestó para deshacer las obras del Diablo. Todo el que ha nacido de Dios no
comete pecado porque su germen permanece en él; y no puede pecar porque ha
nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo:
todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su
hermano. (1 de Jn 3, 3- 10)
Segunda
condición: Guardar los mandamientos sobre todo el de la caridad.
Puede
haber alguien que dice yo conozco y amo a Dios, pero no guarda los
mandamientos, y Dios nos responde: “En
esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice:
«Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no
está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha
llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él”. (1 de Jn 2, 3- 5)
Los
mandamientos son muy importantes para la fe bíblica: Pues este es el mensaje
que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín,
que, siendo del Maligno, mató a su hermano. Y ¿por qué le mató? Porque sus
obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas. No os extrañéis,
hermanos, si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la
muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.
Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino
tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido lo que es amor: en
que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los
hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer
necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad.
( 1 de Jn 3, 11- 18)
Tercera
condición: Guardarnos de los anticristos y del mundo.
Hay
alguien puede decir que tiene mucha fe, pero, lleva una vida mundana y pagana.
La Biblia nos dice: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama
al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el
mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la
jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus
concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para
siempre. Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un
Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos
cuenta que es ya la última hora. (1 de Jn 2, 15- 18)
Hay
que discernir los espíritus para darnos cuenta de donde vienen, de Dios o de
otra fuente: Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los
espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.
Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a
Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a
Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a
venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los
habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el
mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los
escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es
de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el
espíritu del error. (1 de Jn 4, 1- 6)
No
extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos
con lo bueno. Absteneos de todo género de mal. (1 de Ts 5, 19, 22) ¿Qué
criterios tenemos para discernir?
El
primer criterio es el de la Fe: “Por sus frutos los reconoceréis”. Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los
abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos
malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir
frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego.
(Mt 7, 16- 19) Los frutos buenos vienen de una fe sincera, de un corazón limpio
y de una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Todo para la gloria de Dios y nada
para la cuenta bancaria.
El
segundo criterio es del Amor: Es la comunión y la preocupación por la Unidad
con Dios, con la Iglesia y con la Naturaleza. Donde hay unidad hay amor, y
donde hay amor ahí esta Dios (1 de Jn 4, 7- 8) Donde hay amor hay fe (Gál 5, 6)
Las raíces de la fe son la mansedumbre, la humildad y la misericordia (Col 3,
12) Que nadie se vea privado de la gracia de Dios (Heb 12, 15)
El
otro criterio es llamado el criterio de la verdad. La verdad nos hace libres
(Jn 8, 32) Ser fuertes en la debilidad, como lo dice Pablo: Pero él me dijo:
«Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por
tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que
habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las
injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por
Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.(2 de Cor 12,
9- 10) El que camina en la verdad es humilde y manso de corazón (Mt 11, 29)
Otro
criterio es el de la Vida: Comunidad fraterna. El Amor fraterno es la Casa del
Espíritu Santo, amor recíproco y cordial entre hermanos. Aquí hay paz y luz, armonía
interior y armonía exterior. Hay Una Comunión continua, una preocupación mutua
y un compartir permanente.
Estos
cuatro criterios nos dicen que la soberbia, el egoísmo, la envidia y la mentira
no vienen de Dios, como tampoco viene de Dios lo que brota del hombre viejo (Ef
4, 23), como son la avaricia, la
codicia, la lujuria, la gula y otros muchos más, no vienen de la fe y lo que no
viene de la fe lleva al pecado (cf Rm 14, 23) Y el pecado nos priva de la
gracia de Dios (Rm 3, 21) Y Nos lleva a la muerte espiritual (Rm 6, 23)
Lo
que viene de Dios nos lleva a la unidad, al crecimiento del conocimiento del
Dios verdadero y a la madurez en Cristo (Ef 4, 13) Los criterios son para vivirse y piden guardar la Palabra y los Mandamientos. Para que nadie nos manipule,
nos engañe y nos explote, como a niños que no saben distinguir entre lo bueno y
lo malo (cf Ef 4, 14).
Publicar un comentario