QUE
LA PALABRA DE CRISTO HABITE EN NUESTROS CORAZONES.
Que
la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a
otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de
todo corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. (Col 3, 16)
Para
la Biblia inteligente es el que sabe vivir, y sabio es el que hace el bien con espontaneidad,
sin tanto esfuerzo y sin tantos pujidos. Podemos encontrar gente con títulos y
con diplomados, pero llenos de mentira, envidia e hipocresía, entonces no saben
vivir, no pueden amar y no hacen el bien. El que conoce la Palabra está en la
luz, puede hacer el bien y rechazar el mal. “Por sus frutos los reconoceréis”
(Mt 7, 16) Palabras que engañan, difaman, dividen, aplastan, confunden y matan,
no dan vida, son frutos malos; en cambio las palabras que animan, consuelan,
reconcilian, liberan, enseñan y salvan, son frutos buenos. Son limpias,
amables, veraces y agradecidas.
La
boca habla de lo que hay en el corazón (Lc
6, 45) Sí en el corazón no hay amor, vida y verdad, las palabras están
llenas de maldad, como lo dice san Pablo: No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el
que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera,
gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre
vosotros. (Ef 4, 29- 31) Esto corresponde a la sobras de la carne: “Ahora bien,
las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”. (Gál5,
19- 21) Son los frutos del árbol malo (Mt 7, 17).
La
Palabra de Dios para que sea nuestra riqueza, hemos de pasar de simples
oyentes, a practicantes, tal como lo dice el apóstol Santiago: “Poned por obra
la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos”.
(Snt 1, 22) La riqueza se va formando en la “escucha, guarda y ponerla por obra”.
Se guarda en el corazón, pero no de la misma manera que se guarde un pollo en
un refrigerador, ha de guardarse en un corazón calientito. Palabra y Oración
nos ayudan a crecer en Cristo. Para eso pide acompañar la Palabra con la Oración
íntima, cálida y extensa que nos lleve a la luz, al poder y al amor, para ir
conociendo los frutos de la luz: la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9)
La Palabra nos lleva a la Unidad con Dios y con los demás; nos lleva al
conocimiento de Dios en la práctica de las virtudes y nos lleva a la madurez en
Cristo. (cf Ef 4, 13)
La
Palabra es luz y es vida, por lo que Jesús nos dijo: “Decía, pues, Jesús a los
judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres.” (Jn 8, 31- 32) Libres con la libertad de los hijos de Dios (Ga 5, 1)
Nos libera del pecado para que amemos y sirvamos a la causa del Reino de Dios.
La fe sincera nos lleva a la confianza, a la obediencia y a la pertenencia a
Dios; el que la escucha y la obedece crece y se reviste de Cristo, entonces
podemos decir que estamos construyendo sobre Roca. Nuestra casa es firme y
fuerte capaz de soportar los ataques del malo (cf Mt 7, 24- 25).
La
obediencia a la Palabra nos lleva a disminuir para que podamos crecer en la fe
(cf Jn 3, 30) Disminuir hasta desaparecer para poder comenzar de nuevo,
mediante el Nacimiento Nuevo (Jn 3, 1- 5) Y ahora, hay formarse como Familia de
Dios en fe, amor y santidad. Formación en la fe pide aprender a distinguir entre
el bien y el mal; hay que aprender a rechazar el mal y amar apasionadamente el
bien (Rm 12, 9) Formación que exige tener conciencia que pertenecemos a Cristo,
por eso hay que darle muerte al pecado para vivir para Dios (Rm 6,11) O con
palabras del apóstol decimos: “Pues los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu”. (Gál 5, 24- 25)
Los
que son de Cristo lo amamos y le servimos. Así lo dice el apóstol de los
gentiles: Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como le habéis
recibido, enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó,
rebosando en acción de gracias. (Col 2, 6- 7) ¿Cómo es el Cristo que hemos recibido?
¿Estamos edificados y en enraizados en él? ¿Nos han enseñado y que hemos
enseñado en la Palabra de Dios?
Para
nosotros católicos Cristo es Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre para
salvarnos. Es nuestro Salvador, nuestro Maestro nuestro Señor, es Dios con nosotros y que
habita por la fe en nuestro corazón Para nosotros Jesús es el Cristo y Cristo es
Dios.(Mt 16, 16; Jn 13, 13; Jn 21, 23; Ef 4, 17; Jn 20, 28; Rm 9.5) Entra en
nuestra vida por la fe y por el bautismo (Gal 3, 26- 27) La fe viene de lo que
se escucha, la Palabra de Dios (Rm 10, 17) Palabra que es como el grano de
mostaza, pequeñita, pero, si nace y se cultiva crece muy grande. Por eso el mandato
de Dios: “Trabajad y cuidad”. (Gn 2, 15) ¿Cómo y dónde? En el barbecho de nuestro
corazón” (Jer 4, 3)
Lo
primero es escuchar la Palabra para estar embarazados. La Palabra es luz que
ilumina nuestras tinieblas, nos lleva por el reconocimiento de nuestros pecados
y el arrepentimiento a recibir el perdón de los pecados para nacer de nuevo (Jn
16, 8s), y ahora a cultivar lo que se ha sembrado y ha nacido. ¿Cómo se cultiva?
Aflojando la tierra del corazón, echándole agua las veces que se han necesarias,
removiendo piedras, echándole abono, hasta poder comer los primeros frutos de
la cosecha.
Con
la Oración aflojamos la tierra, el que ora se convierte y se salva; con la
Palabra le ponemos agua a la planta, escucha, guarda y ponla en práctica; con la
Confesión removemos las piedras y las ponemos fuera y podamos el árbol; con la
Eucaristía le ponemos abono; también lo hacemos con la vida de Comunidad y con
las Obras de Caridad, le ponemos abono para
que la planta crezca y podamos saborear los frutos de la cosecha que son frutos
de Vida eterna.
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