LA FE VIVA ES AQUELLA QUE ESTÁ AL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS DEMÁS.

 


LA FE VIVA ES AQUELLA QUE ESTÁ AL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS DEMÁS.


Iluminación:
La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.   (1S 16, 7b)

En todo momento damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, y oramos por ustedes, pues hemos tenido noticia de su fe en Jesucristo y del amor que tienen a todos los hermanos. A esto los anima la esperanza de lo que Dios les tiene reservado en el cielo. De esta esperanza oyeron hablar cuando se les predicó el Evangelio de la verdad, que está dando fruto creciente en todo el mundo, igual que entre ustedes, desde el día en que lo escucharon y tuvieron conocimiento verdadero del don gratuito de Dios. Así lo aprendieron de Epafras, que ha trabajado con ustedes y que es un fiel servidor de Jesucristo; él fue quien nos informó acerca del amor que el Espíritu Santo ha encendido en ustedes. (Col 1, 1-8)

Del amor brota y nace el agradecimiento, que más que con palabras son acciones. Del agradecimiento vienen los deseos de servir a Dios y a los hombre, con humildad y con mansedumbre, es decir con un corazón pobre (2 de Cor 8, 9; Mt 5, 3). Pablo agradece a Dios por el fruto de su predicación: “La Comunidad de Colosas”, en la que hay fe en Jesucristo y amor a los hermanos. Fe y amor, unidos por la esperanza que nace, brota y viene de una fe sincera, es decir de un corazón pobre, manso y humilde. La fe, la esperanza y la caridad son inseparables, vienen de la predicación del Evangelio que está dando frutos en todas partes, al igual que entre ustedes.

Fruto de la Evangelización es la Comunidad fraterna que es como la casa del Señor Jesús: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 20) Una Comunidad fraterna, solidaria y servicial, movida por un amor lleno de agradecimiento. Comunidad cimentada en tres columnas: la fe, la esperanza y la caridad. Se abre al servicio a los hermanos. Comunidad en la que hay una preocupación mutua, una reconciliación continua y un compartir permanente, siempre con las puertas abiertas, para recibir a los que llegan y para salir en Misión al encuentro de los más débiles. Movidos por el amor decimos: “Siempre te daré siempre gracias, Señor, por lo que has hecho conmigo. Delante de tus fieles proclamaré todo lo bueno que eres. Confío para siempre en el amor de Dios”.(Slm 51, 11)

Cristo Jesús es el Mesías de Dios.

El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4, 16- 19)

El relato evangélico:

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.

Después de una jornada de trabajo, Pedro invita a Jesús a comer en su casa. Al entrar en la casa se dan cuenta que todo está tirado, no hay fuego en la chimenea. No hay comida echa o preparada. Busca y encuentran a la señora tirada sobre un camastro, está enferma, una fiebre la está consumiendo. Le piden a Jesús que haga algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles. Levantarse es signo de la Resurrección. ¿De qué fiebre se trata? ¿De la fiebre de las concupiscencias? ¿La fiebre del poder, del tener y del placer? Jesús, tiene poder sobre la enfermedad y sobre el pecado. Jesús,  le ordena al espíritu de la fiebre que salga, y se va. Ella se levanta, abandona su cama, y se pone a servir a Jesús y a su Grupo. Porque todo aquel o aquella que abandona la cama, la fe mediocre y superficial, se pone a servir por amor al Reino de Dios.


Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.

 

Al final del día, después de la comida en la casa de Pedro, se reinicia la jornada de trabajo. Jesús con un corazón lleno de compasión se puso a servir a los enfermos, todo lo hace por amor. La predicación fue por la mañana. Ahora, sigue el culto, el servicio a los pobres. Le llevan a muchos enfermos. Jesús de uno por uno, les va imponiendo las manos y los cura de sus enfermedades y los libera de espíritus inmundos. Salían gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" “¡Tú eres el Mesías!” A los que Jesús con energía les ordenaba que se callaran porque tenía un falso sentido del Mesías.

Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea. (Lc 4, 38-44)

Muy temprano, aún siendo de madrugada, Jesús se levanta y se fue a un lugar solitario para hacer oración con Dios. Marcos dice que son los Apóstoles los que buscan a Jesús (Mc 1, 35). Lucas dice que es la gente. Pensemos que son los apóstoles que sabían de los lugares a los que Jesús iba para hacer oración. Lo encuentran y le dicen: ¿Qué estás haciendo? ¿Estás orando? No pierdas tu tiempo, vente, ayer les hiciste muchos milagros y exorcismos, vente y hazte famoso, rico y poderoso. Se trata de una tentación diabólica sobre el sentido del Mesías populachero para que Jesús abandonara al Mesías según Dios.

Jesús no se enoja y no los corrige, ni a los Apóstoles y menos a la gente, no estaban preparados para entender lo que acababan de hacer. Por eso les dice: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Para eso he venido para anunciar la buena Nueva a los pobres y a proclamar el año de gracia del Señor a los hombres.

Para nosotros: ¿Qué es la fe? ¿Cómo es nuestra esperanza? ¿Tenemos caridad o amor? Una fe sin esperanza y sin amor está muerta, como también está muerta la esperanza y la fe, sin amor. (cf Snt 2, 14- 17) Jesús quiere para nosotros una fe viva, una esperanza cierta y una caridad ardiente. Una fe comprometida con el Señor y con la Iglesia. Una fe sincera para que Cristo viva en nuestro corazón, y desde allí, haga su Obra en favor de todos. Una fe sin compromiso está al servicio de los demonios, y no está al servicio del Señor. “No se puede servir a dos señores, con uno de los dos se queda mal”. “No se puede servir a Dios y al dinero”. (cf Lc 6, 45)



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