LA AVARICIA NOS LLEVA A LA IDOLATRIA Y
AL VACIO EXISTENCIAL
Introducción: Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos:
fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una
idolatría, (Col 3, 5)
La
avaricia es un pecado capital porque tiene muchas raíces, es a la misma vez un
vicio que viene del Ego, el hijo predilecto del hombre viejo. Pertenece al
grupo de las obras de la carne de (Gál 5, 19- 21) El que padezca la enfermedad
mortal de la avaricia le fascina el “abrazo del oso”. Todo lo quiere para él,
cae en el individualismo que es el peor enemigo de nuestra realización por eso
su lema es: “Estando yo bien, los demás me vale”.
Sea vuestra conducta sin avaricia,
alegres con los que tengáis (Heb 13, 5)
Podemos trabajar y ahorrar, y hacer nuestros ahorros, pero sin avaricia, sin
querer ser los dueños del mundo. El que no tiene avaricia y tiene riqueza es
generoso y la puede compartir, no es esclavo de su dinero. Puede extender su
mano para compartir con los demás. (Mc 3, 5)
Quien amontona a expensas de sí mismo, para
otros amontona, con sus bienes se regalarán otros. ¿No dejarás a otro el fruto
de tus trabajos y el de tus fatigas, para que a suertes se reparta? (Ecl 14, 4.
15) Hemos conocido a muchos que ahorraban hasta privarse de lo más elemental
para hacerse ricos, al final de sus días, nada se van a llevar, y sus bienes se
quedan en las manos de sus herederos que los derrochan a salud del muertito.
El ojo del avaro no se satisface con
su suerte, la avaricia seca el alma.
El ojo malo se alampa por el pan, hambriento está en su propia mesa. Hijo,
trátate bien, conforme a lo que tengas, y presenta dignamente tus ofrendas al
Señor. (Ecl 14, 9.11) El ojo malo es el del que tiene la avaricia. Su alma está
vacía de amor, de paz y de gozo, padece hambre, ama más su dinero que así mismo
y que a su familia. No hay ofrendas para el Señor, hasta dice: Tráiganmelo, yo
lo mantengo. (Así hablaba mi abuelo)
La avaricia es una especie de
idolatría (Col 3, 5) El ídolo es el
dinero que ocupa nuestro corazón en lugar de Dios o de la Familia. Los ídolos
nos oprimen, nos aplastan y deshumanizan, nos hacen ser menos humanos y menos
personas. Nos hacen caer en la “inversión de valores” de la que nace la
agresividad, la frustración, el aislamiento y la pérdida del sentido de la
vida.
La perdiz incuba lo que no ha puesto; así es el que hace dinero, mas no con justicia: en
mitad de sus días lo ha de dejar y a la postre resultará un necio. (Jer
17, 11) Nunca hemos visto a una funeraria detrás de un féretro. La justicia
entra con la Palabra de Dios que nos hace justos y generosos. Jesús viene a
purificar el templo, viene a sernos hombres nuevos, responsables y libres para
amar y para compartir con los demás los dones que Dios nos ha dado.
Porque la raíz de todos los males es
el afán de dinero, y algunos, por
dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos
dolores. Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; corre al alcance
de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el
sufrimiento, de la dulzura. (1 de Tim 6, 10- 11) Hemos visto a muchos ricos
creyentes en Dios y que rezan, pero son amigos y servidores del dinero. Su
piedad es falsa y se engañan a sí mismos. A Dios lo encontramos en la justicia,
en la misericordia, en la verdad…. Porque la Palabra nos dice: Nadie puede
servir a dos señores: no podéis servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24) Para
muchos el dinero es el peor enemigo de la salvación.
No cambies a un amigo por dinero, ni a
un hermano deveras por el oro de Ofir
(Ecl 7, 18) La amistad no se compra y no se vende: No te arrodilles frente al oro
ni ante el poder. Ni ante los ricos ni ante los poderosos, al hombre no se le
compra ni se le vende. Todo hombre es un ser único e irrepetible, un ser
original, responsable, libre y capaz de amar. El hombre no vale por lo que
tiene, vale por lo que es: una persona, valiosa y digna en sí misma.
Lo
poco del justo, vale más que la abundancia del impío (Slm 36, 16) El justo lo
poco que tiene lo ha ganado con el sudor de su frente, mientras que el impío lo
que ha acumulado es fruto de la rapiña. No sientas envidia de los que se hacen
ricos robando, estafando, extorsionando, con que tengas lo necesario para vivir
con dignidad, y puedas dar gracias a Dios.
En camino de conversión:
Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 35- 36) El avaro
tiene un corazón mezquino, es tacaño, no tiene un corazón hospitalario; no
extiende la mano para compartir (padece parálisis, manos secas); no gasta su
tiempo para visitar a los enfermos ni para dialogar con los otros. Hasta niega
el saludo a los que no piensan como él.
Sólo
un encuentro con la Palabra de Dios puede tocar su corazón y empezar el paso
del Nuevo Nacimiento y renovar sus entrañas de dureza hasta alcanzar un corazón
nuevo, es posible, para Dios no hay imposibles. Palabra de Dios y Oración lo
puede llevar a la fe y a la conversión del corazón. Es decir, al Amor, que echa
fuera la avaricia y la codicia, enemigos de la salvación, para abrir los
caminos que nos llevan a Dios: La fe y la conversión.
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