PERO LA REALIDAD ES EL CUERPO DE
CRISTO EN DONDE EL SEÑOR NOS RECONCILIA Y NOS SANTIFICA.
Introducción: No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que
fuisteis sellados para el día de la redención.(Ef 4, 30)
La realidad es el Cuerpo de Cristo:
Por
tanto, que nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito
de fiestas, de novilunios o sábados. Todo esto es sombra de lo venidero; pero
la realidad es el cuerpo de Cristo. (Col 2, 16- 17) Veamos que nos dice el profeta
Isaías:«¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? - dice Yahveh -. Harto estoy de
holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos
cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado
de vosotros esa pateadura de mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana: el
humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no
tolero falsedad y solemnidad. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi
alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros
vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria,
yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas. La realidad, lo que existe,
es real verdadero es el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia, en donde el Señor, nos perdona, nos reconcilia, nos salva y
nos Vida eterna.
¿Qué espera el Señor del culto?
Pide amor, justicia y obediencia. El culto a Dios en pecado no sirve, es estéril como
una fe vacía de obras buenas está muerta (Snt 2, 14) Sin la fe sincera y sin un
corazón limpio no hay amor, el culto está vacío. Por eso el profeta dice al pueblo:
“lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid
de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al
oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y
disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la
nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si
aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis”. (Is 1, 16- 19) Pide
acercarse a Dios con un corazón contrito para ser perdonado (Slm 50, 19) Pide
guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad. Pide romper con el pecado
(Eclo 35, 1- 5) Para que podamos ofrecer un sacrificio vivo, santo y agradable
a Dios. Qué este sea nuestro sacrificio espiritual, que nace de dentro y se
hace por amor. Sacrificio agradable a Dios por que tiene fe y amor (Gál 5, 6; Heb
11, 6)
Que
nadie os engañe.
Que
nadie os prive del premio a causa del gusto por ruines prácticas, del culto de
los ángeles, obsesionado por lo que vio, vanamente hinchado por su mente
carnal, en lugar de mantenerse unido a la Cabeza, de la cual todo el Cuerpo,
por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición y cohesión, para realizar
su crecimiento en Dios. (Col 2, 18- 19)
Jesucristo
nos ha dicho: “Sólo unidos a mí, podéis dar fruto” (Jn 15, 4) Sin mí, nada, no
hay salvación (Hch 4, 12) Lo que importa es la Comunión con Cristo para estar
unidos a Dios y a la Iglesia. El culto a los Arcángeles, a los ángeles, a los
difuntos, y, tantos otros cultos, son fantasía, fruto de tradiciones humanas que
más hacen daño a la fe. Nuestra fe es Cristo céntrica. Así podemos decir que
todas las devociones que puede haber en la Iglesia, si no tenemos a Cristo como
Fuente, Pilar, Fundamento, Origen y Contenido de nuestra fe, son vanas. Lo que
importa es una Fe que sea sincera que sea justicia, obediencia y amor a Cristo
Jesús. Porque toda superstición hace daño a la fe cristiana.
No a las supersticiones:
Tal
como lo dice el Deuteronomio: Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu
Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones.
(Dt 18, 9) ¿Cuáles son las abominaciones? “No ha de haber en ti nadie que haga
pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación,
astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o
adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una
abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja
Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti. Has de ser íntegro con Yahveh tu
Dios”. (Dt 18, 10- 13) Le hacemos justicia a Dios cuando creemos en Jesucristo,
su Hijo y nos amamos unos a los otros (1 Jn 3,23) Cristo es nuestra fe (Ef 3,
17) y es nuestra paz (Ef 2, 14) Es nuestra salvación, nuestra sabiduría y nuestra
redención (1 de Cor 1,31)
El que pone su mano en el arado y mira
para atras, no es digno de mí.
Una
vez que habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo ¿por qué sujetaros,
como si aún vivierais en el mundo, a preceptos como «no tomes», «no gustes»,
«no toques», cosas todas destinadas a perecer con el uso y debidas a preceptos
y doctrinas puramente humanos? (Col 2, 20- 22) Morir con Cristo al pecado, es
negarse a sí mismo, es romper con el pecado y con el mundo, es también romper
con creencias, como son la buena suerte y la mala suerte. Creer en Cristo es
creer en el Amor, la Verdad y la Vida, es aceptar en el corazón que Dios nos ama,
nos perdona, nos salva y nos da Espíritu Santo que es nuestro Abogado, nuestro
Maestro y nuestro Consolador, el que nos ayuda a vivir como hijos de Dios y
como hermanos de los demás. Creer en Cristo y vivir sometido a los elementos
del mundo, es ser tibio e idólatra, de los que dice el apocalipsis: “A los tibios
los vomitaré de mi boca” (Apoc 3, 15) No se puede servir a dos señores (Mt 6,
24)
Sabiduría divina o sabiduría mundana.
Tales
cosas tienen una apariencia de sabiduría por su piedad afectada, sus
mortificaciones y su rigor con el cuerpo; pero sin valor alguno contra la
insolencia de la carne. (Col 2, 23) La sabiduría divina está siempre acompañada
de las virtudes como la humildad, la mansedumbre y la caridad, sin las cuales
está falseada y es sabiduría mundana y pagana. La verdadera piedad es comunión
con Dios y con los demás, sin comunión con los hombres no es piedad, es
impiedad. Las mortificaciones y el rigor del cuerpo, sin Cristo, es castigarse
a sí mismo, ¿para qué? No para salvarse porque para eso es el Sacrificio
de Cristo. Los únicos sacrificios que se
aceptan, es el que es movido por el amor: “Buscar a Dios con un corazón contrito
y arrepentido” (Slm 50, 19) El sacrificio de comunión o de acción de gracias: “Guardar
los mandamientos”. El sacrificio de alabanza: “La práctica de la caridad”. Y el
sacrificio de expiación: “Romper con el pecado”. (Eclo 35, 1- 5) Y el
sacrificio: Vivo, santo y agradable a Dios, (Rm 12,1) que viene del corazón, se
hace por amor y está precedido por la “Fe sincera, el corazón limpio y una
conciencia recta” (1 de Tim 1, 5). En estos sacrificios está la “Voluntad de
Dios”. Qué implica esfuerzos, renuncias y sacrificios, sin los cuales no hay
conversión, no hay libertad y no hay virtudes. No hay “hombre nuevo en justicia
y santidad”. (Ef 4, 24)
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