NIÉGATE A SÍ MISMO TOMA TU CRUZ Y SÍGUEME

 


NIÉGUENSE A SÍ MISMO TOMEN SU CRUZ Y SÍGANME

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. (Ez 36, 25-27) Esta es la Esperanza Mesiánica, el día del Mesías todo cambiará, habrá un pueblo nuevo, un culto nuevo y una ley nueva. El Pueblo de Dios podrá guardar los mandamientos de la ley de Dios.

La Oración Colecta: Dios todopoderoso, de quien procede todo bien perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes en nosotros lo que es bueno y lo conserves constantemente.

“Todo don perfecto viene de Dios y de todo corazón redimido” (Snt 1, 17) El amor nace y brota de un corazón redimido (Jn 7, 37) El amor viene de una fe sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de Ti 1, 5) “La boca habla de lo que el corazón encierra” (Lc 6, 45) Si hay bien, las palabras serán amables, limpias y veraces, pero, si hay basura, las palabras serán sucias y groseras.

Dios elige a un profeta, porque existe un pueblo al que Dios quiere que sea luz de las naciones. El profeta es Jeremías que hoy nos dice: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jer 20,7) ¿Qué hace Dios para seducir al profeta? Lo elige, lo llama, lo prepara, lo forma y lo envía. Jeremías se siente amado, elegido y consentido por Dios. Como profeta denuncia las injusticias de los sacerdotes de los políticos, de los ricos y del pueblo en general. Es rechazado, perseguido y calumniado.

¿Cuál es el mensaje de Jeremías que no le gusto a su pueblo? “Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen”. (Jer 2, 13) Denuncia la idolatría de Israel. Hay muchos sacrificios, pero sin justicia y sin obediencia. Los sacrificios son externos sin amor. Por eso les dice: “Porque así dice Yahveh al hombre de Judá y a Jerusalén: - Cultivad el barbecho y no sembréis sobre cardos. Circuncidaos para Yahveh y extirpad los prepucios de vuestros corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén; no sea que brote como fuego mi saña, y arda y no haya quien la apague, en vista de vuestras perversas acciones”. (Jer 4, 3- 4) Viene un  castigo, el pueblo irá al exilio, y el templo será destruido (Jer 4, 6; 2 de Re 25, 9) E invita a la conversión: Limpia de malicia tu corazón, Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo durarán en ti tus pensamientos torcidos? (Jer 4, 14)

Los pensamientos torcidos están unidos a un corazón endurecido, una falta de moral y al desenfreno de las pasiones (Ef 4, 18) Pablo nos dice la importancia de la renovación de la mente: Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Rm 12, 2) La mente embotada por el pecado hace una división en el hombre, una grieta por donde se escapa el buen olor de Cristo y por donde entran otros olores. Entonces nuestro culto no es agradable a Dios (Heb 11, 6) La fe muerta hace que nuestros sacrificios estén muertos. Por eso Pablo exhorta a las comunidades a limpiar los corazones para dar un culto verdadero a Dios: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual”.(Rm 12, 1)

¿Cómo y dónde lavar nuestros corazones? Hay que sumergirnos en la Pascua de Cristo, en su muerte y resurrección de Cristo Jesús. “En virtud de la sangre de Cristo, nuestros pecados son perdonados (Ef 1,) Así como Jesús lo había dicho: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día”. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! (Mt 16, 21- 23) Pedro y los otros discípulos tenían un falso mesianismo, quería un Mesías poderoso, rico y victorioso, un Mesías Popular, y no el Mesías de Dios que con su muerte y resurrección iba a sellar la Nueva Alianza. Por eso Pedro regañó a Jesús y quería que cambiara de opinión, pero Jesús fue fiel a la voluntad de su Padre y le dijo: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! Satanás significa el que pone obstáculos. Tus pensamientos no son los de Dios, la distancia es como de aquí al cielo, ponte de mi, para que seas mi discípulo.

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. (Mt 16, 24- 27)

Si queremos ser discípulos de Cristo hay que dejar la fe mediocre, superficial y tibia, porque a los tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3, 15) Hay que despojarse de las maletas, porque la puerta es estrecha (Mt 7, 14) Qué Jesús no sea nuestro parche (Mc 2, 21) Que sea nuestro todo, para que guardemos sus mandamientos y nuestras oraciones sean gratas a Dios por que vienen de dentro, de nuestro corazón y son hechas con amor. Entonces nuestro culto es grato a Dios.

Discípulo es el cree en Jesús, confía en él, lo obedece y lo ama, lo sigue y lo sirve: “Niégate a ti mismo, toma tu Cruz y sígueme. No se queden en la orilla, remen mar adentro (Lc 5, 4) Comprométanse conmigo y con la Comunidad (Mt 20, 25- 27) Abandonen la fe cómoda y tranquila.

 

 

 

 

 

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